Capítulo 24; DCLAO.

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Pociones no había sido la mejor clase de ese día, nunca lo era para Harry, pero ese día Snape había estado mas insoportable de lo normal.

Malfoy no volvió a ser visto hasta el almuerzo de la tarde del jueves, cuando la mayoría de los estudiantes iban a comer en otras mesas. Entró con aire alegre al Gran Comedor, con el brazo derecho en cabestrillo y cubierto de vendajes. Harry le vio dirigirse directamente hacia la mesa de Gryffindor, sentándose a un lado de Neville, como era costumbre.

–¿Te duele mucho?– preguntó Lavender hacia Malfoy, extendiéndole un tazón de manzanas verdes.

–Oh, no se preocupen por esto.– dijo, apuntando despectivamente hacia su brazo –He tenido peores.

Harry le miro preocupado. Luego miro a Ron, quien se había estado quejando del como Hermione podía teletransportarse.

–¿De verdad no tienes la sensación de que Hermione nos oculta algo?– preguntó Ron a Harry.

–¿Malfoy estará en clases de Defensa Contra las Artes Oscuras?– preguntó al mismo tiempo.

Ambos se miraron con el entrecejo fruncido.

–No lo sé...– Ron le sonrió, y fue demasiado tarde cuando se dio cuenta de que ya le estaba hablando a Malfoy –¡Malfoy! ¡Harry pregunta si estarás en Defensa Contras las Artes Oscuras!

Harry se tapo la cara con ambas manos, esperando a que la tierra lo tragara o que viniera un dementor a besar a Ron. Lo único bueno fue que, por suerte, el rubio no se encontraba demasiado lejos, lo que hizo que Ron no debiera gritar tan fuerte.

Harry miro unos segundos a Malfoy por entre sus dedos, el rubio rio y luego asintió. Le vio sonreir antes de volver a centrar su atención en su comida.

–No era tan difícil preguntárselo– dijo Ron volteando a verle divertido. –¡Hasta te has puesto rojito!

–¡Oh, cállate!– le dijo Harry, tirando un pedazo de carne hacia el pelirrojo.

–¡No jueguen con la comida!– regaño Hermione, dejando de lado su libro. –Parecen niños pequeños.

°°°

Harry estaba seguro de que esa clase seria más divertida que cualquier otra.

El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comidas abundantes.

–Buenas tardes– dijo –¿Podrían, por favor, meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaran las varitas mágicas.

Harry noto lo nervioso que se encontraba, así que, en un intento de calmarlo, le sonrió, logrando que Remus le devolviera la sonrisa.

La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la memorable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase.

–Bien– dijo Lupin cuando todo el mundo estuvo listo. –Si tienen la amabilidad de seguirme…

Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Éste los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:

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