Capítulo 31

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15 de enero, 2019

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15 de enero, 2019

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Tiene el labio tembloroso y la nariz enrojecida. Sus largas pestañas se encuentran humedecidas y aquella postura que siempre toma cuando se siente como la víctima de todo, aparece.

Parpadea y sigue sin emitir palabra, espera que yo hable, a que extienda mi brazo y la tome con la finalidad de disculparme por un error que no cometí o con la esperanza de que arreglara una situación que no arruiné.

Sus ojos enrojecen más cuando los segundos pasan y yo sigo sentado sobre nuestra cama sosteniendo ahora mi rostro entre las manos para suspirar e intentar encontrar la fuerza que no tengo de lidiar con ella.

—Has cambiado —solloza, veo la delicadeza con la que da un paso hacia mí y de inmediato suelto un gruñido en negación—. ¿Qué has hecho con mi prometido? ¡¿Dónde está el hombre del que me enamoré?!

Niego y suelto una risa casi silenciosa, era lo único que me faltaba.

Realmente no tenía tiempo para esto, no cuando estaba herido, no cuando mis músculos gritaban ante cada movimiento que daba, no cuando se había comportado de tal manera y no cuando quiso forzar su imagen de esa manera frente a... ellos.

—Ya ni siquiera pasas tiempo en nuestra casa, no me llamas, no me buscas, no me apoyas...

—¿Cuántos años tienes? —le pregunto, alzando el rostro para observarla directamente. Supongo que nota algo en el color oscuro de mis ojos pues da un brinco hacia atrás.

—Sabes que tengo 23.

—Entonces ¿Por qué sigues comportándote como una cría? ¿Necesitas atención, necesitas detalles, necesitas que ponga el mundo bajo tus pies? —Su pecho se hincha y veo el impulso que tiene por soltar una afirmación—. Pues no tengo tiempo para eso, nunca lo he tenido y no lo tendré porque trabajo con el puto FBI, Allie.

»Mientras tú estás debatiéndote entre qué color de mantel usar para la boda, yo estoy asegurando mi chaleco antibalas porque no sé si lo sabes, pero es mi vida la que está en juego, es mi vida la que arriesgo día y noche para que personas como tú no terminen muertas y abandonadas en algún riachuelo. Tú pasas el día atendiendo el teléfono a tu modista, a tu coordinadora de bodas y yo acabo de sobrevivir a un maldito atentando.

»Tengo la espalda hecha una mierda, los hombros entumecidos y lo único que recibo de ti son estos comportamientos inmaduros.

—Sabes que no se trata de eso, cariño, y no sabes lo mucho que me hieren tus palabras.

Se lleva una palma sobre el corazón y me observa con incredulidad, como si no creyese todo lo que le estoy diciendo.

—¿Entonces por que apareciste en mi trabajo?

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora