XXXI: Esto es una cita entre aristócratas completamente normal

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Zoya nunca pensó que iba a estar paseando en la noche moscovita con Sergéi Bezpálov

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Zoya nunca pensó que iba a estar paseando en la noche moscovita con Sergéi Bezpálov. Vaya destino maldito.

La única razón por la que estaban en esa situación era porque la bendita Charlotte de Langlois se había ido a pasear sin dimensionar los peligros. Por ingenua.

—Me estoy congelando hasta los huesos. ¿Cómo sabéis dónde puede estar Lottie? Solo tenéis las indicaciones de vuestra vieja aya, y me temo que "en dirección al río" no representa mucha ayuda.

—Lo sé. Solo... tenía que salir de ahí. Tenía que hacer algo. Está vagando por ahí y es probable que una panda de campesinos la mate, o algo peor...

—Sabíais qué se proponía al venir aquí, ¿verdad?

—Ella me lo contó todo. No sé cómo puedo serle de ayuda ahora siendo que...

—Oh, callaos ya. La chica quiere ser asesinada por todo el mundo. Ya es mucho que os quedéis a su lado.

—¿Y vos?

—Yo no tengo nada que perder. Soy una aristócrata arruinada sin presente ni futuro. En este mismo momento estoy viviendo como parásito de vuestra familia y a nadie parece importarle. Bien por mí, supongo.

El silencio se interpuso entre los dos jóvenes a medida en que se adentraban en la ciudad oscura. Sin la luz del sol parecía un lugar completamente distinto. Las cúpulas en forma de cebolla de las catedrales no brillaban, ni el mundo parecía un lugar alegre. Lo único que emitía un leve fulgor eran los faroles de aceite que iluminaban menos que las estrellas.

Dentro de las casas de los nobles podía ver las velas que alumbraban las grandes ventanas de los palacios, y mirando la otra costa del río Moskvá sobre el cual la luna menguante se reflejaba, podía ver aquellos locales de mala muerte en los que el pueblo se reunía para beber y reír. Zoya creía poder ver sus siluetas bailando y riendo, alegres y sin preocupaciones. Volvió la mirada a sus sucios zapatos de seda gris para olvidar lo celosa que estaba de esa vida.

—Sabéis que quiero encontrar a Lottie porque es mi mejor amiga, pero el sentido común debe primar —dictaminó—. Deberíamos volver.

—¿Y qué ocurre si...?

—Si está muerta, seguirá muerta en la mañana. No creo que haya ido muy lejos con esta oscuridad.

El rostro de Sergéi se apagó, y Zoya se dio cuenta de que había sido demasiado dura con él. La extranjera que amaba se había perdido en una ciudad hostil, y ninguno de los dos tenía idea de cómo encontrarla.

Volvieron al carruaje —porque, vamos, Zoya no se iba a permitir pasearse a pie en una ciudad tan vulgar y poco refinada como Moscú— donde el tibio aire estancado les recibió. Vio a Sergéi contemplar con aire distante el negro paisaje a través de la ventanilla.

—No logro entender —dijo la chica casi para sí misma—. ¿Por qué diablos querría recorrer una ciudad desconocida sin compañía? Es extraño, extraño de verdad. Una extranjera no se pasearía así como así al menos en estas calles, es como si... Como si supiera... —Zoya pausó. Había tenido una idea.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora