Capítulo 6

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02 enero, 2019

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02 enero, 2019

0930 Hrs

Lleva mirándome de la misma forma desde hace cinco minutos: con el entrecejo fruncido, los brazos cruzados y la desesperación marcándose en cada rincón del rostro porque está entre la espada y la pared.

—¿No piensas alegar nada? —pregunta, dándose pequeños masajes en la frente.

Vuelvo a observar el file que ha depositado con furia sobre mi escritorio. Sin necesidad de abrirlo sé de qué va todo esto.

Rivers resopla al tiempo en el que afloja su oscura corbata. Viste un traje muy elegante que hace contraste con esta fina y deslumbrante oficina que posee mi nombre y cargo grabada en la puerta de cristal.

Se ve tan distinto a mí que tan solo opto por un pantalón oscuro y una camisa blanca doblada a la altura de los codos, además de este estúpido chaleco antibalas que siempre estoy obligado a usar porque uno nunca sabe en qué momento algún psicópata decidirá iniciar un tiroteo.

—No —respondo. Hago a un lado los documentos que trajo para empezar a preparar las preguntas hacia Mills. Eso, por supuesto, lo enoja más.

Su mano cae con pesadez sobre el portátil que estaba a punto de abrir. Cierro los ojos, intentando mantener la calma.

Ese portátil fue un regalo de Ash y si algo le llegase a suceder a una de las últimas cosas que tengo de ella...

Mis ojos ascienden hacia los suyos cargados con una advertencia. Retira su brazo apenado y yo vuelvo a abrir la laptop verificando que todo esté bien.

—¡Estoy intentando ser razonable aquí, Ashton! —eleva la voz. Es de las pocas personas en este edificio que me llama por el nombre de pila—. Tengo al senador en la línea telefónica desde primera hora y tú...

—Y yo sólo hago mi trabajo. Algo que todos deberían hacer en este maldito lugar.

Reviso la información en el sistema que tenemos sobre Alfred Mills y al ver su imagen la furia me inunda. Últimamente era incapaz de detener esos latigazos de cólera que me enervaban cada vez que me topaba con hombres de su estirpe.

—Golpeaste al hermano del senador de los Estados Unidos —empieza a enumerar—, lo amenazaste, lo desnudaste y por ello su rostro y cuerpo han sido mostrados en todos los noticieros de hoy. ¿Qué crees que opina el Senador Lancaster de esto? El apellido de su familia ha sido manchado.

Evito revolotear los ojos porque, a pesar de todo, sigue siendo un superior pese a que yo pude haberme apoderado de su rango cuando me lo ofrecieron y yo amablemente rechacé aferrándome al que ya ocupaba desde hace unos años. Esto de las jerarquías y el respeto que se le debía a los demás era cansino.

Los títulos iban de la mano con placas singulares según el puesto que ocupabas dentro del orden jerárquico del FBI, todos alardeaban por sus logros y se empecinaban por ser llamados tal y como su rango lo indicaba, y ahí iba yo prefiriendo ser llamado como agente Baxter en lugar de director Baxter porque aunque toda la agencia sabía que me gustaba ser identificado del primer modo, no ponían en tela de juico mi verdadero cargo como director al mando del departamento más importante de nuestra sede federal: el de investigación.

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora