XV: Revivir a tu prometido muerto para que pague por ti es buen negocio

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Zoya Ananenko se encontraba en Moscú por una razón

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Zoya Ananenko se encontraba en Moscú por una razón. Patearle las pelotas a Leonid Vyrúbov solo era un agregado.

Reconocía que tenía la lengua suelta, pero había cosas que nunca confesaría a nadie, como los secretos de las aventuras del príncipe Pravikin o la traición fallida de Lottie. Su travesía desde San Petersburgo a la antigua capital entraba en esa categoría.

En medio del frío de las noches rusas, había tenido tiempo para pensar en que no se merecía algo tan horrible la vida que tenía. Claro, cualquiera habría dado oro por la situación en la Corte que tenía antaño, y eso Zoya lo comprendía a la perfección. Aun así casi nadie se molestaba en ver debajo de esa capa de una princesa superficial, materialista y directa, salvo las escasas personas que dejaba entrar en su vida personal. No veían que su padre había destruido su vida tras repudiarla y desconocerla como hija, y que enamorarse de un hombre que creía similar a ella solo le había traído dolor. Al menos todo el asunto de su amiga francesa la distraía y le otorgaba la oportunidad de actuar en algo cuyas consecuencias no se limitarían a sí misma.

Ugh, filosofía. Después de la primera noche pensando en eso, se juró pasar las siguientes planeando cómo hundir definitivamente a Leonid Fiódorovich Vyrúbov.

Los días transcurrían rápido, para su sorpresa. Tuvo que robar unos cuantos caballos y arruinar sus zapatos de seda, pero no había remedio. No podía volver a San Petersburgo. No le quedaba nadie allí. Su primo había viajado a Finlandia para su luna de miel, y todos sus conocidos —los que le eran amistosos, claro— habían muerto o se habían retirado a sus residencias definitivas, como era el caso de Sergéi Bezpálov.

A ella no le agradaba demasiado. Dejando de lado su torpeza que dejaba en el lodo el buen apellido de su familia, había sido bastante arrastrado por ella durante unos cuatro años, y su voluntad era tan manipulable que hacía reír. Sin embargo, parecía haber recobrado algo de su amor propio y se comportaba como una persona decente alrededor de Charlotte.

Sí, él era su única oportunidad. Sumado a eso, Leonid y Lottie estarían allí. Todos ganaban. Era el último tiro que le quedaba. Su otra opción era pasearse por la mitad de Rusia buscando las raíces ucranianas de su familia paterna y encontrar alguna herencia minúscula de la cual vivir, o comprobar el mito de que su abuela seguía con vida en alguna parte de Nóvgorod.

Esos eran sus planes hasta que se encontró con el primer pueblo.

Era popular por sus posadas y tabernas, según veía. Podía encontrar numerosos de estos locales, tanto que superaban la cantidad de casas. Era solo un pueblo de pasada, en el que los nobles provenientes de San Petersburgo solían cambiar de caballo y descansar. Probablemente Zoya había pasado cientos de veces por la misma localidad sin siquiera darse cuenta.

Con el caballo de Alekséi exhausto y la piel tan mugrienta como la de un vagabundo, Zoya entró en el establecimiento introduciéndose de nuevo en el papel de una aristócrata molesta. Quizá en el fondo siempre lo sería.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora