Capítulo XXXIV

51 8 2
                                    

El camino era oscuro, húmedo y tenebroso. A penas y podía ver su camino y de no ser porque era un hombre lobo seguro se habría perdido. Aunque ya lo estaba.

Elliot llevaba como una hora tratando de encontrar a Dylan y a Izan, pero cada camino que tomaba lo llevaba a uno totalmente distinto del anterior sin mencionar a algunos obstáculos que había logrado esquivar. Muros que se cerraban, dardos venenosos e incluso alguno que otra criatura a las que tuvo que matar.

No lograba comprender porque esa voz misteriosa lo había dejado pasar. Quizás estaba tratando de volverlo loco hasta que deseara morir. Sin embargo, tenía un motivo por el cual pelear. El destino de todo el mundo dependía de él y aún más importante no podía dejar morir a Dylan en ese lugar. No lo permitiría.

Siguió caminando cuando depronto logró visualizar un luz tenue. Corrió hacia ella y al llegar se encontró con una habitación extraña. La luz provenía de algunas antorchas cuyas llamas estaban a punto de apagarse. Frente a él había un gran mural con una inscripción.

"La diosa en la tierra un árbol ha sembrado cuyo poder por muchos es codiciado. La muerte le espera a todo aquel que decida entrar, pero para aquel que se digno, aquel que esté dispuesto a dar la vida por el ser amado, para todo aquel cuyo corazón sea puro y sincero el camino le será mostrado. "

¿Por qué el Nemeton lo consideraba digno? ¿Su corazón era realmente puro? Ni siquiera él lo sabía, pero estaba seguro de algo y es que Dylan significaba demasiado para él.

Su misión había sido otra desde un principio, pero en el camino todo cambió. Desde un principio debía ponerle fin a lo que su padre había comenzado y para ello tenía que liquidar al hijo de él rey Stiles.

Le habían inculcado que odiar a un chico que ni siquiera conocía, pero algo en él no podía simplemente odiarlo. Y fue en esa noche del baile cuando se dio cuenta que quizás tenía razón. No supo cómo ni porque su lobo lo obligó a acercarse a él y pedirle que bailarán juntos. Se sentía extraño, pero su lobo reclamaba a ese chico como suyo. El contacto de las manos de Dylan hizo que una chispa recorriera su cuerpo haciendo que se estremeciera, logró cambiar algo dentro de él.

Por días se preguntó que demonios significaba esa chispa y ese sentimiento hacia el príncipe. La respuesta era clara, pero se negaba a aceptarlo. No fue hasta que tuvo la oportunidad de acabar con Dylan que lo comprendió todo. Había ido al bosque como de costumbre para tomar algunas fotografías cuando de pronto lo vio solo y vulnerable. Era la oportunidad que había estado esperando, pero al sentir la tristeza del chico algo lo detuvo.

Su corazón se oprimía al verlo de esa forma, sintió la necesidad de ayudarlo y sin darse cuenta lo estaba haciendo. Había ayudado a Dylan a controlar su don algo que quizás debió impedir. El chico era él único que se interponía entre él éxito del plan de su familia y aún así lo ayudó. Al verlo sonreír y feliz las dudas se alejaron de su mente. Todo estaba claro ahora, lo sabía perfectamente.

Comprendió algo de aquella inscripción. Quizás no era la persona más sincera pues había estado mintiendole a Dylan y quizás su verdadero objetivo no siempre fue ayudarlo, pero no estaba allí con la intención de evitar que encontraran la sabia del Nemeton. En definitiva no, estaba allí porque quería ayudar a Dylan, porque le importaba, porque lo amaba mucho más de lo que lo odiaba, porque estaba dispuesto a dar su vida por la persona a la que amaba.

De pronto las palabras en el mural comenzaron a brillar, las antorchas ardieron con más intensidad y otras comenzaron a encenderse mostrándole el camino que debía seguir para llegar a su destino.

Siguió las luces hasta una habitación aún más grande y entonces lo vio. Podía percibir su enorme poder. Realmente era un árbol magnífico y enorme. Su tronco era grande y el color de sus hojas era vigoroso. Sus raíces cubrían la mayor parte de la habitación y al fijarse con detenimiento se dio cuenta que Izan y Dylan estaban siendo cubiertos por las raíces.

Un príncipe peligroso II: DylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora