Con el corazón como un tambor retumbando en mi pecho, persigo en silencio al troll furtivo a través de la cueva oscura. El eco de mis pasos resuena en las paredes de piedras por la quietud de la noche, alimentando mi determinación en descubrir sus intenciones y proteger a mis amigas.
Ahí está.
El troll se movía con cautela por los pasillos. Sin embargo, no pudo escapar de mi mirada vigilante. Me lancé hacia él con osadía, pero lo que encontré en la habitación de Javaid fue tan espantoso, jamás podría haberlo imaginado.
El anciano yacía en el suelo, su figura majestuosa ahora inerte y fría. Un nudo se formó en mi garganta mientras luchaba por contener las lágrimas. Las pistas apuntan al troll como el culpable, pero mi instinto me dice que hay algo más detrás de todo esto. Después de todo, nunca lo perdí de vista.
—No puede ser…
Un grito ahogado escapó de mis labios mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
Antes de que pudiera procesar la tragedia, noté que la criatura había comenzado a retroceder lentamente, alejándose hacia la entrada de la cueva. Me mantuve observando con incredulidad cómo el troll se retiraba.
Tengo que ir tras él o puede lastimar a alguien más.—¡Amber, ¿qué está pasando?! —exclamó Sofía con voz temblorosa, despertando repentinamente y yendo en mi dirección con gesto preocupado.
Mi grito había sido suficiente para sacarla del sueño, pero yo me encontraba sumida en la incertidumbre y el temor ante lo que acababa de presenciar.
—Vamos Amber, muévete —ordeno en voz baja para mí misma —. ¡VAMOS!
Me hallaba dándome ánimos, buscando fortaleza en lo más profundo de mi ser para perseguirlo. Y lo conseguí, me lancé en su persecución, corriendo hasta alcanzarlo. Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre él. Nuestros cuerpos chocaron en una lucha que se veía desequilibrada desde el principio, como el baile de un cisne en comparación con los pesados pasos de un elefante.
—¡Amber, ten cuidado! —gritó Sofía desde la entrada de la cueva.
Mis movimientos, torpes y descoordinados, apenas lograban seguir el ritmo del troll, cuya fuerza brutal, a pesar de su tamaño, eclipsaba mi habilidad inexperta.
—¡Necesitas pensar con más rapidez, Amber! ¡No puedes dejar que te acorralen de esta manera! —incitaba Sofía, con voz urgente, mientras se acercaba a mí para ofrecer su apoyo.
Cada golpe que me alcanzaba era como un látigo recordándome mi falta de destreza y experiencia en combate.
—¡Maldición! ¡No puedo seguir así por mucho más tiempo! —exclamé entre jadeos, sintiendo cada golpe resonar en mi cuerpo.
Pero aun así, algo ardía dentro de mí, era como una antorcha en la oscuridad.—¡No te rindas, Amber! ¡Todavía puedes ganar esta batalla! —me animó Sofía con voz firme, no podía acercarse.
A pesar de su deseo de ayudar, no podía intervenir en la pelea, era evidente. Aunque su corazón estaba lleno de valentía y mostraba querer protegerme, su tamaño diminuto y sus incomprendidos poderes la dejaban en clara desventaja.
Aunque mis habilidades podían ser limitadas, gracias al hada, mi voluntad de luchar y proteger a los míos se volvía inquebrantable, alimentada por el fuego del deber y la lealtad.—¡No dejaré que nos haga daño! —prometí, preparándome para enfrentarlo una vez más.
Justo cuando creía que ya no podría seguir adelante, una figura majestuosa emergió de entre las sombras. Era Theodora, acompañada por dos centauros más, quienes llegaron en mi auxilio en el momento justo.
Se notaba como el miedo se apoderó del troll al darse cuenta de la llegada de las otras criaturas. En un acto de cobardía, decidió huir, dejando atrás el campo de batalla, tartamudeó algo que no pude entender antes de escapar corriendo hacia las sombras de la noche.
—¡Cobarde! —exclamó Theo, su mirada desafiante fijada en el intruso mientras este se retiraba.
—¡Déjalo ir! Ya no representa ninguna amenaza para nosotros —intervine, aún recuperándome del enfrentamiento, mi voz resonaba con cansancio, pero a la vez presentaba alivio al ver al troll alejarse.
—No deberíamos subestimar a nuestros enemigos, Amber. Nunca sabemos cuándo podrían volver a atacar —respondió el centauro con tono cauteloso, recordando a todos que la amenaza aún no había desaparecido por completo, adoptando un tono prudente que evocaba el recuerdo de la situación humillante que viví con él el día anterior.
El otro centauro, Hymn, permaneció en silencio detrás de Theodora y de Turner observando la escena con expresiones serias y vigilantes, lucían preparados para actuar en caso de que la situación volviera a complicarse. Con presencia imponente y postura firme, un recordatorio de que estaban listos para proteger a su manada en todo momento.
—Gracias Theo, nuevamente, no sé qué habría hecho sin tu ayuda.
—No hay de qué, Amber. Estamos aquí para protegerte.
Después de expresar mi gratitud a Theodora, desde la penumbra de la noche, Zelly surgió con un manojo de ramas entre sus manos, su rostro apenas iluminado por los destellos de la luna.
Su aparición repentina me tomó por sorpresa, llenándome de interrogantes sobre dónde había estado todo este tiempo.
—Parece que me perdí algo emocionante —expresó, llena de confusión —. ¿Qué pasó aquí?
—Hubo un troll que se infiltró en la cueva mientras dormíamos, pero Amber lo descubrió y luchó contra él. Estaba en desventaja, pero entonces apareció Theodora y...
—Calma, Sofia —la interrumpí —. Zelly, ¿dónde estabas?
—Estaba buscando leña para el fuego —respondió rápidamente —. No quería que pasáramos frío esta noche.
Mientras ella hablaba, noté cómo la mirada de Theodora estaba preocupada.
—¿Y Javaid? —cuestionó.
El nombre resonó en la oscuridad, trayendo consigo una marea de pesar y tristeza que nos envolvió a todos. Traté de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que había descubierto, pero cada sílaba parecía pesar toneladas en mi lengua.
—Javaid está... —dije, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar.
Intentaba mantener la compostura.
Cuando entonces, el grito repentino de Hymn irrumpió en el aire, interrumpiendo mi respuesta.
—¡Lo encontré!
Con cada paso, sentíamos el peso del duelo aplastándonos, como si el suelo mismo se hundiera bajo nuestros pies.
El camino hacia el cuerpo inerte de Javaid se extendía ante nosotros como un sendero de tristeza y desesperanza. El silencio que nos envolvía era denso y abrumador, roto solo por el eco de nuestros propios pasos resonando en la oscuridad de la noche. Yo ya sabía lo que veríamos, pero sentía que cada uno de esos pasos era un doloroso recordatorio de la realidad implacable que se cernía sobre nosotros.
Al llegar nos abrazamos en silencio, compartiendo la carga de nuestro dolor. Fue un instante de consuelo en medio de la desolación, donde nuestras almas se encontraron en la oscuridad. En ese gesto silencioso, compartimos el peso de nuestro pesar y nos fortalecimos mutuamente para afrontar lo que estaba por venir. En el abrazo, encontramos un refugio momentáneo donde nuestras emociones se entrelazaron.
Prometimos, sin palabras, mantener viva la memoria de Javaid y seguir adelante, unidos en nuestro duelo.
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En el Sótano ©
FantasíaEn el mundo mágico de Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años, solo existen criaturas fantásticas. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros habitan en paz en el norte, mientras que cíclopes, trolls, vampiros y de...