Capítulo 36

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15 de enero, 2019

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15 de enero, 2019

1200 Hrs

El auto se detiene justo a tiempo, permitiéndole al hombre trajeado tener el tiempo suficiente para saludarme, darme la bienvenida a Golden Vibe, uno de los clubes de cinco estrellas para los apasionados del golf y del tenis.

—Bienvenido, Sr. Baxter —me sonríe, entregándome el carnet de socio que tengo desde hace ya algún tiempo—. Esperamos disfrute su estadía en nuestras áreas —finaliza, entregándome el código de estacionamiento que tengo reservado a mi nombre desde que decidí pertenecer a este lugar tan pijo.

Asiento, recibiendo el ridículo objeto que me entrega, elevo la luna polarizada de la ventana y piso el acelerador.

Al llegar al espacio que tiene mi apellido grabado, estaciono el carro. Mis ojos se conectan con su propio reflejo a través del espejo retrovisor mientras mis manos se dedican a hacer lo suyo para apagar el coche. Espero los minutos necesarios dentro del vehículo y justo antes de que se cumpla la hora, me coloco los lentes oscuros de sol, verifico el móvil en el bolsillo delantero de los pantalones blancos que visto y finalmente bajo de la camioneta.

Me alejo una vez dejo todo asegurado, procedo a ajustar la maleta oscura que cuelga de mi hombro y decido salir del estacionamiento. En el camino hacia el exterior me topo con una infinidad de ostentosos deportivos, placas que se reconocería con bastante facilidad y ahí, entre esos tantos lugares, está el único que me interesa, el mismo que me demuestra que, en efecto, mis especulaciones como de costumbre se terminaban cumpliendo.

Existía un sinfín de razones del por qué este no era mi ambiente en lo absoluto.

Lo primero, las sonrisas y el comportamiento de hipocresía que se grababa en cada uno de los rostros de los presentes aquí. Después de ello estaba el hecho de que siempre intentaban pisotearse entre sí mismos, demostrando que por mucho que pudiesen compartir del mismo ambiente, del mismo estatus, de la misma partida, siempre existiría uno con más poder y era justo esa persona quien siempre tenía los gestos más amables y las palabras más absurdas que denotaban las ilógicas advertencias que usualmente lanzaban, palabras maquilladas con una falsa solidaridad que causaba nauseas.

Cruzo el área de la piscina, obviando saludar a quienes intentan acercarse en cuanto reconocen mi rostro, opto por ubicarme en una de las mesas más alejadas de la zona, eligiendo una ligera bebida mientras lograba ponerme en sintonía con lo que me rodeaba.

Los minutos pasan, sigo bebiendo y hasta me tomo el lujo de pedir uno de los mejores platos del lugar; mi vista sigue perdida en la nada desde el preciso momento en el que me acomodé sobre este asiento. Las personas caminan de un lado a otro, vestidos con el más pulcro blanco, usando joyas de plata y oro, con gemas que no deberían ser usadas dentro de lugares como estos, pero ¿Quién soy yo para juzgar?

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora