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La noche había caído completamente, y el faro, a pesar de su abandono, el hecho de estar reunidos bajo un techo, aunque fuera en ruinas, proporcionaba un respiro a nuestra agotada moral. Nos acomodamos lo mejor que pudimos en el suelo frío y duro, utilizando nuestras capas para protegernos del viento que se colaba por las grietas de las paredes. El crujir de la madera vieja y el ulular del viento eran los únicos sonidos que llenaban el espacio, acompañados por nuestras respiraciones pesadas y el ocasional susurro de hojas movidas por la brisa exterior.

Todos estábamos exhaustos, tanto física como mentalmente. Las batallas del día habían dejado su marca en cada uno de nosotros, no solo en forma de cortes y moretones, sino también en la fatiga que se veía en nuestros rostros.

Brom, mantenía una expresión de determinación serena. Esmeralda, aunque siempre con su actitud burlona, mostraba una tensión inusual en su mirada. Zelly y Sofía, aunque intentando mantenerse firmes, no podían ocultar el cansancio en sus gestos. Sasha, con el mapa ahora guardado en su bolsa, parecía absorta en pensamientos mientras miraba fijamente una pared, probablemente calculando nuestras próximas rutas y posibles desafíos.

La sensación de estar constantemente en peligro, de tener que mirar siempre por encima del hombro, era agotadora. Sabíamos que el descanso era crucial, pero también éramos conscientes de que no podíamos bajar la guardia, ni siquiera por un momento. El faro, aunque fuera un refugio temporal, no era impenetrable, y cualquier descuido podía costarnos caro.

—Necesitamos turnos de vigilancia —sugirió Sasha, rompiendo el silencio que se había instalado tras las palabras de Brom—. No podemos permitirnos ser sorprendidos mientras descansamos.

—Yo tomaré el primer turno —me ofrecí, sintiendo la urgencia de hacer algo útil.

—Yo también —me siguió Zelly, sin dejar espacio para objeciones—. Prefiero no dejarte sola.

Nos asentamos en nuestros puestos, Zelly y yo tomando posiciones cerca de las ventanas rotas del faro, mientras los demás intentaban descansar lo mejor que podían.

—¿Crees que Fayre realmente podrá ayudarnos? —preguntó en voz baja, sin apartar la vista del paisaje oscuro.

—Es nuestra mejor opción.

Ella asintió lentamente, sus labios curvándose en una tenue sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Espero que tengas razón —murmuró, su voz apenas audible.

Hubo un momento de silencio. La elfa no parecía haberse quedado tranquila con mi respuesta, pero supuse que la tensión del día había afectado a todos de diferentes maneras.

—Lo lograremos, Zelly —le aseguré—. Solo necesitamos mantenernos enfocados.

Ella me miró brevemente, y aunque su sonrisa era reconfortante, había algo en sus ojos que parecía distante.

—Sí, tienes razón, Amber. Debemos mantenernos enfocados.

Las horas pasaron lentamente. El faro crujía y gemía con el viento, creando un ambiente inquietante que hacía difícil relajarse. Aun así, el cansancio eventualmente me alcanzó, y mis pensamientos comenzaron a divagar.

Me quedé en silencio, tratando de sacudirme la sensación de inquietud que se había instalado en mi pecho. De repente, el collar que llevaba al cuello comenzó a brillar con una luz suave y cálida. Me detuve, observando la piedra centellear con una intensidad creciente.

—¿Amber? ¿Qué pasa? —preguntó Zelly, notando el brillo inusual.

—No lo sé —respondí, sintiendo un mareo repentino. Cerré los ojos y una visión se formó en mi mente con una claridad inquietante.

Me encontré en un oscuro calabozo, las paredes de piedra húmeda y el aire impregnado de una sensación opresiva. Carlos estaba encadenado a una pared, su rostro demacrado y sucio. Frente a él, un demonio se mantenía en las sombras, su rostro oculto por una capucha oscura. Junto a él, un troll que reconocí al instante: el mismo que estaba en las Montañas Centauras.

—Hola... Quiero decir, saludos, mi señor —el troll tartamudeó, con una inclinación torpe y una voz temblorosa—. Sabemos lo que Amber planea. Quiere venir aquí y... y rescatar a Carlos.

Carlos levantó la cabeza, sus ojos llenos de furia y desafío.

—¡Ella me va a sacar de aquí y acabará contigo y con todo tu malévolo plan! ¡No sabes de lo que es capaz Amber!

El demonio dejó escapar una risa suave pero escalofriante, avanzando un paso más cerca de Carlos. Intenté discernir sus rasgos, pero la iluminación era tan desfavorable que me resultaba imposible distinguir su rostro.

—Oh, pero sí lo sabemos. Y eso es exactamente lo que anhelamos. Amber vendrá a Akuma por su cuenta. Ni ella ni sus amigos serán suficientes para detenerme.

El troll, claramente nervioso, asintió rápidamente, sus ojos pequeños y maliciosos brillando con una mezcla de miedo y malevolencia.

Carlos apretó los dientes, luchando contra sus ataduras.

—No la subestimen. Ella es más fuerte de lo que piensan.

El demonio se volvió hacia el troll, ignorando a Carlos.

—Debemos asegurarnos de que todo esté listo. Amber no puede saber lo que le espera.

El troll, ahora sudando, rió entre dientes con una risa forzada y nerviosa.

—No se preocupe. Todo está preparado.

—Excelente... Ella vendrá, y cuando lo haga, será el fin de su resistencia. Pero... debemos ser cuidadosos. Amber es impredecible.

La visión comenzó a desvanecerse, la oscuridad del calabozo disolviéndose en la bruma. Abrí los ojos, con el corazón latiendo con fuerza y una sensación de urgencia recorriéndome. Sabía que debía compartir esta visión con los demás de inmediato. No podíamos permitirnos caer en la trampa que nos habían tendido.

Antes de que pudiera siquiera abrir la boca para decir una palabra, un ruido sordo rompió la quietud. Zelly y yo nos pusimos en alerta instantáneamente.

—¿Qué fue eso? —pregunté, tratando de ver algo en la oscuridad.

—No lo sé —respondió Zelly, su arco ya tensado—. Despertemos a los demás, por si acaso.

Nos movimos rápidamente, despertando a nuestros compañeros con un susurro urgente. Brom fue el primero en ponerse de pie, su mirada seria y alerta.

—Algo se aproxima —les informé, susurrando apenas—. Manténganse listos.

El ruido se hizo más fuerte, y entonces lo vimos: figuras moviéndose entre las sombras. Eran más cíclopes, sus enormes siluetas destacándose en la oscuridad.

—Maldita sea, no nos van a dejar en paz —murmuró Esmeralda, su voz cargada de irritación.

Los cíclopes se acercaron, uno de ellos rugió, sacudiendo el faro con su potente voz.

—¡Por aquí, rápido! —gritó Brom, guiándonos hacia una posición más defensiva dentro del faro.

El primer cíclope llegó, balanceando un tronco enorme como si fuera un garrote. Zelly lanzó una flecha que se clavó en su hombro, haciéndolo gruñir de dolor, pero no deteniéndose.

—¡Manténganse juntos! —ordené.

La vampira, con un movimiento fluido, canalizó su poder oscuro y lo liberó en una ráfaga devastadora que golpeó al segundo cíclope de lleno, haciendo que retrocediera con un rugido furioso. Mientras tanto, Sasha, con una precisión digna de admiración, arrojó un frasco con agilidad, impactando directamente en el ojo del primer cíclope. El vidrio se rompió con un estallido, y el líquido contenido dentro salpicó la cara del monstruo, cubriendo su único ojo y dejándolo momentáneamente cegado.

Mientras levantaba la vista, mis ojos se toparon con una visión desalentadora. Una horda de cíclopes se acercaba hacia nosotros, su presencia imponente y su marcha lenta, pero implacable, llenaba el horizonte. La tierra temblaba bajo sus pesados pasos, y el aire se cargaba con una tensión palpable mientras avanzaban hacia nuestro pequeño refugio en el faro.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora