Me dormí después de tantas vueltas, y el libro no estaba donde lo dejé, me parecía extraño, pero comparado con el día anterior, se sentía como una escena insignificante. Busqué por todas partes sin ponerme de pie, pero no tuve éxito. Luego de tomarme mi tiempo mientras observaba hacia arriba, decidí que era hora de levantarme y así lo hice.
—Amber, querida —escuché la voz de mi madre fuera de la puerta de mi habitación —. Alístate por favor, papá está preparando el desayuno.
Rápidamente seguí las instrucciones de mi madre, abrí las cortinas y la luz de los rayos del sol llenaron todo mi cuerpo. Como resultado, mis ojos se entrecerraron. Comencé a vestir el conjunto que había elegido ayer, unos sencillos vaqueros negros y una camiseta verde militar de manga larga con un gran lazo en el pecho. Creo que es adecuado para cualquier situación y lo suficientemente cómodo.
Además, mi madre dice que me queda muy bien el verde, según ella resalta el color de mis ojos.
Ya que me encontraba completamente preparada y lista, decidí comenzar a bajar las escaleras. Cuando llegué a la cocina, encontré varias cajas apiladas por todo el piso.
—Buenos días, mamá —hablé al aire mientras ella conversaba con el rostro tenso en una llamada por teléfono —, y buenos días para ti también papá.
Mi padre me dio un beso en la cabeza y mi madre respondió con una sonrisa forzada.
—Como puedes notar pequeña, ya llegaron nuestras cosas —habla mi padre teniendo una mano en la sartén y la otra restregando mis rizos con la intención de que se desordenaran —. Hoy me pasaré todo el día limpiando la casa.
No se miran con el rostro que normalmente estaba acostumbrada a ver en ellos, supuse que los cambios no tenían edad para afectar a cualquier ser vivo en el proceso de adaptación.
—Aquí tienes —Me ofreció Jayden los huevos revueltos, estaban colocados como si fuera un rostro sonriente, con la clara formando el semblante, la parte amarilla como ojos y remplazando la idea de boca había una banana sin cáscara.
Poniendo los brazos en forma de jarra, sirvió un jugo de melocotón en un vaso para mí.
—Gracias —Me senté en la isla de allí, haciendo a un lado algunos de los paquetes.
Comí despacio en silencio, lo único que se escuchaba era la voz de mi madre reclamando por teléfono, probablemente a un cliente o su propio jefe. Irina había comenzado a alzar mucho su tono, lo que indicaba que su conversación se había tornado complicada.
—Cariño, estaré en la habitación —nos grita dirigiéndose a ambos a medida que ascendía por las escaleras —. Amber, cuídate mucho y ten suerte. No olvides comer tu almuerzo, está en la heladera, te amo.
—Yo también.
Cuando terminé de comer, saqué la comida de la heladera y le dejé el plato a mi papá, quien tomó la iniciativa de lavarlo en mi lugar. Regresé a mi habitación nuevamente, agarré mi mochila y puse mi almuerzo en ella.
—¡Ya me voy! —grité frente a la salida.
—Adiós bebé.
Me había despedido de mis padres, pero mi plan no era asistir a la escuela. Tenía uno relativamente distinto. Luego de pensarlo mucho, anoche decidí con determinación regresar a Gwyndolin.
Hice sonar la puerta como si hubiese salido a través de ella, en su lugar, me dirigí de puntillas adentrándome en el pasillo de recepción. Asomé la cabeza para notar que mi padre estaba ocupado con la losa, lo que lo hacía una misión mucho más fácil. Me esforcé para que mis pasos se tornaran livianos, eran tan ligeros como los de una elegante bailarina.
Descendí por las escaleras y encendí el interruptor de electricidad.
Observé la estantería y los libros estaban todos allí, como si nunca hubiera tomado ninguno, no había espacio de sobra que indicara el libro que había leído.
Mis dedos se entrelazan con el lomo de uno y lo llevo conmigo.
Crucé a través de la puerta mágica nuevamente. No me va a dejar de sorprender la sensación de cosquilleo que siento al atravesarla. La luz cegó mis ojos una vez más, y a la velocidad de un pestañeo ya mis pies tocaban el verde y suave pasto húmedo de Gwyndolin.
—Hasta que al fin —escucho la voz de Zelly mientras mis ojos todavía trataban de enfocar mi alrededor —. Siento que llevamos una eternidad esperando.
—Técnicamente, solo fueron tres días —habla Sofia apareciendo de detrás de ella en cuanto la elfa se puso de pie de la roca que había convertido en asiento —, y para responder tu duda por si te lo preguntabas, no, no dormimos aquí, solo vinimos de vuelta porque teníamos la esperanza de que volvieras muy pronto.
—¿Me estaban esperando? —cuestiono —, pero cómo sabían que…
—Simplemente era algo obvio, en otras noticias, el elfo herido sigue inconsciente, está vivo, pero es incapaz de moverse o responder a su entorno.
—Quiero contarles una cosa importante —recordé de inmediato —. Este libro…
—¿Libro?
Estoy bastante segura de haberlo traído conmigo.
—E-estaba justo aquí.
He analizado mi mano cientos de veces con la esperanza de que cuando vuelva a mirarla de repente este se encuentre allí. De repente, un reflejo de luz rebotó con algo en mi cuerpo, un destello tan natural como a la vez mágico, y una piedra esmeralda con detalles dorados colgó de un collar de cadena alrededor de mi cuello.
¿De dónde había salido?
Era igual a la de Carlos.
Puse mi mano sobre ella para entenderlo mejor, pero mis ojos ya estaban rodando hacia el cielo cuando mis dedos sintieron la piedra. Mi conciencia reapareció en la visión.
—Empezaremos nuestro recorrido por el Norte —habla Carlos sosteniendo una brújula en la mano —, la primera parada serán las Montañas Centauras.
—Andando entonces.
—Amber, ¡Despierta!
Tomé una gran bocanada de aire agitado, e inmediatamente lo solté.
—Montañas Centauras, el collar es el libro, Carlos me está buscando.
—¿Qué? Espera un segundo, respira y piensa con claridad.
Tomé en cuenta que había soltado las palabras más aceleradas de lo que pensé, así que utilicé la respiración con labios fruncidos ayudando a controlar la falta de aire, y proporcionando una forma rápida y fácil de bajar el ritmo de respiración, haciendo que cada respiración se volviera más efectiva.
En seguida suspiré y repetí mis palabras.
—Debemos ir a las Montañas Centauras, están más al Norte.
—Se donde están, vivo aquí —comenta Zelly un poco ofendida —¿Para qué quieres ir allá?
Les expliqué todo lo que había sucedido desde que me fui. Ambas me escucharon con total atención.
—¿Preguntas?
—La verdad, tengo muchas —dijo Zelly —, pero mis ansias de aventura pueden más que mi curiosidad, así que, ¡Vamos!
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En el Sótano ©
FantasyEn el mundo mágico de Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años, solo existen criaturas fantásticas. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros habitan en paz en el norte, mientras que cíclopes, trolls, vampiros y de...