El rostro del demonio, una mezcla de maldad pura y arrogancia, me paralizaba. Avanzaba junto al eco de la tormenta, pero todo lo que yo podía oír era el latido ensordecedor de mi propio corazón. El miedo me invadió, helándome la sangre y tensando mis músculos hasta el punto de no responder. Mis piernas temblaban y, aunque sabía que debía enfrentarme a él, no podía moverme en la dirección correcta.
Carlos se fue herido, por mi culpa.
Finalmente, el pánico me venció. En lugar de enfrentar a Kieran, giré sobre mis talones y corrí hacia mi hermano. Sentía la presencia del demonio persiguiéndome, cada paso suyo resonando como un tambor de guerra en mi mente. La lluvia me nublaba la visión, pero no podía detenerme.
Llegué junto a él justo cuando Kieran estaba a punto de lanzar otro ataque. Con un grito desesperado, me arrojé sobre Carlos, cubriéndolo con mi cuerpo en un abrazo para protegerlo de la inminente embestida. Sentí el impacto del ataque en mi espalda, un dolor agudo y abrasador que me hizo gritar con todas mis fuerzas.
Carlos intentó levantarse para defenderme, pero sus heridas eran demasiado graves. Con los ojos llenos de preocupación, trató de mantenerme consciente. Yo, sin embargo, estaba al borde del colapso. El mundo a mi alrededor se desvanecía en una mezcla de sombras y destellos de luz, la ventisca rugía como una bestia salvaje, y la risa de Kieran resonaba en mis oídos como una burla cruel.
—Amber, resiste por favor —imploró Carlos con voz ronca.
Por la visión borrosa y el cuerpo temblando por el dolor, apenas podía escuchar a mi hermano. Sin embargo, con un esfuerzo supremo, levanté la cabeza y miré al demonio a los ojos, mi propio miedo transformándose en una llama de desafío.
—Ya dije que no… no nos rendiremos —murmuré —. Carlos… —apreté su mano con fuerza, sintiendo el calor de su piel.
—Amber, ¿qué estás…? —comenzó, pero lo interrumpí. Sus ojos se encontraron con los míos, y en un instante, supe que entendía.
—Fayre dijo… que nos uniéramos. —expuse —. Tenemos que unir nuestros poderes.
Asintió.
Aunque estaba exhausto, no había rendición en él. Tomé sus dos manos entre las mías, y sentí una corriente cálida y poderosa que fluía entre nosotros, una conexión que siempre había estado ahí, esperando ser despertada.
Kieran, al darse cuenta de lo que estábamos haciendo, lanzó una mirada de agobio.
—¡No! ¡No lo permitiré! —La desesperación en su voz era palpable, y por un momento, su confianza se quebró.
Cerré los ojos, concentrándome en esa energía compartida. La lluvia, el dolor, Kieran, todo se desvaneció en el trasfondo. Sólo éramos Carlos y yo, unidos en un propósito. Dejamos que nuestras mentes se sincronizaran y nuestros corazones latieran al unísono.
Sentí cómo la Entidad de la Eternidad respondía a nuestro llamado.
El poder crecía dentro de nosotros, se intensificaba con cada segundo que pasaba. Podía sentirlo, una energía lista para ser desatada. La conexión entre Carlos y yo nos envolvió en un resplandor cegador. Sentí cómo nuestra realidad se disolvía, y al abrir los ojos, nos encontrábamos en un lugar completamente diferente. Parecía un cielo sin fin, con un suelo azul cubierto de nubes esponjosas que se extendían en todas direcciones. Mirar hacia arriba revelaba un paisaje similar, como si estuviéramos flotando en medio de un vasto océano celeste.
Todavía sosteniendo las manos de Carlos, sentí una presencia a nuestro lado. Giré la cabeza y ahí estaba, la Entidad de la Eternidad. Su aparición era tanto reconfortante como impresionante. Vestía un camisón blanco que brillaba con una luz propia, dándole un aspecto etéreo, casi angelical. Su piel era tan pálida como la de Carlos, y en su rostro se dispersaban pecas que me recordaban a las mías.
Lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, una mezcla fascinante de colores. El ojo derecho era de un azul cielo profundo, mientras que el izquierdo brillaba con un verde esmeralda intenso. Su cabello negro rizado, con betas naranjas que se entrelazaban como destellos de fuego, le daba un aire de poder y misterio. Era como si en ella se unieran todas nuestras características.
La Entidad nos miró con serenidad, como si estuviera esperando que uno de nosotros articulara alguna palabra.
Entonces, lo hice.—Necesitamos que nos ayudes.
—Ayúdanos a derrotar a Kieran —demanda Carlos.
Ella asintió con la cabeza, y su gesto silencioso fue más elocuente que cualquier palabra. Lentamente, abrió los brazos, extendiéndolos hacia nosotros. Sentí un tirón en mi pecho, una fuerza invisible que comenzaba a elevarme del suelo. No solté las manos de Carlos, quien también comenzaba a flotar, arrastrado por la misma fuerza.
La Entidad nos atrajo hacia ella. Como si fuéramos imanes atraídos, no había nada que pudiéramos hacer para resistirlo, ni queríamos hacerlo.
Nos acercamos cada vez más a su figura radiante, hasta que, en un instante, nos absorbió en su resplandor. De repente, todo se desvaneció en un oscuro vacío, dejando solo una pantalla negra y un silencio profundo.
Abrí los ojos, pero algo no estaba bien. Mi visión estaba limitada, como si solo pudiera ver a través de un único ojo, el izquierdo. El derecho estaba completamente ciego. Estaba de vuelta en las ruinas. La tormenta seguía rugiendo, pero había algo más, algo que se sentía diferente.
Frente a mí, Kieran estaba de pie, inmóvil. Su rostro mostraba admiración, gozo, pero principalmente asombro. Parecía estar mirando directamente hacia mí, pero pronto me di cuenta de que no era así. No me veía a mí. Lo que tenía delante era la Entidad de la Eternidad, ahora manifestada en nuestra realidad.
Y entonces lo comprendí. No estaba controlando mi propio cuerpo. No era yo quien estaba de pie ante el demonio. Carlos y yo, de alguna manera, nos habíamos convertido en parte de la Entidad. Podía ver lo que ella veía, sentir lo que ella sentía, pero no tenía control. Me sentía como un intruso en su mente, como un gusano devorador de cerebros, invadiendo un espacio que no me pertenecía.
Kieran no tenía idea de lo que estaba a punto de enfrentarse, aunque no podía hacer nada, una parte de mí se sintió satisfecha al saber que la Entidad de la Eternidad iba a ser su final.
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En el Sótano ©
FantasyEn el mundo mágico de Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años, solo existen criaturas fantásticas. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros habitan en paz en el norte, mientras que cíclopes, trolls, vampiros y de...