Capítulo 32; Regulus Black.

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La euforia por haber ganado la copa de quidditch le duró a Harry al menos una semana. Incluso el clima pareció celebrarlo. A medida que se aproximaba junio, los días se volvieron menos nublados y más calurosos, y lo que a todo el mundo le apetecía era pasear por los terrenos del colegio y dejarse caer en la hierba, con grandes cantidades de zumo de calabaza bien frío, o tal vez jugando una partida improvisada de gobstones, o viendo los fantásticos movimientos del calamar gigante por la superficie del lago.

Pero no podían hacerlo. Los exámenes se echaban encima y, en lugar de holgazanear, los estudiantes tenían que permanecer dentro del castillo haciendo enormes esfuerzos por concentrarse mientras por las ventanas entraban tentadoras ráfagas de aire estival. Incluso se había visto trabajar a Fred y a George Weasley; estaban a punto de obtener el TIMO (Título Indispensable de Magia Ordinaria). Percy se preparaba para el ÉXTASIS (EXámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas), la titulación más alta que ofrecía Hogwarts. Como Percy quería entrar en el Ministerio de Magia, necesitaba las máximas puntuaciones. Se ponía cada vez más nervioso y castigaba muy severamente a cualquiera que interrumpiera por las tardes el silencio de la sala común. De hecho, la única persona que parecía estar más nerviosa que Percy era Hermione.

Harry y Ron habían dejado de preguntarle cómo se las apañaba para acudir a la vez a varias clases, pero no pudieron contenerse cuando vieron el calendario de exámenes que tenía. La primera columna indicaba:

LUNES

9 en punto: Aritmancia
9 en punto: Transformaciones
Comida
1 en punto: Encantamientos
1 en punto: Runas Antiguas

–¿Hermione?– dijo Ron con cautela, porque aquellos días saltaba fácilmente cuando la interrumpían. –Eeeh… ¿estás segura de que has copiado bien el calendario de exámenes?

–¿Qué?– dijo Hermione bruscamente, cogiendo el calendario y observándolo. –Claro que lo he copiado bien.

–¿Serviría de algo preguntarte cómo vas a hacer dos exámenes a la vez?– le dijo Harry.

–No– respondió Hermione lacónicamente. –¿Han visto mi ejemplar de Numerología y gramática?

–Sí, lo cogí para leer en la cama– dijo Ron en voz muy baja.

Hermione empezó a revolver entre montañas de pergaminos en busca del libro. Entonces se oyó un leve roce en la ventana. Hedwig entró aleteando, con un sobre fuertemente atenazado en el pico.

–Es de Hagrid– dijo Harry, abriendo el sobre. –La apelación de Buckbeak se ha fijado para el día 6.

–Es el día que terminamos los exámenes– observó Hermione, que seguía buscando el libro de Aritmancia.

–Y tendrá lugar aquí. Vendrá alguien del Ministerio de Magia y un verdugo.

Hermione levantó la vista, sobresaltada.

–¡Traen a un verdugo a la sesión de apelación! Es como si ya estuviera decidido.

–Sí, eso parece– dijo Harry pensativo.

–¡No pueden hacerlo!– gritó Ron. –¡He pasado años leyendo cosas para su defensa! ¡No pueden pasarlo todo por alto!

Pero Harry tenía la horrible sensación de que la Comisión para las Criaturas Peligrosas había tomado ya su decisión, presionada por el señor Parkinson. Pansy, que había estado motablemnete apagada desde el triunfo de Gryffindor en la final de quidditch, había recuperado parte de su anterior petulancia. Ella no parecía encantada de que Buckbeak fuera a morir, pero si se le veía alegre de ver a Harry totalmente estresado, incluso se lo recordaba bastante seguido. Malfoy casi siempre estaba presente en cada una de las ocasiones en las que Pansy le molestaba, y el que ella se alegrara por tener la atención de Malfoy, le molestaba demasiado a Harry. Lo peor de todo era cuando Malfoy se ponía tanto en el lugar de Pansy como en el de Harry, defendiendo a cada uno de los insultos del otro. Era tan estresante. Y algo peor a eso definitivamente era que no tenían tiempo ni ocasión de visitar a Hagrid, porque las nuevas y estrictas medidas de seguridad no se habían levantado, y Harry no se atrevía a recoger la capa invisible del interior de la estatua de la bruja.

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