Capítulo 28

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14 de enero, 2019

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14 de enero, 2019

1400 Hrs


La mayor parte del tiempo que compartía con Ashlyn, cuando no estaba en misiones o de turno, lo pasábamos encerrados en el gimnasio.

Tenía una inmesurable necesidad por hacerle comprender que ella, por ser quién era, por tener el linaje que tenía, por venir de la familia de la que provenía, no tenía límites en este mundo.

Necesitaba que empezara a creérselo para que pudiera asimilar la veracidad que tenían mis convicciones y así, en el futuro, tuviese la misma seguridad que yo tenía en ella.

Fue un proceso muy largo, uno que inició sin siquiera tener el objetivo que llegó a alcanzar cuando fuimos conscientes del peligro que siempre la acecharía.

La primera vez se trataba de algo tan simple como el saber esconderte siempre en los lugares exactos y con el menor tiempo posible. En aquella oportunidad, recuerdo con claridad que la emoción que se apoderaba de mi cuerpo adolescente era casi palpable cuando regresaba a la mansión después del entrenamiento y le comentaba lo genial que me había sentido al recibir la felicitación por el federal que nos entrenaba. Había alcanzado a tener el mejor tiempo y el escondite más imprevisto de entre todos.

—¡Eso es genial, Tom! —me felicitó ella, dejando caer su mochila sobre el piso, interrumpiendo el camino que la llevaría a su habitación. La forma en la que giró para encararme y regalarme esa inmensa e indescriptible sonrisa que sólo parecía tener reservada para mí, me estrujó el pecho porque la manera en la que me miraba, considerando todo lo que sus padres habían hecho por mí... no era correcta—. ¿Qué te dijeron?

Su cuerpo avanzó con efusividad hacia mí y mientras más se acercaba, ese brillo en sus ojos parecía siempre  incrementarse.

Sus ojos.

La mejor creación en este universo.

Lo creí desde la primera vez en que la vi, y aún con toda la inocencia que un niño podía tener a mi edad por ese entonces, consideré que sus ojos eran como la última maravilla del mundo.

—Que soy el mejor —bromeé e incluso ahora podía escuchar a mi subconsciente  regañándome el sentir la calidez que sentía en cuanto escuchaba su risa—. Pero claro, eso ya lo sabía.

— ...ya lo sabías —terminó diciendo conmigo en unísono.

Parte de lo que me impulsó a iniciar lo que se convertiría en una costumbre más bien obligatoria, fueron  las ganas que tenía de escapar de su intensa mirada porque ella seguía siendo una niña, la hija de mi mentor y el tesoro de Lena.

—¿Te gustaría intentarlo? —solté tratando de escapar.

—¿De verdad? —La emoción colándose por sus poros—. ¿Aún cuando sabes que si mamá se entera probablemente te mataría?

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora