XIV: No, que me "falte calle" no significa que me tengo que caer de cara en ella

98 19 15
                                    

Las miradas hostiles y asesinas eran algo nuevo en la ciudad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las miradas hostiles y asesinas eran algo nuevo en la ciudad.

Podía sentirlas directamente a ella, como si se tratase de alfileres clavándose en su nuca. ¿Habían estado en los rostros de los moscovitas durante todo este tiempo sin que ella se diera cuenta, o esa moda de observar con odio a los aristócratas se había metido en la sociedad moscovita mientras ella estaba fuera? De cualquier forma le incomodaba.

Esa mañana era cálida. La señorita de Langlois le acompañaba para conocer la Ciudad Santa y, de paso, ayudar a reunir el ajuar para la boda de Nadya.

La boda.

Nunca pensó que ese día llegaría. Quizá la Nadezhda Ivanovna de doce años estaría viviendo su sueño. Pero ella había cambiado. Su mundo había cambiado. Por Dios, ahora mismo estaba acompañada de una mujer que había matado a un anciano y había tratado de asesinar a su primo.

Viéndola ahí, con su perfil recortado contra el cielo azul de la mañana primaveral, la señorita Ulianova se llenó de rabia. Charlotte de Langlois parecía igual o más calmada que cuando la había conocido por primera vez en el palacio, como si no le molestara en lo más mínimo el haber acabado con la vida de alguien. ¿Habría sido planeado con anterioridad? ¿Había pretendido desde el principio dispararle a Sergéi y jugar con sus sentimientos?

Por sorprendente que fuera, Nadya no se preocupaba de su propia vida al estar en compañía de la señorita de Langlois. No era tan importante como para que alguien quisiera matarla. De todas formas, ya se sentía como un fantasma en su propio cuerpo al hacer cosas en contra de su propia voluntad solo por no tener una razón para negarse. Quería a Leonid Fiódorovich, eso era verdad, mas no como un prometido o un marido. No, ese puesto lo había reservado para alguien más. Alguien de quien se enamorara profundamente.

No quería decirse a sí misma que se trataba de Andréi.

Lo había conocido durante poco tiempo, pero de igual modo lo había amado. Quizá solo se trataba de un enamoramiento fugaz, como el que todas las jovencitas escandalosas tienen. Un amorcillo indebido antes de poner los pies en la tierra y contraer matrimonio.

Entonces... ¿por qué diablos no dejaba de pensar en él?

Desde su llegada a Moscú, no había podido removerlo de sus pensamientos. La distancia que los separaba era monumental. ¿Volvería a verlo alguna vez? Lo dudaba. Era uno de los sirvientes permanentes del palacio, al igual que su hermana, pero de un día para otro la Emperatriz podía regalarlos a algún noble como premio por haber hecho alguna imbecilidad sin importancia como firmar papeles o ascender en los ministerios. En ese caso, Andréi desaparecería para siempre.

Se estaba haciendo ilusiones. Toda esa aventurilla era imposible. ¿Un siervo y la hija de un barón? Absurdo. Andréi tenía un dueño. Su vida estaba subyugada por un aristócrata, y ella era libre de hacer lo que quisiera... menos de rebajarse a su nivel para casarse con él.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora