Capítulo 25

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13 de enero, 2019

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13 de enero, 2019

2200 hrs

Estoy hasta las narices de que todo el mundo me subestime.

¿Creían que me quedaría sin mover ni un puto dedo?

¿Pensaban que podían apropiarse del estado que estaba bajo mi jurisdicción?

¿Acaso pretendían burlarse de mí cuando más incontrolable, ardido y rencoroso me sentía?

No, claro que no.

Por supuesto que no, maldita sea.

El helicóptero está por ingresar al campo federal y la imagen que nos recibe no hace más que cegarme de rabia.

Thomas y yo compartimos una mirada antes de colocarnos detrás del armamento que mandamos a acondicionar minutos previos a subir al helicóptero. Tiene la mandíbula endurecida y sus ojos  parecen fundirse con el dorado de sus iris.

El bullicio de las explosiones, la vista del fuego creciendo con furia, las balas incrustándose en la piel...

Desactivo el seguro, verifico las municiones que se desencadenarán consecutivamente, aferro mis manos al mandoble antes de verificar los lentes que se posicionan sobre mi nariz, otorgándome una vista certera para detallar mi rango de ataque y disparo. Soy consciente de la forma en la que Thomas aprovecha todo los ángulos posibles para dejarse ir porque al igual que yo se siente tenso e iracundo. 

La nave se inclina con cada giro que da, las olas de calor se expanden con rapidez y sin perder el equilibrio abrimos un cortina de humo que sirve para que los federales se oculten y logren posicionarse en lugares estratégicos para contraatacar a ese cúmulo de gente que acaba de ingresar. Una de las paredes de nuestra sede está reducida a escombros, algunas torres están en las mismas condiciones, el exterior de las oficinas está prácticamente en cenizas... el holocausto de Los Ángeles. 

Pero no por mucho tiempo. 

Me comunico con Gale, quien gracias a Dios responde de inmediato. La ubicamos en unos cuantos minutos, minutos que nos encargamos de marcar una gran ventaja entre los que predominaban en la tierra desde el puto cielo. 

Con lentitud y sin dejar de disparar a diestra y siniestra, intentamos aterrizar con dificultad sobre la torre. El espacio es justo, no hay demasiado campo para sobrevolar con confianza por lo que el piloto nos indica que puede acercarnos a unos metros por encima y de ahí todo dependía de nosotros. No era algo complicado, pero tampoco sencillo. El riesgo de torcernos algún hueso era muy grande, sin embargo confiábamos en nuestras capacidades y no sería ni la primera ni la última vez que descendíamos a suelo firme de esta manera. 

LA ODISEA DE ASHTON (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora