Capítulo 39 - I

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16 de enero, 2019

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16 de enero, 2019

1300 Hrs – Tijuana

—No...

Se me escapa un gruñido de los labios.

—Ya sé, ya sé. Que no la pierda de vista. ¡Ya lo sé, joder! —estallo, y debo parecer loco ante los ojos del resto. No cualquiera ve con normalidad a alguien que prácticamente se grita a sí mismo—. Es la décima vez que me lo repites —bajo la voz, sólo para que él logre escucharme a través del auricular.

Jeffrey suelta una exhalación que refleja la tensión que se carga encima.

—Si tan sólo hubiese podido ser yo quien se introdujera a ese maldito hotel —masculla.

Cambio la página del libro que se supone estoy leyendo, estiro la mano libre hacia el café que reposa en la pequeña mesa de adoquín junto a mí, bebo un gran sorbo y la vuelvo a colocar en su lugar. Suelto una pequeña exhalación de sorpresa, frunzo el ceño y finjo que las letras que recorren mis ojos son el motivo de mi reacción.

—Lleva con él casi veinte minutos —puntualiza.

No dejo que sus ansias por querer saber cada paso que Gale da, me desconcentre. No puedo desviar la vista hacia donde ella se encuentra, no a menos que sea necesario. Desde el ángulo en el que me encuentro soy lo suficientemente capaz de captar cualquier movimiento que me permita entrar en alerta si la situación lo ameritase. Tengo una vista periférica bastante agudizada y especializada para este tipo de misiones.

Cambio de página nuevamente y esta vez llevo a los labios la galleta de arándanos que pedí minutos atrás.

—¿Todo bien con su pedido, señor? —pregunta un caballero, vistiendo el uniforme de la lujosa cafetería en la que me encuentro.

Sonrío con honestidad y muevo la cabeza.

—Más que perfecto.

Él inclina el rostro, sus ojos oscuros brillando por mi respuesta y antes de alejarse, emite un agradecimiento por mi preferencia.

—Arriba —susurro, asegurándome de que sólo sea Jeff quien me escucha—. Se han levantado.

Había hecho mi maldito trabajo para asegurar el que estuviésemos en los lugares indicados justo en el momento exacto en el que nuestros anzuelos llegaban. De no haber estudiado a quienes nos encontraríamos aquí, habríamos perdido demasiado tiempo. Sin embargo, hasta ahora todo marchaba como queríamos.

Justo como ahora, que si Ada Gale estaba ingresando al hotel Ambrossia sintiendo el calor de un extraño tacto masculino sobre la base de su espalda, era porque cuarenta minutos atrás logró coincidir con Francisco Yetzel. Y todo sucedió de forma tan natural que hasta orgullo daba.

Ada había sufrido de un pequeño choque automovilístico, estaba hecha una furia cuando le destrozaron el parabrisas y con una ligera herida en la cabeza y el brazo ensangrentado, no dejaba de gritarle al conductor que no había hecho nada más que escapar en el preciso momento en el que Francisco llegaba al hotel.

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora