Esa noche no quería regresar a casa ni buscar un lugar seguro para mantenerse oculto.
Ya no podía sonreír y obedecer con miedo a perder lo único que tenía. Una familia.
Lo soporto durante dos años porque se negaba a volver a estar solo, asistió a terapia, tomo su medicación con diligencia y dejo de lado aquello que lo hacía sentirse vivo, la pintura. Tal como quería su padre.
Sus pinceles terminaron en la basura y sus obras en el ático. Ya no tenía nada.
Parado en medio del puente Mapo sobre el majestuoso río Han, Minghao deseo desaparecer. Tener las agallas de acabar con su sufrimiento.
Porque era imposible ser el mismo después de ese horrible día. Pensar en lo decepcionado que estaría Shua por no haberlo esperado, por convertirse en un papel usado. Imaginar la reacción de sus padres al enterarse.
Ellos no le creerían. Jamás lo hacían.
Y él ya no quería ir cada semana a ese consultorio. No tenía la fuerza de voluntad de ver otra vez como la aguja del relog avanzaba con lentitud hasta indicar que los cuarenta y cinco minutos habían llegado a su fin.
Porque esa tarde a diferencia de otras no pudo imaginar un hermoso paisaje donde Shua y él se reencontraban, mientras un hombre perverso sacaba provecho de lo débil que era.
Se le dificultaba caminar pero igual se propuso avanzar de extremo a extremo por aquel puente para leer las frases en el barandal. Eran tan brillantes como las estrellas en el cielo, pero no lo suficientemente reconfortantes para esfumar la idea de saltar.
Leyó alrededor de cinco de ellas antes de desplomarse al suelo. Sus piernas cedieron ante el dolor. La adrenalina por escapar se había agotado.
La piel de su rostro ardía de tanto llorar. Un sentimiento confuso envolvía su corazón. No sabía si era enojo o melancolía.
Odiaba sentirse asqueado. Impuro.
Debía tomar una decisión antes que las autoridades llegaran. El gobierno había instalado varias cámaras en el área para evitar más pérdidas. De seguro se alarmaron al ver a un adolescente a altas horas de la madrugada en el puente de los suicidios.
—No lo hagas —dijó alguien a sus espaldas, con una voz serena y tranquila.
Minghao lo ignoró y luego de un gran esfuerzo logró estar de pie de nuevo. Apoyo sus manos en el barandal con determinación, su nuevo acompañante imitó su acción.
—La noche es demasiado hermosa para que dos personas decidan mancharla con su sangre —suspiro.
—No hay nadie más aquí con intenciones de saltar —susurro Minghao.
—Yo te haré compañía —sonrió—, al igual que el sol y la luna que comparten el mismo cielo. Nosotros tendremos que enfrentar el final juntos.
El joven a su lado era mucho más alto, tenía rasgos gentiles y una mirada dulce. Su forma de hablar lo transportó a las magníficas clases de literatura del maestro Kim, parecia recitar un poema.
—Preferiría hacerlo solo.
—¿De verdad? —respondió con desconsuelo—, porque yo desde el primer momento que te vi supe que valdría la pena morir por ti.
—No me conoces —lo observó confundido.
—Eso es lo que menos importa. Mi abuela decía que al encontrar tu alma gemela debías hacer todo lo posible por no volver a separarte de ella —cerro sus ojos e inhalo un poco de aire.
Minghao creyó haber caído en la locura. Que esa extraña persona era un ilusión.
—¿Y se supone que yo soy tu alma gemela? —cuestionó conteniendo la risa—, un chico en sus diecisietes con traumas y muchas deficiencias.
—Asi es.
—Mejor deja de molestarme. Esta claro que nadie haría semejante estupidez por un desconocido.
El mayor no respondió y se dispuso a saltar con toda la confianza para demostrar la veracidad de sus palabras. Hao, quien entró en pánico al ver la escena se aferró con fuerza al brazo del mismo impidiendolo.
—¿Estas loco? —le gritó asustado y el contrario sonrió satisfecho—, no puedes morir sin ningún propósito.
—Tú eres mi propósito —tenía miedo de caer tras sentarse en aquel resbaloso barandal pero no lo demostraba.
—Ni siquiera sabes mi nombre —sus ojos se cristalizaron—, por favor baja de ahí. No quiero que nadie más muera por mi culpa.
—Bueno, eso se puede resolver, podría llamarte The8 ¿Qué te parece? —hizo una pausa esperando su aprobación—, es corto pero tiene un buen significado. Infinitas posibilidades.
—Solo baja...—suplico nervioso.
En ese punto ya ni sentía dolor o era consciente de que sucedía a su alrededor.
—Esta bien, esta bien. Lo haré.
El más alto regreso a la superficie con cuidado y sacudió un poco sus prendas, quiso arreglar el ambiente con un chiste bastante malo pero el adolescente de cabellos castaños ya estaba llorando.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupado.
—¡Eres un idiota! —golpeó el pecho del contrario frustrado. Lo más probable es que no le doliera ya que este no lo hizo con la intención de lastimarlo.
—Lo sé —murmuro y acto seguido abrazo al chico para consolarlo—, pero prefiero que me digas Jun. Puedes golpearme cuanto quieras y desahogar tu enojo conmigo si eso te hace sentir mejor.
Minghao sabía que sus lagrimas estaban empapando la camisa del joven, que de seguro en cualquier otra situación no se aferraria a un desconocido de esa manera. Pero esa noche no quería soltar a Jun.
—Entonces, ¿Me vas contar que hizo que tu corazón se sintiera afligido? —Jun rompió el silencio mientras acariciaba su espalda—, podría ayudarte si de dinero se trata o darte consejos si fue una ruptura amorosa.
—¿Puedes asesinar a una persona? —susurro Minghao sin fuerzas.
—...
—Torturarla. Hacer que se arrepienta.
Jun suspiro.
—Lo siento. Estoy divagando.
—Si me das un buena razón, lo haría.
—Imagina que una persona le arrebata a un ave sus alas. Le impide volar y se convierte en el primero en hacer tal atrocidad. En dañar su fragil cuerpo.
—¿A qué te refieres?
—Y...yo...no quería.... —escondio su rostro en el pecho del mayor avergonzado—, no de esa forma...no sin amor...
Jun había observado varios meses de lejos al menor y se terminó acostumbrado a sonreír cuando él lo hacía. De inmediato al escucharlo sintió como la ira aumentaba en su interior.
—¿Quién fue? —su mirada se tornó sombría.
Esa noche un demonio se presentó ante él como un ángel. Un joven escritor de veinticinco años que tomó justicia con sus propias manos.
Amable y despiadado. Cariñoso y manipulador. Un héroe y un monstruo a la vez.
Wen Junhui. Un enigma.
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The Rain [HaoShua]
FanfictionSu alma gemela. Su otra mitad. Aquella persona a quien le pertenecía el extremo contrario de su hilo rojo del destino. Jisoo no creía en ninguna de esas tonterías. Sin embargo, al darse cuenta de quién era él..., eso cambio por completo. Pero el...