Capítulo 30

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Después de pasar todo el día junto a Hera, primero recibiendo masajes en el spa, después yendo a que nos hicieran la manicura y pedicura, que nos maquillaran y peinaran, voy a mi cuarto para cambiarme, ya que la fiesta es en una hora.

Entro a la habitación y veo a Horus abrochándose la camisa. Tiene puesto un pantalón de vestir negro y, en la cama, tiene extendida la chaqueta y la corbata.

- Veo que te lo has pasado en grande con Hera, ¿no?-

- Sí, desde luego es mucha mejor compañía que tú.- respondo yendo al vestidor.

- Se te ve amargada, necesitarías un buen polvo.-

- No creo que aquí lo pueda conseguir.-

Al no recibir respuesta, sé que mi comentario le ha molestado. Así que continúo poniéndome el vestido color malva que he elegido. Después me abrocho los tacones negros y me pongo algunos accesorios. Cuando estoy satisfecha con mi look, me perfumo y salgo a la habitación.

Horus está sentado en un sillón mirando el móvil.

«Qué bueno está el cabrón...»

- ¿Nos vamos?- pregunto.

Él me mira de arriba a abajo pero no dice nada. Simplemente se levanta y me ofrece el brazo. Yo ladeo los ojos y se lo agarro.

Ambos salimos y nos dirigimos a las escaleras principales para reunirnos con el resto de invitados, que ya están llegando.

Pasamos horas charlando con el resto, simulando que nos interesan sus vidas. Por supuesto no damos nuestros verdaderos nombres, puesto que muy pocos conocen el rostro de mi marido y así debe seguir siendo. Así que nos presentamos bajo el nombre de Rayan y Kendra, como si trabajáramos para los Inmortales.

Sobre las doce de la noche, una pequeña orquesta comienza a tocar algunas canciones lentas para que la gente baile. Zeus y Hera son los primeros en salir. A primera vista se puede ver claramente lo enamorados que están.

Algunas otras parejas se van uniendo. Me quedo viendo la escena embobada, desde que era niña me encantaban este tipo de bailes, pues me recordaban a los cuentos de princesas Disney que tanto me gustaban.

- Aisa...- susurra Horus.

Le miro y observo que tiene una mano extendida, invitándome a bailar. Sin pensarlo mucho la acepto y nos dirigimos al centro de la pista. Con suavidad, él me agarra la mano hasta ponerla en la posición adecuada. Después me sujeta delicadamente la cintura y yo coloco la otra mano en su hombro.

Comenzamos a bailar sin dejar de mirarnos, mientras que Dancing in the Dark suena de fondo.

Una sensación muy agradable recorre todo mi cuerpo, un sentimiento de paz y tranquilidad. Horus es un excelente bailarín, se mueve con destreza y yo le sigo.

Nos deslizamos por la pista y parece que solo estamos ambos, que no hay nada más que nosotros dos, que nuestros ojos brillando con intensidad, nuestras respiraciones coordinadas de manera armoniosa...

Llega un momento en el que decido apoyar la cabeza sobre su pecho y cerrar los ojos, disfrutando del momento. Horus me atrae hacia él y me abraza mientras seguimos con nuestros movimientos.

Hacía mucho que no me sentía tan bien como ahora y lo cierto es que no sé por qué.

De pronto, mi mente se ve envuelta en recuerdos del pasado... Una fiesta en un hotel de Nueva York y Marcos y yo bailando en el balcón. Me acuerdo perfectamente de su sonrisa, de cómo nos tropezábamos miles de veces intentado seguir el ritmo de la música. Me acuerdo de la dulzura de su voz y de cómo me gustaba que me llamara princesa Aisa. Pero, sobre todo, me acuerdo de su promesa: "Cuando sea mayor de edad volveré a buscarte para que te cases conmigo Aisa".

Esclava de un diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora