El golpe de energía que me lanzó la vampira me dejó aturdida por un momento, pero cuando las visiones se desvanecieron y volví a la realidad, el dolor físico era mínimo comparado con la confusión y el peso emocional que sentía. Mis amigos me miraban con preocupación y expectación, esperando a que reaccionara.
—Amber, ¿estás bien? —preguntó Sasha, extendiendo una mano para ayudar a levantarme.
Consideré contarles lo que había visto en las visiones, sobre el dolor y la historia que compartían Esmeralda y Brom, pero decidí no hacerlo. No en ese momento, cuando cada segundo era crucial.
—Sí, estoy bien —respondí, tomando su mano y poniéndome de pie—. Tenemos que encontrar una forma de salir de aquí, y rápido.
Esmeralda me miró con ojos llenos de remordimiento, su rostro reflejando una mezcla de culpa y desesperación. Quería decir algo, tal vez explicarse, pero no había tiempo para disculpas ni recriminaciones.
—¿Y si intentamos combinar nuestras habilidades? —ofreció Sasha.
—Eso no será necesario —soltó Zelly, dando un paso adelante.
—¿A qué te refieres con que no será necesario? —preguntó Esmeralda.
Cuando Zelly dijo que no sería necesario combinar nuestras habilidades, un presentimiento oscuro comenzó a formarse en mi interior, pero no tuve tiempo de procesarlo antes de que la elfa pudiera responder, un rugido ensordecedor llenó la sala. El troll de antes apareció de la nada, arremetiendo contra nosotros con una velocidad sorprendente para su tamaño. Sin que pudiéramos reaccionar, capturó a Sofía, sujetándola con una sola mano y aplicando una presión que la dejó inconsciente. Ver a Sofía desfallecida en sus manos fue un golpe devastador.
—¡Sofía! —exclamé, tratando de lanzarme hacia el troll, pero fui detenida por una ráfaga de energía oscura.
Quise gritar, lanzarme a ayudarla, pero los demonios fueron más rápidos, nos sometieron sin piedad, poniendo fin a cualquier intento de resistencia.
En cuestión de segundos, varios de ellos aparecieron a nuestro alrededor, moviéndose con una precisión y coordinación que solo podía provenir de un plan bien ejecutado. Antes de que pudiéramos hacer algo, nos inmovilizaron y a todos, menos a mí, les colocaron unas esposas malditas que parecían anular sus poderes de alguna forma inexplicable.
—¡Atrás, no dejaré que la toquen! —gritó Darkson, que hasta ese momento había estado protegiendo a Sasha, intentó luchar, pero fue rápidamente sometido.
Ver cómo la hechicera fue despojada de su bolso y arrojada al suelo cuando la separaron de su ciervo. Esmeralda y Brom tampoco pudieron resistirse a la fuerza de los demonios, mientras nos rodeaban con miradas triunfantes.
Y luego estaba Zelly, con esa sonrisa sombría y fría. Esa sonrisa que me heló la sangre. Verla salir de la burbuja como si todo esto fuera un juego, como si traicionarnos no fuera más que una tarea más en su lista, fue casi insoportable. Cada paso que daba resonaba en mi mente como un eco de traición.
¿Cómo había podido confiar en ella?
¿Cómo no había visto las señales?
Sentí una mezcla abrumadora de rabia y tristeza. La rabia por su traición, la tristeza por la pérdida de lo que pensé que era una amistad genuina. Pero en medio de ese torbellino de emociones, también había una chispa de audacia. No podíamos dejarnos vencer por esto. Zelly había cometido un grave error al subestimarnos. No importaba lo que ocurriera, encontraríamos una manera de escapar, de seguir adelante y de poner fin a esta traición.
—¿Qué está pasando? —logré cuestionar, mirándola a los ojos con incredulidad.
—Esto es solo el comienzo.
Ver a Zelly traicionarnos fue como recibir un azote directo al corazón. Durante todo este tiempo la había considerado una amiga, una aliada en este viaje lleno de peligros y desafíos. Confiaba en ella, incluso cuando había dudas y sombras de sospecha en mi mente, siempre las había apartado pensando que eran solo producto del estrés y la tensión del momento.
Los demonios se retiraron, dejándonos a nosotros, prisioneros, en la burbuja mágica. El ambiente se tornó opresivo y cargado de desesperanza mientras observábamos su partida. El troll, tímido pero amenazante, se mantenía al lado de la elfa traicionera, sosteniendo la jaula en la que mantenían a Sofía. Zelly, con una calma perturbadora, salió de la burbuja como si nada, sus pasos resonando con la frialdad de su falsedad. La vimos alejarse lentamente. La incredulidad y la cólera se entremezclaron dentro de mí, pero más allá de eso, había una profunda desolación por la amiga que creía conocer.
—¿Por qué?
Zelly se detuvo por un momento, y pude ver el conflicto en sus ojos antes de que finalmente hablara.
—Porque nunca he sido una de ustedes —dijo finalmente.
La revelación nos dejó atónitos.
—¡Eres una…!
—¿Nos has estado espiando todo este tiempo? —pregunté directamente a la elfa, interrumpiendo cualquier posible insulto de la vampira.
Zelly dijo que sí con la cabeza, su mirada implacable mientras nos enfrentábamos a la verdad incómoda.
—Desde que cruzaste al otro lado de esa puerta en el sótano. Mi misión siempre fue asegurarme de que llegaras a salvo a Akuma, Amber —confesó con frialdad—. Él me ordenó que te vigilara.
—¿Y desde el principio fingiste ser parte de nuestro grupo?
Zelly desvió la mirada por un instante, como si el peso de sus acciones comenzara a pesarle demasiado. Finalmente, respiró hondo y habló con una voz quebrada por la revelación que estaba a punto de hacer.
—No solo eso... También... —titubeó por un momento, como si buscar las palabras adecuadas fuera una tarea abrumadora—. También fui yo quien... quien mató al centauro.
—¡Pero… el troll, él estaba allí esa noche! —exclamé, apuntando hacia donde el troll permanecía junto a la jaula de Sofía, su presencia imponente contrastando con la atmósfera tensa que nos rodeaba.
Zelly me miró con una expresión imperturbable, como si ya hubiera anticipado mi reacción.
—Él solo estaba asegurándose de que yo hiciera mi trabajo. Su aparición fue conveniente —respondió con voz serena, pero cargada de resignación—. No podía arriesgarme a que el centauro revelara mi verdadera naturaleza, ni interfiriera con mis planes.
—Pero, Zelly... ¿cómo pudiste hacer esto? —indagué con voz entrecortada.
—Porque nunca tuve elección. Mi vida siempre estuvo controlada por ellos. Pero ahora, al menos, tengo el poder y la oportunidad de cambiar mi destino.
Cada palabra era como un puñal que se clavaba cada vez más profundo. Las piezas del rompecabezas finalmente encajaban, y el dolor de todo era casi insoportable. El troll se mostraba inquieto, agitando de un lado a otro la jaula donde Sofía estaba encerrada. Sus movimientos captaron mi atención y rápidamente noté que estaba intentando volver a dormir al hada, que había escuchado la confesión con atención.
—Esto no ha terminado —dijo Sasha, su voz firme a pesar de la desesperación en sus ojos—. Encontraremos una forma de salir de aquí.
—Lo dudo. Pero adelante, intenten lo que quieran. No tienen ninguna posibilidad.
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En el Sótano ©
FantasyEn el mundo mágico de Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años, solo existen criaturas fantásticas. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros habitan en paz en el norte, mientras que cíclopes, trolls, vampiros y de...