XIX: No beban agua de Moscú, tiene alucinógenos que hacen ver fantasmas

85 20 18
                                    

Charlotte creía haber visto un fantasma cuando estaba paseando con la señorita Ulianova

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Charlotte creía haber visto un fantasma cuando estaba paseando con la señorita Ulianova. Estaba segura de haber visto a Violette de Rubin. Sus ojos eran inconfundibles.

Debo estar imaginando cosas de nuevo. Sentía que todo el mundo la miraba con odio, como si fuera la enemiga personal de cada uno de los habitantes de Moscú. Era la misma sensación de cuando paseaba por París en compañía de su prima, visitando las residencias de los nobles de Versalles. Era furia pura, la misma que había suscitado a la revolución meses después. ¿Ocurriría lo mismo aquí?

No, por Dios. No podía ser tan pesimista. Era imposible que le persiguieran las desgracias hasta tal punto.

A pesar de que sabía que no podía ser verdad, el recuerdo de haber visto a una muchacha ataviada con vestidos de aristócrata con ojos de distinto color azotaba su mente mientras hablaba con Sergéi. Charlotte jugaba con sus dedos mientras oía al hombre que la cortejaba lamentarse, caminando de una esquina a la otra de la habitación.

—¡Siempre arruino todo, maldición! ¿Por qué tuve que abrir la boca?

—No te preocupes —susurró ella, con los ojos fijos en sus dedos manchados de polvo—. Has estado una vida entera junto a él. Sabrá perdonarte.

—¡Es mucho más serio que eso, Char! Han sido cuatro años de amistad, sí, pero ¿sabes en quién más confiaba además de mí? ¡En nadie! Nunca más va a confiar en mí. ¡Esto es culpa de la señorita Ananenko!

—No, Sergéi. Tú querías lo mejor para él. No hay nadie a quien culpar. No sé si Zoya haya sido honesta, pero de todas formas deben estar resolviendo sus diferencias en la sala.

La verdad era que Charlotte no esperaba nada bueno de esa reunión. De seguro su amiga dejaría al señor Vyrúbov gravemente herido. Claro, eso no se lo diría a Sergéi. Estaba tan preocupado que terminaría rompiendo las suelas de sus zapatos.

—Él es mi mejor amigo, Char. Mi único amigo. Es que... No puede hacer esto solo. Sé que no puede.

—¿Y qué es eso que tiene que hacer solo?

—Él... ¡no! Ya lo hice una vez hoy. No me hagas hacerlo de nuevo.

La francesa sonrió con dulzura.— Tranquilo, si hubieras comenzado a hablar te habría detenido.

No podía esconder el hecho de que tenía curiosidad sobre los secretos de Leonid. No podía hacer más que recordar los sucesos de la noche del baile. La pistola apuntando directamente a ella. La mirada azul del señor Vyrúbov, sedienta de sangre. De seguro Sergéi sabía algo de eso.

Intentó distraerse pensando en la reciente conversación con Nadezhda. Su usual tono alegre parecía forzado. No, no pensaba que esa impresión era causada por la próxima llegada de su padre. Lo había percibido desde hace un mes al menos. Su personalidad tan enérgica e intensa se había apagado como una vela expuesta a la brisa de invierno.

Los nobles © [DNyA #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora