14 de enero, 2019
0700 Hrs
Los rayos del sol empiezan a iluminar nuestra ciudad. Debajo de este cielo tan despejado, la oficina federal central de Los Ángeles es el foco de atención de un sin fin de canales televisivos.
No le he prestado atención a las innumerables fotos que demuestran la destrucción que aquí se llevó a cabo, tampoco me he detenido a leer los comentarios de las personas que juzgan la situación en la que estamos poniendo en duda nuestras capacidades porque desde donde estoy no he dejado de escuchar la irritante voz masculina que se alza entre el cúmulo de reporteros intentando entrevistarnos.
Frunzo el ceño al reconocer el canal al que pertenece. ¿Dónde rayos estaba nuestra reportera?
Ni siquiera nos dieron tiempo para recomponernos del ataque, pues cuando salimos victoriosos lo primero que hicimos fue socorrer a los heridos, verificar a nuestros protegidos y asegurarnos de que ningún recluso huyese tan cínicamente. El tiempo transcurrió fugazmente y para cuándo el sol empezó a nacer allá en lo alto del cielo, los flashes empezaron a arruinarme el día.
Y si a eso le sumaba los gritos de los reporteros que se apretaban contra las rejas que daban paso a la entrada de nuestra oficina, todo empeoraba.
Escuchaba a algunos vociferando mi apellido, a otros preguntando por Rivers y a unos cuántos lanzando preguntas directamente por los altavoces.
¿Dos ataques seguidos? ¿Este atentado tiene relación con el que vivieron en Washington? ¿Por qué sucedió todo de esta forma? Si no hubiesen evacuado la zona a tiempo, todos habrían salido heridos...
Tenso la mandíbula. Su voz es la única que escucho y cuando mis ojos buscan su patética figura, avanzó directamente hacia él, quien no hace más que soltar estupideces en televisión nacional sin saber dónde está parado.
Sus ojos oscuros me ubican cuando estoy a tan solo unos metros de él, mi mirada está puesta sobre su bronceada piel por lo que es obvio quién, de entre todos ellos, es mi destino.
Llegó hacia las rejas, mi porte nunca antes visto tan soberbio ni altanero. Sus iris brillan por la anticipación de entrevistarme, pero cuando me tiene al frente y nota la gran diferencia que existe entre ambos, parpadea inquieto.
—¿Qué estabas diciendo? —Mi voz sale potente y grave, la advertencia es casi palpable en mis palabras.
—Mmm... Eh... —Abre y cierra los labios, finge una sonrisa a la cámara y vuelve a mirarme—. Agente Baxter... —empieza.
Estiró el cuello y elevó una ceja.
—Director —lo corrijo con simpleza.
Vuelve a lucir desorientado e intenta una vez más tomar el control. Los demás reporteros han dejado de lanzar preguntas, ahora dirigen sus micrófonos hacia nosotros intentado capturar todo nuestro intercambio de palabras.
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LA ODISEA DE ASHTON (+21)
ActionExisten pocas formas para describir a Ashton Baxter: Es Implacable. Siempre leal. Y eternamente letal. Con más de veinte años en el mundo federal, él no entiende de pérdidas ni de derrotas porque nunca las ha experimentado... Hasta ahora. Nunca un c...