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El cielo comenzaba a teñirse con los suaves tonos del amanecer mientras nos reuníamos alrededor de la tumba de Javaid. El ambiente estaba cargado de un silencio solemne mientras las sombras se disipaban lentamente, revelando a todos los presentes, tanto amigos como extraños. Entre ellos se encontraba Ingrid, la hermana mayor de Theodora, cuya presencia añadía una capa adicional de pesar al evento.

Susurré una palabra de gratitud hacia el anciano sabio que ahora descansaba bajo la tierra, aunque mis emociones eran una mezcla confusa de respeto y tristeza por lo que significaba su pérdida para los demás. Theo y yo compartimos miradas de tristeza mientras observamos cómo el sol se elevaba lentamente en el horizonte. Es difícil creer que Javaid ya no esté con nosotros, pero sé que su espíritu seguirá guiándonos en nuestro viaje.

—Mi abuelo era un pilar en nuestras vidas —dijo la centaura con voz temblorosa, sus palabras resonando con sinceridad—. Sus consejos y enseñanzas nos guiaron a todos en momentos de necesidad.

Asentí en silencio. Ingrid se unió al círculo con una expresión de profunda tristeza en su semblante.

—Nunca olvidaremos todo lo que hizo por nosotros —murmuró, sus palabras cargadas de aflicción.

Las lágrimas brillaban en los ojos de algunos de los presentes mientras participabamos en este momento de despedida. Aunque no compartía los mismos recuerdos que los demás, experimentaba la carga de la pérdida en el ambiente.

—Lamentamos haber ocultado la verdad antes, pero él lo había pedido para que su partida fuera discreta —agregó Theodora con voz entrecortada—. Ahora, finalmente, podemos despedirnos de él como se merece.

***

Después del funeral, nos preparamos para partir hacia Coral Azul, siguiendo el rastro de pistas que teníamos para encontrar a Carlos. Dado lo remota que era la cueva del abuelo de Theo, llegamos bastante rápido. La playa conocida como Coral Azul estaba justo frente a nosotros. Observé el paisaje con atención, recordando la visión que había tenido antes y tratando de discernir si este era el lugar al que estaba destinada a llegar.

—Esto fue lo que percibí en la visión, o al menos eso creo... —dudé por un segundo, compartiendo mis pensamientos con mis compañeras.

—Amber, Zelly, Sofía… Les deseo suerte en el viaje —Theo se acercó a mí, tomándome las manos y mirándome firmemente a los ojos—. Escúchenme bien, los lugares que visitarán de ahora en adelante son muy peligrosos, vayan con cuidado.

—Adiós Theo, gracias por todo —exclamó Sofía mientras nos abrazábamos en despedida.

Asentí, sintiendo un nudo en la garganta, y bajé la mirada a sus pies para ocultar mi preocupación.

Tan pronto como nos acercamos a la playa, pude sentir la exquisitez de la cálida arena a pesar de llevar calzado en mis pies. Subí un poco mis pantalones por instinto y suspiré al percibir el distinguido olor a mar. Comencé a diferenciar que el viento traía a mis fosas nasales un dulce aroma a flores, más específicamente, algo cercano a unas armerias marítimas.

Al acercarnos a la orilla, las sirenas nos recibieron con sonrisas cálidas, sus cuerpos relucientes brillando bajo el sol matutino. La brisa marina jugaba con sus cabellos y sus risas llenaban el aire, mientras una extraña sensación de inquietud me invadía, como si estuviera siendo observada por ojos invisibles. Decidí ignorarlo.

Miré hacia adelante y lo que parecía un destello de colores en el agua era en realidad un grupo de sirenas charlando entre las olas, sus cuerpos cambiando de azul oscuro a verde esmeralda y sus cabellos con colores de ensueño.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora