LA ODISEA DE ASHTON (+21)

Capítulo 40 - II

2145 Hrs

Me he logrado escabullir sin atraer ningún tipo de atención.

He caminado con normalidad sin alterar la tranquilidad que se lee en mi rostro y no he parado hasta encontrar el baño más alejado y menos concurrido del lugar. Sin prisa, ingreso y no me atrevo a mirar mi reflejo hasta que no logre sacar ese sabor impregnado en mis labios.

Un jodido papel.

¿Por qué de entre los dos he tenido que ser yo?

—Hijo de puta —gruño, pensando en la magistral idea de mi mejor amigo.

Una risa se escucha detrás de mí y no tengo la necesidad de girar porque lo reconozco.

Las ganas de estrangularlo aparecen, pero estoy tan encaprichado con arrancarme ese maldito sabor que no paro de enjuagarme la boca.

—Qué exageración —se burla—. Al menos dime que este drama tuyo ha valido la pena.

Mi mano se escabulle en el bolsillo, tomo el celular y se lo extiendo.

—Perfecto —me felicita—. Eres casi tan bueno como para ser parte de mi equipo.

—Jamás. Esto ha sido como prostituirse en un abrir y cerrar de ojos.

—Gajes del oficio —se encoje de hombros—. Ahora, necesito que ingreses a este celular y localices el programa que enlaza todo el sistema de GPS de los autos de la familia. Francisco ha salido ya con Gale y los hijos de Tenoch lo han seguido, cada uno con sus respectivas camionetas.

De inmediato me elevo, encontrando sus ojos en el reflejo del espejo.

—¿Ya ha sucedido? ¿Tan pronto?

—Positivo. Gale estaba besándolo cuando él la instó a acompañarlo. ¿Ves? Ella entiende que esto es parte de nuestro trabajo y no anda lloriqueando como tú, Evans.

Tenso la mandíbula. No es eso, es que he pasado tanto tiempo... muevo la cabeza y me lanzo agua nuevamente al rostro, despejando aquellos pensamientos.

—Sólo estoy agotado y fuera de práctica para esto.

—Bueno, pues deja de estarlo porque necesitamos largarnos. Tenemos que salir por donde ingresé, así que prepárate para calmar tus ansias que tardaremos unos cuantos minutos en volver a llegar a la superficie.

Thomas no miente cuando me pide que calme mi necesidad de empezar a correr, porque el camino hacia el puente en el que lo dejé se me hace eterno. Y no es hasta que llegamos que puedo hurgar en el móvil que sostengo. No es difícil tirar abajo su debilitado sistema de seguridad, por lo que no tardo en indagar la información que necesitamos.

Descubrimos que Uriel es tan controlador con cada peón suyo que siempre tiene esa necesidad de tenerlos localizados. Cada móvil comparte la  ubicación del resto, en caso deseen llegar al otro por emergencia. No me cuesta desviar la dirección que este móvil brinda para evitar inconvenientes y así poder indagar, con tranquilidad, hacia dónde se dirigen las camionetas de Francisco y los hijos de Uriel.

Con la finalidad de no ser tan obvio, decido verificar el trayecto de Elizabeth Tenoch.

—Es la misma ruta —señalo lo evidente. Yetzel siempre hace su primera parada en el mismo lugar, por lo que subimos al coche y seguimos el camino a través de la carretera.

Ahora sólo somos los dos en una persecución que debe pasar desapercibida hasta que sea lo suficientemente tarde para ellos. Nos aseguramos de quitar la placa del auto, de poder confiscar este automóvil para despistar a quien quiera buscarnos en el futuro más próximo. Estábamos en un punto en el que se debía ser lo más cuidadoso posible. En especial con estos detalles tan nimios.