Existen pocas formas para describir a Ashton Baxter:
Es Implacable.
Siempre leal.
Y eternamente letal.
Con más de veinte años en el mundo federal, él no entiende de pérdidas ni de derrotas porque nunca las ha experimentado... Hasta ahora.
Nunca un c...
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06 de enero, 2019
0600 Hrs
Hay gotas de sudor recorriéndome la piel del rostro. Tengo todo el torso desnudo cubierto por la humedad, las pantorrillas me queman y el corazón bombea con fiereza contra mi caja torácica.
Con los ojos cerrados dejo que la música que llega a mis oídos haga lo suyo e intente relajarme. Llevo más de una hora corriendo por el circuito de playas que está a poco más de media hora de la mansión. Necesitaba despejar la mente, caer en un mar de tranquilidad capaz de mantenerme en una parsimonia total y lo único que podía conseguir un efecto similar a ello, sin contar mi trabajo, era el correr por las mañanas sin muchas personas a mi alrededor.
El cielo está cubierto por una fina capa de neblina, el clima es tan frívolo que hasta las aves se han escondido de las ráfagas de viento. La brisa que azota mi cuerpo me estremece hasta la fibra más sensible; es reconfortante saber que aun con todo soy capaz de perderme en sensaciones tan simples como estas.
Inhalo con fuerza y el oxígeno que arremete contra mis fosas nasales escuece.
Hay tantas cosas, ideas, dudas, preguntas y escenarios taladrando mi cerebro. Y con cada trote, con cada impacto de mis pies contra la arena intento deshacerme de esas cosas que solo me traen inquietud.
Calma.
Necesito calma.
Mis inhalaciones y exhalaciones son lentas, las zancadas que doy son firmes y no pasa demasiado tiempo para que el circuito que he recorrido más de doce veces en esta mañana empiece a llenarse.
Me exijo un poco más y para el momento en el que las miradas empiezan a posarse en mí, en las gotas que caen sobre mi piel, decido que es tiempo de marcharse y regresar a la mansión.
Llego al alucinante Aston Martin grisáceo que destaca entre tanta camioneta y motocicleta. Es un modelo clásico, veloz y cómodo capaz de ser maniobrado con excelencia en cualquier tipo de pista y el echo de que sea bajo y tenga un estilo elegante sin llegar a ser tan ostentoso, es lo que más me agrada del modelo. Desactivo el carro y empiezo mi camino de regreso no sin antes encender el reproductor musical.
Antes de salir de casa, cuando bajé a la cochera para elegir el auto que usaría y opté por éste, la inseguridad me invadió.
La última vez que lo conduje fue cuando recogía a Ashlyn del concierto por el cuál insistió demasiado en ir. James Arthur tenía una voz digna de ser ovacionada, me decía ella; a mí en lo personal me parecía que sus canciones y estilo musical era muy deprimente. Sin embargo, ella lo amaba.
Me había convencido de que tenía que volver a vivir sin desligarme de mi objetivo, no podía solo ser una desgraciada alma que vagaba por el vacío en busca de algo de redención. Por ello, pese al temblor, abrí el coche, me monté en él y manejé hasta aquí. Fue duro, pero no imposible. Y ahora me tocaba nuevamente estar en su interior para regresar a casa.