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Observar lo que me rodeaba aún se sentía tan fantástico como la primera vez. No pierde la capacidad de sorprender y deslumbrar, por su despliegue visual y proyección con tantas maravillas naturales. Sentí que ya había pasado por aquel camino, sin embargo, a la vez parecía desconocido, el bosque se iba poniendo de mil colores: verde, amarillo, naranja, marrón... las montañas a las que nos dirigimos se notaban al fondo con el sol de la tarde que apaciguaba los colores a la espera de la noche tranquila.

—Por eso pienso, que la probabilidad de que el tal Carlos se encuentre en las Montañas Centauras es muy baja —hablaba Zelly mientras avanzábamos por un camino similar a una alfombra de colores variados, suave y agradable —. Si en tus "visiones" viste que iría hacia allá, lo más lógico sería que vuelvas a tocar el collar para ver dónde está ahora.

—Lamentablemente Zel, no funciona cuando yo quiera —hablo pasando mis dedos por el colgante para comprobar mis palabras —, o al menos no por ahora.

—Está bien, entiendo —Zelly había frenado su paso y se detuvo repentinamente en seco frente a nosotras —. Esperen, tengo una idea, tú — señaló a Sofia.

—¿Qué?

—Eres un hada, las hadas tienen siempre poderes que sirven de ayuda para los demás —daba vueltas en el lugar marchando con las manos puestas en la cintura —. ¿Cuál es el tuyo?

Sofia bajó la cabeza, sus labios hacían muecas, se mostraba como si deseara pronunciar alguna palabra, sin embargo, se mantenía callada.

—Zelly... —murmuré.

—Amber, ten en cuenta que puede adelantar nuestro camino, he visto que algunas portan el talento de la teletransportación, con su ayuda encontraríamos...

—¡No tengo! —grita Sofia interrumpiendolo —. Desconozco cuál es mi poder, pensé que si iba con ustedes lo descubriría.

—No es posible, ¿Cuántos años tienes?

—134 años —respondió, quedé sorprendida por la cantidad, pero luego recordé que el pasar del tiempo en este mundo era distinto al mío, por lo tanto, aproximadamente tendría 13 años y medio en la tierra.

—Son muy escasas las posibilidades de que no tengas un don.

—Lo sé, pero está comprobado de que al menos por ahora no tengo uno.

Hubo un distinguido momento en el que destacó la ausencia de ruido, hasta que todas nos miramos cuando escuchamos el sonido de un galope cerca. Al girarme para ver a mis espaldas, justo con el cuerpo frente a mí y la cabeza por encima de la mía, estaba el glamuroso unicornio que antes había visualizado de lejos.

—Gee —sopla frente a mi cara.

—Dice que nos va a llevar —pronunciaron entusiasmadas, Sofia y Zelly, al unísono.

Acaricié delicadamente su cris mientras pasaba la otra palma de la mano por su nariz húmeda. Como respuesta a mi tacto resopla y majestuosamente apoya su rodilla derecha sobre el camino quedando de cabeza agachada frente a nosotras.

Tomé la iniciativa de ser la primera en subirme al equino, detrás de mí ascendió Zelly y Sofia voló hasta su cuerno para sentarse agarrado de él.

El unicornio recupero su postura, en el instante en el que da su primer paso un destello azul bajo sus pezuñas brillaba como si fueran pequeñas estrellas. Cada vez que avanzaba el ser se elevaba, a tal punto que nos encontrábamos ya muy lejos del suelo.

Las nubes nos rozaban, estiré mis dedos tratando de sentirlas, pero se esfumaron desapareciendo entre mis manos. Casi podía jurar que lucían como verdaderos algodones de azúcar.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora