CAPÍTULO 11

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Cuando salimos al jardín, nos encontramos varias tumbonas al rededor de la barbacoa de la que sobresalen las llamas que tostarán nuestras nubes. Pearl se sienta a mi lado derecho y me pasa una brocheta de metal para pinchar las nubes y poder acercarlas al fuego.

–Mira, tienes que tostar la nube, luego la colocas sobre la galleta y el trozo de chocolate y pones otra galleta para terminar el sándwich. Así.–dice siguiendo todos los pasos para enseñarme como hacer el típico S'more.

Imito a Pearl y le doy un mordisco a mi pequeño sándwich. Noto el chocolate medio derretido y la nube caliente en mi paladar y no puedo evitar soltar un gemido de satisfacción. Esta buenísimo. Miro lo que queda de mí S'more. Veo cómo el chocolate mancha la nube y se me hace la boca agua.

–Está bueno, eh.–dice Danny dirigiéndose a mí y levantando su S'more.

–Voy al baño un momento.–anuncio a los de mi alrededor.

Me levanto de mi tumbona y me dirijo al cuarto de baño. Tengo dolor de cabeza desde que llegamos del lago. Sé que tiene que haber algo en el armario del espejo porque Pearl se tomó una pastilla para la cabeza, y mi intención es hacer lo mismo. Busco entre todos los botes de cremas, perfumes y más pastillas hasta que las encuentro en el fondo. Cuando las alcanzo, abro el bote para coger una, pero antes de hacer nada, la puerta se abre de la nada, el contenido del bote sale volando por todas partes y se esparce por el suelo. Giro hacia la puerta para encontrarme con Hayden. Mira el suelo y luego a mí, totalmente inexpresivo.  

–¡Me has asustado!–exclamo llevándome una mano al pecho.

–¿En serio? Pensaba que gritabas por gusto.–entra como si nada y se sienta encima de la tapa del retrete.–¿Qué has hecho?–dice mirando todas las pastillas desperdigadas por el suelo.

–Esto está así por tu culpa.–me pongo de rodillas y recojo todas las pastillas para tirarlas a la basura.

–¿Mi culpa? Pero si las has tirado tú.–se carcajea.

–Has abierto la puerta como si nada. Me has asustado. Además, ¿no sabes que hay que llamar antes de entrar?

–Creía que no había nadie.–se limita a contestar mientras me pasa la papelera para tirar las pastillas.

–Os dije a todos a donde iba.–enarco las cejas y fijo mis ojos en los suyos.

–Pues no me he enterado.–se encoge de hombros.

No me doy cuenta de que ya no está sentado en el retrete hasta que noto su presencia a mi lado recogiendo pastillas del suelo. Sigo mirando a la nada hasta rompe el silencio.

–¿Te encuentras bien?

Lo miro extrañada. Los dos estamos sentados en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, solo que yo tengo las piernas cruzadas y el las tiene flexionadas mientras sus brazos se posan en ellas.

–Lo digo por las pastillas.–señala la papelera.

–Ah, si. Me duele un poco la cabeza.

–Creo que tenemos más en el baño de abajo.– hace el amago de levantarse, pero se lo impido.

–No te preocupes, ya me la tomaré más tarde. Ya no me duele tanto.

–Espera aquí.

Dicho esto, sale del baño para aparecer minutos después, pero ahora Pearl le acompaña. Pearl me pregunta preocupada qué es lo que me pasa, yo la tranquilizo diciendo que solo es un dolor de cabeza. Después me pasa una pastilla y un vaso para llenarlo de agua.

–¿Estás mejor?

–Pearl, se la acaba de tomar. No es de efecto inmediato.

Cuando bajamos, nos encontramos a los chicos sentados en el sofá peleando por algo que desconozco.

Tal Vez NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora