Capítulo XI

55 7 3
                                    

- Bien, continúa así, lo estás haciendo muy bien Dylan.

- No puedo, es muy difícil.

- Si puedes Dylan, no luches contra el, solo déjalo que fluya.

Dylan había comenzado sus prácticas con Dorotea, un hada muy poderosa aliada del clan. Dorotea usaba su magia para controlar los elementos de la naturaleza y era la más apta para que Dylan aprendiera a desarrollar sus habilidades. Sin embargo, las últimas semanas habían sido difíciles pues cada vez que creía estar dominando su poder algo salía mal y eso era que perdía el control.

Las imágenes de él atacando a ese beta del clan y de cómo inundó su antigua escuela aparecían en su mente. Reprimia su poder y Dorotea lo había notado. Por tal razón, necesitaba que Dylan dejara fluir su poder y por eso le estaba enseñando a controlar una pequeña masa de agua. Tenía que hacerla fluir a su antojo, pero cada vez que lo intentaba volvía a fallar una y otra vez. Justo como en este momento.

- Tienes que relajarte Dylan, no vas a logra nada si sigues deteniéndolo.

- Lo sé Dorotea, pero es que...

- No, ya me cansé de escucharte decir que no puedes. Sabes muy bien que sí puedes, pero sigues aferrándote a la idea de que tu poder es peligroso. Así que, olvidate de esa idea, y vuelve a empezar de una vez. - Dorotea comenzaba a molestarse con Dylan.

- De acuerdo. - Dylan se sentía mal. Ahora recordaba porque se había alejado de sus entrenamientos. Siempre terminaba por decepcionar a todos. Se sentía un inútil y no había nadie que pudiera hacerlo cambiar de opinión. Siempre sería el niño debilucho de su familia.

Volvió a intentar y está vez se relajó. Lo estaba logrando, pero comenzó a sentir como su poder se volvía errático. La esfera de agua que tenía en sus manos comenzó a congelarse y luego comenzaron a formarse púas.

- Dorotea. - dijo Dylan aterrado.

- Relájate Dylan, relájate.

- No puedo, Dorotea.

De pronto una buena parte del agua del lago que estaba a un lado de donde estaban practicando comenzó a elevarse y rodear a Dylan. Él sabía lo que sucedería en ese momento.

- CORRE. - le gritó a Dorotea quien utilizó su magia para elevar un enorme muro de rocas.

Dylan no pudo contenerse más y soltando un grito dejó salir todo. El agua que lo rodeaba se convirtió en púas de hielo afiladas que fueron lanzadas en diferentes direcciones. Cuando por fin pudo tranquilizarse observó a su alrededor. Había mucha destrucción por todos lados y eso lo aterrorizó.

- ¿Dylan, estás bien? - vio a Dorotea con una ligera cortada en su mejilla izquierda. Se sintió culpable, pudo haberla lastimado de gravedad. - Tranquilo, yo estoy bien.

- No, no lo estás, yo... - no pudo ni siquiera terminar porque comenzó a huir. Sabía que no debió aceptar el trato con Roberth desde un inicio.

Dorotea le gritaba que se detuviera, pero él la ignoró. Corrió hacía el bosque pues necesitaba estar solo. No supo cuánto tiempo pasó o que camino tomó, pero por fin se encontró solo. Se recostó en un viejo tronco caído y dejó salir esa opresión que sentía en el pecho.

- Soy un desastre. - hacía tiempo que no lloraba de esa forma. Usualmente trataba de mantener una actitud positiva, pero esta vez no pudo detener sentirse fatal.

El ruido de alguien acercándose lo alertó. Veía hacia todas direcciones tratando de encontrar a quien venía tras él, pero de pronto el sonido cesó. De pronto alguien lo tomó por la espalda y le cubrió la boca con su mano para evitar que gritara. Se dio cuenta que era Elliot con una cámara. Le hizo una señal para que guardara silencio. Un venado apareció frente a ellos, era hermoso. Elliot utilizó su cámara y le tomó una fotografía para que luego esté huyera de nuevo hacia el bosque.

- Por fin logré tomarle la fotografía. Llevo varios kilómetros siguiéndolo, perdona si te asuste. - Elliot se disculpo.

- Descuida.

- Y dime ¿también te cansaste de huír?

- ¿Cómo...?

- Te vi allá atrás. No sabía que podías hacer ese tipo de cosas, pero bueno no me extraña sabiendo que eres hijo del rey. En fin, lo estabas haciendo bien hasta que claro paso eso.

- Ni me lo recuerdes. - Dylan volvió a sentarse y Elliot lo imitó.

- Bueno, quizás tú y yo no tengamos una relación muy buena, pero sabes algo, el hada tiene algo de razón. He escuchado que la luna no te afecta tanto como a los demás y créeme que comprendo como te sientes. Es como si perdieras el control en ese momento, no hay forma con la que puedas controlar tu lado de hombre lobo. Sin embargo, con el tiempo aprendí que necesitas de un ancla, un motivo por el cual necesites quedarte. Tiene que haber algo que te motive a quedarte Dylan.

Su padre, Derek, le había hablado sobre esa ancla en varias ocasiones. Pará él, su familia era su ancla y quizás también podía ser la suya.

- Creo que entiendo lo que decís Elliot.

- Perfecto, vamos a intentar hacer algo ahora mismo.

- ¿Ahora?

- Si, ahora, ven. - Elliot levantó a Dylan y sacó una botella de agua que llevaba en su mochila. - Bien, abriré está botella, contaré hasta tres y la dejaré caer sobre mi cabeza. Hace frío en este momento y quizás me resfrie, pero confío en que no dejarás que ni una sola gota caiga sobre mi. ¿Estás listo?

- Elliot, no creo que...

- Uno, dos y tres....

- No puedo creer que esto haya pasado Dorotea. - Stiles estaba molesto.

- Su majestad, lo lamento en serio, pero Dylan perdió el control y traté de calmarlo, pero...

- De acuerdo, solo ayúdame a encontrar a mi hijo. Ya hablaremos de esto luego.

- Cálmate Sti, Dylan estará bien ya veras. Es un chico fuerte.

- Siempre me dices lo mismo Derek.

- ¿Me he equivocado alguna vez? - Stiles guardó silencio. - Lo ves, es más mira quien viene hacia acá.

Dylan apareció entre el bosque y comenzó a caminar hacia ellos, pero esta vez su rostro era diferente. Estaba sonriendo y se le veía más confiado. Tenía que arreglar el desorden que había causado. Se detuvo en medio del camino y comenzó a respirar profundamente. Recordó los movimientos que Dorotea le había indicado, pero sobre todo recordó lo último que Elliot le dijo en el bosque.

- Sé que eres capaz de esto y de mucho más.

Las grandes púas de hielo comenzaron a elevarse. Dorotea temió que Dylan perdiera el control de nuevo, pero sucedió lo contrario. El hielo volvió a convertirse en agua y Dylan la controlaba a la perfección. Todos lo veían asombrados, pero sus padres lo veían con orgullo. Finalmente lo había logrado, Dylan había aprendido a controlar su poder.

Un príncipe peligroso II: DylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora