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Los seres mitológicos, a pesar de ser especies fantásticas y poco reales, se han encontrado a lo largo de la historia en libros, videojuegos, novelas y películas… Convirtiéndolos en algo así como personajes de ficción poco creíbles. 

—Amber —habla mi madre mirando por el espejo retrovisor — ¿Estás lista para conocer la casa? — decido no responder su pregunta, en este momento me encuentro sentada en el auto con mis padres de compañía, está lloviendo muy fuerte y nos dirigimos a nuestro nuevo hogar.

Hemos tenido la necesidad de mudarnos por cuestiones del trabajo de mi madre, supuestamente esta casa era la más económica que había en la zona requerida y por esta razón notamos que habíamos llegado a un barrio que parecía pueblo fantasma, en donde extrañamente la lluvia había cesado.

En una casa que parecía abandonada.

—Unos cuantos arreglos y ya está, ¿no? — Sonríe mi madre deteniendo el auto frente a la horrible residencia.

—Supongo — Me salgo del auto y me aferro al libro que tenía en brazos, mi padre también se baja y observa la casa con detalle.

—No está tan mal, podría ser peor — suspira, rascándose la frente.

—¿Verdad que sí? Además, la escuela y el trabajo quedan a menos de tres paradas de distancia, podremos sobrevivir — Mi madre, toda una optimista, coloca sus manos en la cintura y alza la barbilla con orgullo.

Por consiguiente, saca del bolsillo las llaves de la casa y haciendo unos movimientos raros provocados por su torpeza se le caen al suelo, o, eso creí ver. De forma imprevista las llaves estaban puestas en el cerrojo de la puerta, como si de magia tratase, quedé sorprendida.

¿Qué ha pasado?

—Listo, a entrar — Mi madre actuaba indiferente a lo que acababa de ocurrir, lo cuál colocó un montón de dudas instantáneamente en mi cabeza.

Sin embargo, no dije ni una palabra, cuando ambos padres entran a la casa tomo las llaves para analizarlas. El objeto contenía un extraño polvo brillante azul alrededor, muy bien parecido a la brillantina que se usa para trabajos escolares.

—¿Aquí vivía alguien antes de nosotros? — cuestiono a mi madre, quien sacude la polvorienta entrada con las manos y suelta unos cuantos estornudos —, alguien con niños quizás.

—Según sé, no desde hace mucho tiempo que no vive nadie aquí. Gracias a eso le bajaron el precio de renta, por eso decidí aprovechar la oferta — Mi ceja se arquea intrigada y veo unas escaleras hacia el piso de arriba. Mi madre nota mi mirada y señala con el dedo índice el segundo piso —. La segunda habitación a la izquierda es la tuya, ve a ver qué te parece, Amber.

Sin soltar mi libro subo las escaleras aguantándome del barandal, uno viejo e inestable, lleno de más polvo.  Cuando ya estoy arriba, mis ojos observan el lado derecho y mis pies se dirigen al lado izquierdo del pasillo. Estando así frente a la segunda puerta, la abro sin cuidado hasta atrás.

Nada más hacerlo me da una vista panorámica de una habitación no muy grande, en cambio se le notaba bastante acogedora, tenía una gran ventana donde me puedo sentar, con viejos cojines, una estantería vacía, un clóset y una cama con solamente el colchón.

—No me puedo quejar — hablo para mis adentros, y me lanzo encima de la cama junto con el libro, la cuál suelta una capa gigante de polvo causando que me ponga de vuelta de pie en un salto.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora