CAPÍTULO 42

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Hayden y yo estamos de camino a Greenville para recoger a sus abuelos y celebrar el Día de Acción de Gracias todos juntos. 

No estaba en mis planes acompañar a Hayden, pero Pearl, que es quién iba a ocupar mi lugar, tiene una competición del equipo de animadoras, así que el pobre chico que tengo a mi lado ha estado insistiendo que le acompañase porque no quería hacer el camino solo. Yo me he resistido un poco, la verdad. Pero todos sabíamos que iba a decir que sí.

Apenas llevamos quince minutos en este coche y desde que empezamos el trayecto ninguno ha abierto la boca. Lo único que se oye es el sonido del motor y estoy segura de que, si por casualidad hubiese una mosca dentro del coche, se la escucharía zumbear. Y aunque es un silencio cómodo, prefiero llenarlo con un poco de música.

Enciendo la radio en una cadena aleatoria y rezo para que esté sonando algo decente. El sonido tarda en estabilizarse, parece ser que hemos pasado por una zona en la que hay poca señal. Empieza a sonar Watermelon Sugar de Harry Styles y me tengo que contener para no soltar un grito.

Los Dioses me han escuchado.

Miro de reojo a Hayden para comprobar si ha notado la emoción que he intentado disimular.

–¿Vas a cambiar esa cosa o no? –posa un momento la mirada en mi para volverla a la carretera.

–¿Perdona? –murmuro, indignada.

–Cambia la emisora antes de que me empiecen a sangrar los oídos.–dice como si nada, manteniendo fija su mirada en la carretera.–¿Por favor? –dice inocentemente al no notar ninguna reacción por mi parte. Me quedo perpleja.

–Estarás bromeando ¿verdad?

–¿Debería? –se encoge de hombros –Oye, si no lo cambias tú, lo haré yo, no tengo ningún problema.

Levanta una mano del volante para dirigirla a los botoncitos de la radio. Pero antes de que llegue a tocar una sola pieza, le doy un manotazo. No muy fuerte, pero lo suficiente para que aparte la mano rápidamente, quejándose.

–Ni se te ocurra.–advierto y el levanta las manos unos segundos del volante para hacerse el inocente.

Cuando quiero darme cuanta, la canción ha terminado y ahora esta sonando algo que me es totalmente indiferente. Suspiro porque es lo que me queda por hacer. Estamos conduciendo por una carretera en la que, literalmente, vamos nosotros solos. Está prácticamente desierta.

–En unos minutos haremos una parada para comer algo.

Genial, porque me muero de hambre.

El camarero nos trae los platos con la comida que hemos pedido; ambos hemos optado por una hamburguesa con patatas.

–Lo mejor que he probado en mi vida.–dice Hayden con la tan llena que me parece increíble que le haya podido entender.

Después de colocar unas cuantas patatas dentro de mi hamburguesa, le doy el primer mordisco.

–¿Qué sentido tiene ponerlas dentro de la hamburguesa? Puedes comértelas directamente.

–No es lo mismo. ¿Porqué pides patatas si no te las vas a comer?–señalo el plato lleno de estas.

No me ha dado tiempo a darle ni dos bocados a mi hamburguesa y él casi se ha terminado la suya.

Se inclina hacia el respaldo de su asiento y se cruza de brazos. Me mira. Mira mi comida. Me mira. Mira mi comida. Pero no responde.

–Si tanta hambre tienes deja de comerte mi comida con los ojos. Ahí tienes un plato repleto de patatas. –sonrío mientras le doy otro mordisco a mi hamburguesa.

Tal Vez NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora