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Y así pasó el tiempo. Las gemas pronto lograron recuperar la confianza del pueblo, e incluso de aquellos guardias que servían desde el reinado de los padres de Jihoon.

Las tierras robadas a campesinos y granjeros fueron devueltas por las clases altas, con un monto por lo que las mismas produjeron en el tiempo que estuvieron a su mando. El pago a los trabajadores aumentó cuando les dieron acceso a una de las minas más ricas en oro que todo el reino guardaba y de la que Jiang Mao creía que jamás encontrarían.

Yedam dio a las tierras un hechizo temporal, y con ello dio lugar a que Jihoon pudiera bendecirlas y darles prosperidad en sus cultivos. Las exportaciones a reinos vecinos y hasta más alejados, aumentó, trayendo riquezas a los terratenientes y formando lazos entre todo el pueblo para el envío y trabajo de los mismos.

El cambio en el reino fue bastante notorio, así que con constancia se podía ver a quienes seguían dando tributo a Jiang Mao saboteando los cultivos, las exportaciones y búsqueda de oro o minerales preciosos. La búsqueda del príncipe empezó a ser una obligación, pues él era el motor de todo ello. Pero así como el príncipe era visto, podía desaparecer en un parpadeo.

Las gemas eran fuertes si estaban juntas, pero también cada quien por su lado tenía una fortaleza enorme. Detenerlos sería tal vez el reto más grande para el falso monarca, y conservar su corona ya era un futuro incierto.

Así pues, Jiang Mao se alió con varios delincuentes de su reino y bandidos de las afueras, uniéndose estos a la guardia real para la detención de la resistencia y las gemas; sin embargo, hasta ahora las intenciones habían sido vacías. Y es que era difícil detener a alguien que no estaba dispuesto a hacerlo.

En cuanto al príncipe Omega, su entrenamiento seguía. Noa lo había ayudado mucho a mejorar sus técnicas de batalla y agilidad. Rosé estaba orgullosa de lo que el príncipe había podido lograr en poco tiempo, y constantemente lo dejaba ver a su hermano por su espejo encantado, que era algo así como la bola de cristal de Yedam. Aunque había algo que no la ponía muy feliz.

— ¡Noa ¿Viste eso?! ¡El que golpeó a ese bandido es mi hermano! ¡Es Jihoon! — gritaba entusiasmado abrazando a Noa mientras lo zangoloteaba.

— Majestad... No me deja respirar... — respondió Noa intentando aligerar el agarre del príncipe.

— ¡Jihoon! ¡Jihoon, hermanito, tú puedes! — gritó nuevamente subiéndose a la espalda de Noa sin dejar de verlo.

Roseanne los miraba sentada a un lado del sofá en el que los otros estaban, mientras comía algunos frutos secos y terminaba un bordado. Pasatiempo que bien podía terminar con magia, pero era mejor hacerlo por su cuenta.

— Wooah, Mashiho ¿es ese? ¿Lo ves Noa? Él ayudó con el intento de sabotaje en la exportación minera, y Doyoung les tendió una trampa. — señaló el príncipe acomodándose a un lado nuevamente.

Noa se levantó caminando hasta Roseanne mientras intentaba estirarse y recuperar el aire perdido.

— No sabía que su majestad fueran tan hiperactivo... — susurró.

— No te veo muy molesto por ello. — respondió Roseanne.

— Porque no lo estoy. El príncipe realmente es alguien único....

— Noa, el príncipe...

— Ya sé. Pero no puedo evitarlo ¿sabes? Su risa, su sonrisa. Su calidez que me acoje cada vez que me abraza.

Cuando Haruto decía que Junkyu lo había enamorado inconscientemente se refería a eso. Sin una palabra ni una ilusión, Noa era ahora el eterno sirviente de Kim Junkyu.

OBEY - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora