Deust Host

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El fuego arde frente a mis ojos, los gritos se escuchan a mi alrededor, la oscuridad nos envuelve por completo mientras las sombras de los cuerpos sudorosos se apropian del lugar a campo abierto en el que estamos.

Mis ojos se concentran únicamente en el oscilar de las llamas, es una vista digna y admirable; el contraste que se forma con todo aquello que sucede aquí, frente a mis narices, es espectacular.

Escucho plegarias, escucho sollozos, escucho tanto, tanto dolor... Y no siento nada. No hay ni un ápice de empatía ni de arrepentimiento en mi interior. He sido criado con este infierno que parece ser el centro de mi mundo.

La inmensa fogata pasa desapercibida en territorio húngaro, mi territorio, o eso es lo que me repiten a cada nada. No soy más que un adolescente que no hace otra cosa que estar sentado sobre un tronco mientras admira en silencio lo que sucede, porque pronto dejaré de ser un espectador para convertirme en el amo y señor de esta cadena llena de desgracia.

A lo lejos reconozco el rostro de Violett quien no deja el lado de mi padre, él quien no es más que un líder provisorio porque aunque él no lo sabe, ese puesto que ocupa nació para ser mío.

Ladeo mi rostro hacia la jaula que tiene del otro lado, hay una mujer desnuda, torturada, débil que no hace más por luchar contra su propia sangre queriendo escapar de entre sus labios.

Mi mano asciende hacia mi pecho, palpando el corazón que no siente nada por la mujer que me dio la vida. Dentro de la jaula hay un diminuto ser que no hace más que succionar la leche que necesita para vivir. Ese pequeño ser de luz que nació con tanta fantasía grabada en sus ojos, como yo con la oscuridad característica de mi linaje.

Detecto un cuerpo movilizándose hacia donde estoy, de pronto su figura desciende hasta ubicarse a mi costado. El hermano de mi padre palmea mi hombro y suelta una risotada, trae la bragueta abierta, tiene el torso desnudo mientras dice:

El pequeño Deust —me nombra, tal y como todos me llaman—. ¿No es grandioso? Saber que puedes romper cualquier ley a tu antojo y no pagar por ello, ¿No te hace sentir poderoso?

Chasqueo los labios.

—El poder lo tengo desde que nací —suelto—. Pero esto que que sucede aquí —señalo a las personas que fueron arrastradas con nosotros a este rincón de Europa—, no es ni la milésima parte de lo que yo lograré alcanzar.

Él ríe con más ganas, porque a ojos de todos mi padre es un ser inalcanzable e insuperable.

—Nuestra familia siempre ha luchado por mantenerse a la cabeza. Y gracias a él —apunta al hombre que ahora ha entrado a la jaula, sacando a mi hermano de su interior, para abusar por milésima vez de mi madre—, lo hemos conseguido.

Mi cabeza se mueve en negación en tanto me pongo de pie. Tengo una altura bastante llamativa, pese a que todos los hombres que están aquí son gigantescos, yo lo soy mucho más. Mi cuerpo no es el más grande, no tengo tantos músculos como el resto, pero se ha probado ya que puedo con todos ellos. Me estiro el saco que me protege del frío y observo a mi tío.

—¿A la cabeza de quién exactamente estamos? Porque no hay nadie temiendo por nuestro apellido. Tenemos un peso jerárquico en este mundo, sí, pero no es suficiente.

—Lo es para tu padre

—Pero no para mí.

—Sin embargo, es su opinión la única que importa.

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora