Capítulo 34

68 9 0
                                    

15 de enero, 2019

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

15 de enero, 2019

0900 Hrs

—¿Lo tienes? —pregunto.

Está concentrado y lo sé porque cuando se ensaña con algo tiene esa manía de mover su pierna distraídamente. Su pie repiquetea mientras sus dedos no dejan de moverse sobre el teclado.

Permito que siga en lo suyo mientras camino de un lado a otro detrás de él, revisando las hojas impresas que tengo en las manos. Memorizo toda la información que leo, absolutamente cada ínfimo detalle que no hace más que mentalizarme para el nuevo esquema que estaríamos trabajando.

Hasta ahora tengo identificados a cinco personas que pertenecen no sólo al casto linaje nacional, sino, escalando mucho más allá, al elitismo que con el paso de los años se ha forjado en todo el mundo.

Rostros que han tardado en ser descubiertos porque, por más que se niegue, el dinero y el poder a veces lograban salvarte la vida al esconderte del resto.

Miles de identidades fueron descubiertas en este corto tiempo, nombres y apellidos que sólo servían para ocultar a quién se creía refugiado del ojo federal.

—Ahí tienes otro —señala Jeff, justo antes de que la impresora nos brinde una nueva ficha de identidad. Si estuviésemos en el Departamento de Forense podríamos simplificar todo con el sistema de reconocimiento facial, sin embargo, preferíamos analizar y estudiar la información sustraída en la oficina de Jeffrey.

En este lugar encontrábamos más de lo necesario para investigar con toda la implementación que le había dado a su lugar de trabajo. Y aunque podíamos usar más de las instalaciones que se nos daban, preferíamos quedarnos en el aislamiento que nos concedían estas paredes.

Mis dedos tocan la superficie del documento y en cuanto leo el nombre, reconozco la imagen y me vuelvo consciente de lo que sucede, me trago el nudo de la garganta. Ese pinchazo que emerge desde mi interior se transforma en una profunda sensación de aturdimiento y decepción gracias a la serie de sucesos que leo y de una u otra forma calan en mi sistema.

—Siguiente —alego con seriedad, con unas ganas inmensas por ver otro rostro que no sea aquel que está grabado en la hoja que aún sostengo.

—No me sorprende —añade Jeff, haciendo alusión a la nueva identidad descubierta.

Lo tomo y, en efecto, a mí tampoco me sorprende.

No, porque ya la había visto en aquel pozo nauseabundo que logramos volar en llamas.

Ella seguía con vida, como muchos otros que pese a la escoria de humanos que eran, gozaban de una suerte mortal que parecía burlarse de la muerte.

—A este paso —suspiro—, toda la familia del Senador terminará tras las rejas.

—Y muy pronto él —agrega sin dejar de hacer lo suyo—. Ha sido muy hábil al entretejer todas sus coartadas, pero en algún momento su patrón tendrá que quebrarse. Siempre hay errores, Tom. Siempre los hay.

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora