Existen pocas formas para describir a Ashton Baxter:
Es Implacable.
Siempre leal.
Y eternamente letal.
Con más de veinte años en el mundo federal, él no entiende de pérdidas ni de derrotas porque nunca las ha experimentado... Hasta ahora.
Nunca un c...
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25 de noviembre, 2017
2300 Hrs
La gelidez del ambiente hace estragos en mi sistema, congelándome hasta el aliento mientras la oscuridad me engulle. Le doy un rápido vistazo al reloj. Era oficial: desde hace veintitrés horas estábamos activos y en marcha con el operativo.
Observo por los binoculares a la casona de concreto que hemos estado estudiando por semanas. Hay poco movimiento alrededor, lo que es muy común en el lugar. Según los informes recopilados, cada seis horas una camioneta oscura derrapa sobre el arenal a las afueras del inmueble de dos pisos. Tiene pocas ventanas y desde aquí logro identificar que el color de la iluminación tiende a colores neones. Colores que confunden y causan distorsión en la mente cuando el sistema humano está inundado por las drogas.
El silencio persiste y lo único que escucho son las manillas del reloj en mi muñeca. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...
La camioneta aparece y sé que es ahora o nunca. Cojo el intercomunicador y lo enciendo.
—¿Todos en posición?
—Afirmativo —me contestan al unísono y en susurros.
He dividido a mis hombres en cinco grupos de quince, cada uno liderado por mis mejores agentes. Tienen claro sus funciones y el objetivo que hemos venido analizando desde hace días. Cada punto de concentración debe ser desmantelado y lo será si avanzamos con sigilo y seguridad.
—Esperen por el ingreso —ordeno.
No les toma ni tres minutos para que las puertas sean abiertas con rapidez. El piloto desciende y sin esperar ni un segundo más se dirige hacia la puerta trasera; por otro lado, el copiloto baja asegurando que su glock 25 este cargada.
Son hombres de aparentemente treinta y cinco años y veintitantos años respectivamente. El primero se caracteriza por la masa corporal y el segundo por ese rostro bastante atractivo para los jóvenes de hoy en día. Ambos sacan dos cuerpos femeninos e inconscientes desde los asientos traseros y mientras el conductor entra de frente con la adolescente cuya cabeza cuelga sobre sus brazos, el segundo se toma unos momentos más para estudiar el lugar y verificar que, en efecto, están solos.
Estoy a punto de dar el mandato para ingresar sin perder ningún segundo justo después de que el más joven de los dos se pierde por la entrada de la casona. Mis cinco agentes ya habían dado la confirmación de que estaban en posición para el ingreso de sus respectivos locales.
Empiezo a hablar hasta que Evans me detiene.
—Nuestras cámaras detectan movimiento, señor. —Frunzo el ceño. ¿Movimiento? Lo observo por encima del hombro y al tenerlo inclinado sobre la maleza que nos cubre a todos, me veo en la obligación de agacharme hasta su altura. Me señala la pantalla de su equipo portátil—. Hay tres autos dirigiéndose a nuestra posición.