El ambiente se impregnó de una sensación de peligro inminente. Sasha, Zelly, Sofía y yo estábamos preparadas para defendernos, aunque la tensión se sentía como una cuerda a punto de romperse. Cada uno de nuestros movimientos era calculado, cada respiración contenida mientras esperábamos el primer ataque.
Pero antes de que cualquiera pudiera moverse, un silbido agudo cortó el aire y una pequeña botella voló entre nosotras, estallando en el suelo con un chasquido. En un instante, una espesa nube de humo nos envolvió, cegando nuestros sentidos y llenando el espacio con una niebla aún más impenetrable.
—¿Pero qué…? —exclamó Esmeralda, sorprendida por la repentina interrupción.
El humo era tan espeso que apenas podía ver mis propias manos. Los vampiros se movían confusos, sus siluetas apenas visibles en la bruma. El caos se había desatado, pero en medio de la confusión, una silueta salió del humo con una calma imperturbable.
—¡Deténganse! —resonó una voz autoritaria, cortando el caos como un cuchillo.
El humo empezó a disiparse, revelando a un elfo alto de piel morena, con cabello ensortijado que caía en mechones hasta sus hombros, incluido un flequillo que rozaba sus ojos morados, los cuales parecían ver a través de las sombras con una mirada penetrante, mostraba un porte majestuoso, aunque visiblemente herido. Su brazo izquierdo estaba vendado toscamente, y cojeaba levemente al caminar.
—¡Brom! —exclamó Sasha, su sorpresa reflejada en sus ojos.
Esmeralda también retrocedió un paso, la sorpresa reemplazando su habitual expresión de arrogancia.
—Tú… ¿Qué haces aquí? —preguntó, su tono cargado de desconfianza.
Brom no perdió el tiempo con explicaciones innecesarias. —He venido porque hay cosas en juego aquí que ninguno de nosotros puede ignorar.
Los vampiros observaban al chico con cautela, parecían querer retirarse del lugar, sus ojos se mantenían brillando lejos en la penumbra, mientras mis compañeras y yo tratábamos de procesar lo que estaba ocurriendo.
—Las cosas han cambiado desde la última vez que nos vimos, Esmeralda —continuó Brom, con un tono inusualmente errático—. Los demonios tienen a Carlos, y ahora quieren a Amber. Si ellos logran sus objetivos, no solo nosotros sufriremos, sino también los vampiros.
Esmeralda cruzó los brazos, su expresión endureciéndose.
—¿Y por qué debería preocuparme? Quizás me deshaga de ella ahora mismo y solucione el problema de una vez—expresó, dirigiendo una mirada depredadora hacia mí.
—¡No dejaré que le hagas daño! —exclamó Zelly, levantando su arco con determinación.
—Ni yo —añadió Sofía, posicionándose a mi lado.
Brom dio un paso adelante, tambaleándose ligeramente.
—No estamos en el fin del mundo todavía, aunque a veces parece que los árboles nos susurran lo contrario… —murmuró con una risa nerviosa, antes de recuperar su seriedad—. No somos el enemigo aquí, Esme. Si los demonios consiguen lo que quieren, tu poder y el de todos los vampiros estará en peligro. No estamos pidiendo tu ayuda sin motivo, estamos proponiendo una alianza temporal. Necesitamos unir fuerzas para detener esta amenaza mayor.
—¿Y qué me garantiza que no estás mintiendo de nuevo, elfo? ¿Qué esto no es un truco para aprovecharse de mí y de los míos? —la vampira lo miró fijamente, su semblante reflejaba furia.
¿De nuevo?
—Porque a veces los conejos cruzan la luna y los sueños se vuelven realidad… —soltó Brom, con una mirada perdida antes de enfocar sus ojos nuevamente—. No tengo razones para mentirte. Lo que está en juego es demasiado importante. Necesitamos trabajar juntos, al menos hasta que esta amenaza esté controlada.

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En el Sótano ©
FantasyEn el mundo mágico de Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años, solo existen criaturas fantásticas. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros habitan en paz en el norte, mientras que cíclopes, trolls, vampiros y de...