Capítulo 31; La final de Quidditch.

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Las medidas de seguridad, que cada vez aumentaban más y más, impedían que Harry, Ron y Hermione visitaran a Hagrid por las tardes. La única posibilidad que tenían de hablar con él eran las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Hagrid parecía conmocionado por el veredicto.

–Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus túnicas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habías buscado, Hermione. Y entonces se levantó el señor Parkinson, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...

–¡Todavía podemos apelar!– dijo Ron con entusiasmo. –¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!

Volvían al castillo con el resto de la clase. Delante podían ver a Parkinson molestando a Malfoy y a Lavender, los tres parecían estar en una especie de discusión en la que Pansy era la única que reía de vez en cuando. Malfoy parecía ignorarla, aunque a veces decía cosas que hacían que Parkinson se callara al fin, para el alivio de Lavender.

–No servirá de mucho, Ron– le dijo Hagrid con tristeza, al llegar a las escaleras del castillo. –Ese hombre tiene a la Comisión en el bolsillo. Sólo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...

Hagrid dio media vuelta y volvió a la cabaña, cubriéndose el rostro con el pañuelo.

–¡Como llora!

–¡Hagrid!

Parkinson, Malfoy y Lavender se habían quedado en la puerta con Altais mirando desde el bolsillo del rubio. Pansy tapaba su boca con pesadez, mirando la silueta de Hagrid alejarse.

Harry y Ron fueron hasta ellos, pero no pudieron ocultar su sorpresa cuando Hermione tomo a Malfoy del brazo, impidiéndole ir hasta la cabaña, posicionándolo detrás de ella, encarando a Pansy.

–¡Tu padre es el culpable de esto!– le gritó Hermione. Parkinson la miro atónita, parecía no saber a lo que se refería. –¡Buckbeak será condenado por tu culpa!

–Oh... es sobre eso...

Hermione, sin soltar a Malfoy, apunto con su varita hacia la chica delante de ella.

–¡Eres muy egoísta!

–¡Solo le dije a mi padre lo que había pasado, nada más! ¡No me hizo caso cuando le dije que no quería que hiciera eso!

Lavender tomo la mano de Hermione, haciéndola bajar la varita.

–Ya hablamos de esto con ella– explicó. Hermione no dejaba de mirar a Pansy con el entrecejo fruncido. –No pudo convencer a su padre.

Ron poso su mano en el hombro de la castaña. Harry miraba a Malfoy, preguntándose si el había sido el encargado de convencer a Parkinson para que hablara con su padre.

–Hay que ir a Encantamientos...– dijo Ron, mirando a Hermione aún algo sorprendido.

–Yo también voy hacia allí– dijo Lavender, girandose hacia Malfoy. –¿Estarás bien?

–Sí... no te preocupes.

Los cuatro subieron rápidamente hacia la clase del profesor Flitwick, dejando a Parkinson y a Malfoy caminar hacia el camino contrario.

–¡Llegan tarde, muchachos!– dijo en tono de censura el profesor Flitwick, cuando Harry abrió la puerta del aula. –¡Vamos, rápido, sacen las varitas! Vamos a trabajar con encantamientos regocijantes. Ya se han colocado todos por parejas.

Harry y Ron fueron aprisa hasta un pupitre que había al fondo y abrieron las mochilas. Ron miró a su alrededor.

–¿Dónde se ha puesto Hermione?

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