El camino de vuelta a casa lo hacemos acompañados ya por Dina y Ezra, los abuelos de Pearl y Hayden. Dina y yo hablamos durante todo el camino y algo que me sorprendió mucho fue descubrir que Hayden está muy apegado a ella desde pequeñito. Siempre quería estar en la casa de sus abuelos para pasarse el día con Dina, momento de irse, se le llenaban lobos ojos de lágrimas y se aferraba a las piernas de su abuela. Un mini Hayden adorable.
Cuando llegamos a casa, Molly nos recibe a todos con una de sus riquísimas fuentes de galletas. Yo subo las escaleras y me paro en la puerta del cuarto de Pearl. Llamo antes de entrar, esperando encontrármela sentada en su tocador, maquillándose, pero no hay rastro de ella.
Vuelvo sobre mis pasos hasta llegar al comedor, donde se encuentran Hom y Ezra comentando el partido de futbol que están emitiendo, y Hayden, apartado viendo algo en su móvil.
–¿Pearl todavía no ha llegado?
–No.–me responde Hayden con la boca llena de palomitas y hace una pausa para tragar –. Me acaba de escribir para avisarnos de que llegará dos horas más tarde.
–¿Por qué? ¿Ha pasado algo? –me siento en el sillón que queda libre, extrañada.
–No le sé, no me ha dicho nada. Pero no te preocupes, seguramente estén celebrando la victoria.
–¿Han ganado?–pregunto emocionada.
–Tampoco lo sé, solo lo he dicho porque no se me ocurría otra cosa.–se encoge de hombros mientras se lleva un puñado de palomitas a la boca. Yo me limito a suspirar y le robo unas cuantas palomitas. Pasados unos minutos, me empiezo a aburrir de estar sentada sin hacer nada, así que me levanto.
–Me voy a dar una ducha.
Subo las escaleras con velocidad y justo cuando entro a mi cuarto, recibo un mensaje. Saco el teléfono de mi bolsillo trasero del pantalón esperando encontrar un mensaje de Pearl. Pero no, claro.
Hayden
Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, avísame ;)
Sí, lo admito. Ahora mismo tengo la sonrisa más tonta dibujada en la cara.
Kimber
Por supuesto.
Coloco en la cama la ropa que me pondré al salir de la ducha para tenerla lista, cojo mi neceser y voy directa al baño.
Al girar el pomo de la puerta, algo me impide que ésta se abra. Y ese algo aparece pocos segundos después, con una toalla alrededor de la cintura. Mis ojos repasan cada trozo de piel visible; sus anchos hombros, su clavícula, su pecho... sus abdominales y esa v tan marcada que asoma por la toalla.
Por un momento, me transporto a ese momento tan similar que vivimos al principio de todo.
–Si vas a seguir babeando, deja que me ponga cómodo al menos.
Su voz me espabila y vuelvo a la realidad.
–No estaba babeando.
Un poco sí, no nos vamos a engañar. Bueno, mucho.
–¿Y qué haces aquí? –me cruzo de brazos, indignada.
–Es mi casa.–dice con obviedad. Apoya un hombro en el marco de la puerta y se cruza de brazos. Su torso se tensa y yo solo paseo mi mirada disimuladamente por esa zona. Nadie quiera que esa toalla se caiga porque entonces, yo iré detrás.
–Te había dicho que me iba a duchar.–especifico, pero es sigue con sus juegos y hace como que no entiende.
–Hayden, estás en el único baño de esta casa con ducha y medio desnudo.
–Ah.
–¿Ah?
–Aquí hay sitio para dos personas.
–¡Hayden!
–No ha colado ¿verdad?
–¿A tí qué te parece?–me cruzo de brazos.
–Que vas a necesitar ayuda para enjabonarte la espalda.
–Ya me las apañaré.– digo mientras recojo su ropa del suelo y se la tiendo para que la coja. Pongo mis manos sobre su pecho y lo voy empujando lentamente hasta la puerta.
–Estaré pendiente del teléfono por si acaso.
–No te hará falta. Puedes relajarte, tranquilo.
Cierro la puerta dejando a Hayden fuera.
–Oye. –dice a través de la puerta.
–Dime.
–Si yo necesitase ayuda para enjabonarme la espalda, ¿lo harías? Lo digo porq...
–¿Qué dices? ¡No te oigo! –alzo la voz cuando abro el grifo de la ducha.
No entiendo cómo puede ser tan idiota a veces y que me siga gustando.
No, no me gusta.
Sí, sí me gusta. No nos vamos a engañar en esto tampoco.
Nunca pensé que alguien pudiese sacar de mí una de esas sonrisas que solo me salen cuando leo uno de mis libros de romántica. Eso tiene que significar algo. Y las mariposas que aparecen por mi estómago cada vez que estoy con él, también.
Y la verdad, no sé si eso debería asustarme.
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Tal Vez Nosotros
Teen FictionKimberley tiene diecisiete años y una beca para estudiar durante todo un año en Atlanta. Entre todas las experiencias que vivirá, estará su primer amor. Un amor casi imposible. ¿Qué pasará cuando se dé cuenta de que se ha enamorado y que ya no pued...