Capítulo 22

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13 de enero, 2019

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13 de enero, 2019

0430 Hrs

El dolor en mi sien taladra cada uno de mis sentidos. 

Todos mis músculos se encuentran tensos, con tan solo un pequeño movimiento mi interior parece rugir contrariado. No he dejado de observar al cielo gracias a la vista que me concede esta habitación de lujo en el hotel que nos hospedábamos. La cama da directamente a la luz lunar que entra por esa mediana ventana que me ha alumbrado por horas desde que regresamos y decidí encerrarme aquí. 

Tengo muchas cosas que hacer, que analizar, que comunicar y sinceramente reconozco que ahora mismo no tengo las fuerzas para ejecutarlas. 

Un enorme y sólido nudo se ha estancado en mi garganta, dificultándome el respirar. Mis manos temblorosas suben hasta mi cabeza y la sostienen con fatiga porque hasta ahora no he dejado de recordar. 

Cuando Lena me dijo hace poco más de diecinueve años que estaba embarazada, no me lo pude creer. No pude concebir la idea de que aquella mujer que me desnudaba el alma y destruía mi coraza de implacable con una mirada, me estuviese dando el mejor de los regalos habidos y por haber. Me bendijo con algo que no sabía que esperaba con tantas ansias. Hice hasta lo imposible para estar junto a ella en cada paso y en cada descubrimiento de esa nueva etapa de nuestro matrimonio.

Estuve ahí cuando empezó a crecer su barriga, también lo estuve para sostenerle la melena cuando corría durante las madrugadas a vomitar, con una sonrisa de cansancio dejaba la comodidad de mi hogar para complacer cada uno de sus antojos aun cuando muchos de los establecimientos alimenticios estuviesen cerrados. Tome su mano y la sostuve con nerviosismo en la primera cita con la ginecóloga, intenté mantenerme firme cuando el primer latido de aquello que habíamos engendrado con tanto amor se escuchó por la sala, pero me fue imposible el controlar el estremecimiento en mi interior. 

Porque desde aquel preciso momento reconocí que ese ser, aunque aun no me conocía, se convertiría en el mayor tesoro de mi existencia. 

Lloré en su nacimiento y llené de besos el rostro de mi mujer, agradeciéndole una y otra vez el haberme elegido, el hacerme tan feliz y el siempre caminar a mi lado aun cuando mi vida era más que complicada. La adoré todos los días en los que se recuperaba de la etapa post parto mientras yo me encarga de mi dulce, angelical y diminuta princesa. 

La primera vez que abrió sus ojos y dejó en evidencia que había heredado la maravillosa mirada de Lena, sonreí como nunca antes lo había hecho porque no podía creer lo malditamente afortunado que era por ser recompensado con dos seres que parecían haber sido creados fuera de este mundo. 

Ninguna misión en mi vida me había acojonado tanto como la vez en la que mi niña cayó por los últimos escalones de la escalera y terminó sin un diente, y en tanto yo estaba corriendo con ella en brazos con el corazón desbocado, conduciendo como un frenético al ver la herida que tenía en sus blanquecinas rodillitas, ella no dejaba de reír por mi rostro desencajado. 

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora