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Las mentiras jamás serán clave, justificadas suelen ser perdonada aún con rencor, pero hay cosas que al ocultarse causaron límites abiertos. Así como hay respuestas que no era lo que esperabamos; acciones que lastimas y de las que te arrepentirás tarde o temprano.

Junkyu entendía muy tarde que haber aceptado un amor imposible y vivir una vida que no le correspondía era su peor error. Él era el príncipe, no un pueblerino, reglas lo regían y reglas que al romper le habían traído la más pura felicidad, Haruto.

Y el amor que Haruto una vez le tuvo a su amado parecía pudrirse día a día, lentamente y cada vez más. Al menos eso intentaba, porque cada que sus ojos se topaba nuevamente con el dueño de su dolor, su corazón florecía nuevamente, y la razón lo detenía a cualquier impulso. El odio y el amor jamás han sido buenos amigos, y cuando estos se juntan duele aún más que el amor mismo.

Sus rivalidades y contrarias que una vez se unieron, ahora chocaban con fuerza en la primera oportunidad que tenían. La armonía se fracturó desde aquella noche que la verdad salió a la luz, y junto a los celos, el odio, el amor y la traición todo se volvía más difícil.

Y aunque ahora Junkyu volvía a tomar el lugar que le correspondía, era algo que debió hacer hace mucho tiempo. Haruto no lo hacía. Todo cambió desde que lo conoció.
Haruto lo aseguraba y con fuerza lo sostenía. Junkyu era el responsable de todo su dolor, no había otro culpable;

— ¡Todo estaría bien si jamás te hubiera conocido! — gritó al príncipe omega que manteniendo su postura, soportaba las crueles palabras que quebrantaban cada vez más su corazón. Lo soportaría, porque era su culpa.

No pasó casi nada para que Doyoung diera por enterado de esta tensión.

— ¡Ya basta! — gritó irrumpiendo el espacio entre ambos.

Junkyu tocó su hombro, suplicandole entre pequeñas lágrimas que no se metiera y que lo dejara desahogarse.

Haruto odiaba tanto tener que lastimarlo para olvidarlo. Pero si no dolía, no serviría de nada para ambos.

Ninguno se daba cuenta de que el dolor sólo los encadenaba más al otro.

— Por favor, no te metas. Haruto sólo dice la verdad.

— ¡No, si me meto...!

— Mis problemas se terminarían si tú no estuvieras... — susurró Haruto.

Doyoung calló incrédulo de lo que escuchaba.

— ¿Qué quieres decir con eso? — Junkyu lo enfrentó frente a frente.

— Nada...

Haruto no sabía ni por qué lo había dicho.

— Dilo... — Junkyu habló en un hilo de voz casi quebrantado.

— No quiso decir nada. — interrumpió Doyoung. — Por favor, ya basta. Ustedes dos no sedan cuenta de todo. Y no sé casi nada de ustedes porque cada que hablan es para pelear. — Doyoung volteó con Haruto. — No sé qué te hizo para que lo trates así. Pero si tanto lo odias ¿Por qué no se van cada uno por su cuenta?

Haruto desvió la mirada de Doyoung mirando nuevamente a Junkyu.

— Y tú,... — el pelirrojo volteó con el mayor de los tres. — ¿Por qué no te defiendes? ¿Tanto daño hiciste como para que permitas este trato? Todo el tiempo le pides que tome su lugar ¿De qué hablan?

Los dos se quedaron callados sin hablar más.

— Desear la muerte a alguien ya es muy grave. — Doyoung volteó con Haruto nuevamente. — Cuida tus palabras realmente. Y discúlpate, tal vez después será muy tarde.

OBEY - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora