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Y mientras Junkyu caminaba muy feliz al lado del nuevo invitado, por detrás iba Haruto cruzado de brazos y arrepentido de haberlo permitido.

El nombre de aquel joven era Doyoung, bastante conocido y odiado por todo el lugar, pues era un ladrón muy ambicioso que buscaba sobrevivir entre riquezas a cualquier costo.

Doyoung no mencionó la parte de su mala fama, pero su facha lo delataba por completo.

El resto del camino Doyoung y Junkyu hablaron un poco sobre la zona, Haruto sólo los seguía poniendo atención de vez en cuando y en otras ocasiones sólo lo ignoraba mientras miraba a su alrededor.

— Y, díganme ¿Tienen donde quedarse? — preguntó Doyoung. — Puedo llevarlos también.

— En realidad no. Planeabamos buscar un refugio. — respondió Junkyu mirando a quien iba detrás de ellos.

Haruto rodó la mirada viendo nuevamente hacia las paredes de las catacumbas.

— Tu novio no habla mucho ¿verdad? — susurró Doyoung acercándose.

— Su nombre es Haruto. No es mi novio, sólo nos conocemos. Y en realidad está... cansado, es por eso que está un poco molesto. — respondió Junkyu.

Doyoung asintió volviendo a su lugar nuevamente.

— Bueno, quédense aquí. — indicó Doyoung. — necesito revisar el camino, los guardias suelen dar sus rondas nocturnas pero hay un momento en que no hay nadie, entonces saldrán. Yo les avisaré.

Junkyu y Haruto se hicieron a un lado tomando asiento sobre algunas rocas.

Antes era lindo quedarse solos, pues eran aquellos momentos en los que podían acercarse el uno al otro de su romance a escondidas. Haruto aún recordaba la dulce voz que lo consentía y le daba fuerzas. Junkyu aún recordaba esos cálidos abrazos que lo protegían de todo.

Aún se recordaban en una agonía ardiente de verse y no querer hacerlo más, de amarse y no poder hacerlo más.

Ahora estar justos era doloroso. Haruto estaba enojado con el destino por haberlo puesto en su camino, por enamorarse y por no poder olvidarlo. Junkyu estaba herido, parece que jamás podría escapar del dolor de no poder decidir en su propia vida.

Parecía que por siempre serían esclavos de su propio destino, su propio castigo y su propio dolor.

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Al salir, Jaehyuk y Asahi dieron aviso a Jisoo, indicando que volverían al atardecer, antes de la cena, y con información útil para cruzar al sector norte en su encuentro con la penúltima gema.

Jisoo ordenó a los rebeldes a preparar la mesa para el resto de los rebeldes, y algo especial para su Majestad. Y casi a medio día estos despertaron, agradeciendo el festín y saliendo a dar un paseo por la zona.

Jeongwoo y Junghwan se quedaron para ayudar como meseros en el negocio de Jisoo, mientras que los demás salieron a caminar un buen rato y conocer la zona, aunque Jihoon ya la conocía de memoria, pues como príncipe y futuro rey siempre fue su obligación conocer su reino. Algunas cosas bien habían cambiado, deteriorado, renovado, o simplemente ya no estaban y habían sido reemplazadas.

Yedam decidió quedarse en su habitación para meditar un rato y leer las cartas para saber sobre Haruto y Junkyu en esos momentos, y por el hecho de ser su majestad debía ser específico y educado con lo que quería, pues leer de la realeza era diferente a sólo leer de un ciudadano del reino. La sangre real era sagrada hasta para la magia.

OBEY - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora