Estoy en la cama leyendo después de haberme duchado y cambiado de ropa. Hemos llegado a casa demasiado pronto para empezar a comer y tenemos que esperar un poco más, así que aprovecho para ponerme al día con el libro. Pearl se está duchando y los chicos se han ido a sus casas. Volverán por la tarde para ir a una fiesta que organiza un amigo de ellos. La verdad es que no me apetece para nada. Estoy demasiado cansada de no haber dormido casi, y lo último que me apetece es ir a esa fiesta.No me doy cuenta de que no estoy leyendo nada hasta que la vibración del teléfono me saca de mis pensamientos.
Es un mensaje de un número que no tengo registrado. Entro en el chat y leo el mensaje.
¿Lista para esta tarde?
¿Esta tarde?
Pearl llega en el momento exacto. Le enseño el mensaje para que me ayude a averiguar de quién es.
–Kim, el repartidor.
–¿Qué reparti... dor? ¡El repartidor!
–Habías quedado hoy con él, y hoy es la fiesta. ¿Qué vas a hacer?
–Le diré que hoy se me ha complicado, que no puedo quedar.
–O le puedes invitar a la fiesta.–sugiere Pearl más emocionada que yo.
–No sé, no es mi fiesta para ir invitando a gente.
–¿Y? El que organiza la fiesta no conoce ni a la mitad de las personas que van. Porque vaya uno mas no pasará nada.
Hoy, que no me apetecía hacer nada, ni quedar con un chico, ni ir a una fiesta, lo voy a tener que hacer todo.
–Está bien, le preguntaré.–digo no muy animada.
–Oye, si no quieres quedar con el repartidor no tienes porqué hacerlo.–se acerca a mi preocupada.
–Es solo que ya no siento emoción por quedar con él ¿sabes?
–Escríbele y dile que hoy no puedes quedar, que se te ha hecho imposible.
–¿Seguro?
–La que tiene que estar segura eres tú.
Acabo mandándole el mensaje.
Más tarde, Pearl me ofrece ir con ella y con Molly al supermercado, pero me excuso diciendo que no me encuentro bien. Y es verdad, creo que comer tantas nubes me ha pasado factura.
Me doy cuenta de que no me ha vuelto a pasar nada parecido a lo del día de la hoguera. No he pensado en nada parecido, y me gusta.
Me vuelven a sacar de mis pensamientos, solo que esta vez no es el teléfono. Es Hayden llamando a la puerta.
–Hola ¿estás ocupada?
–No, estaba pensado.
–Sí, yo también. Sobre lo de anoche.
Mierda.
–Y ¿qué pasó anoche?
–Tú y yo lo sabemos muy bien.–dice acercándose más hacia donde estoy.
–¿Y qué quieres saber?
–¿Por qué dijiste que sentías aquello? ¿No te gustó el beso?–pregunta, y esta vez se sienta en la cama, a la altura de mis pies.
–No es eso...
–¿Y qué es?–inquiere desesperado.
–¡No quiero tener nada con nadie! Y ese beso lo complicó todo.
–Pues a mí me aclaró muchas cosas.
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo, que te gusto.
–Pues te equivocas. Además, a mí también me aclaró muchas cosas.
–¿Por ejemplo?–me imita.
–Por ejemplo, que te conozco de dos días y es imposible que ninguno de los dos sintamos cosas.
–Pues te equivocas.–susurra.
Me quedo unos segundos sin decir nada. Impresionada.
–Pues entonces, te aclaro desde ahora que no vamos a tener nada.
–¿Por qué? ¿Cuál es el problema?
–Ya te lo he dicho. No quiero nada con nadie.–suspiro apoyando mi espalda en el cabecero de la cama.
–¿Y qué pasa con el repartidor?
–En ningún momento he dicho que quiera tener algo con él.
–Pues eso no es lo que parecía.
Me pongo en pie y me cruzo de brazos suspirando.
–¿Tienes algo más que decir?
Niega con la cabeza y da media vuelta para salir de la habitación, pero justo cuando está a punto de desaparecer por la puerta, se vuelve y empieza a caminar hacia mi.
–Aunque, bueno, la mentira que has soltado hace un momento...
–¿Qué mentira?
¿Soy yo o cada vez estamos más cerca?
–Que no te gusto.
No, no soy yo. Estamos tan cerca que solo le ha hecho falta inclinarse cinco centímetros para que nuestros labios se vuelvan a encontrar.
Estúpido Hayden
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Tal Vez Nosotros
Teen FictionKimberley tiene diecisiete años y una beca para estudiar durante todo un año en Atlanta. Entre todas las experiencias que vivirá, estará su primer amor. Un amor casi imposible. ¿Qué pasará cuando se dé cuenta de que se ha enamorado y que ya no pued...