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Fayre lanzó varias bocanadas de fuego hacia Kieran, las llamas eran tan intensas que podían sentirse desde nuestra posición, el anaranjado formando un extraño contraste con el cielo nublado digno de una escena de pesadilla. Sin embargo, Kieran lo evadió con una presteza extraordinaria, moviéndose entre las llamas con una habilidad que parecía sobrenatural. Sus movimientos eran fluidos y precisos, cada giro y vuelta parecía calculado al milímetro, esquivando el fuego con una facilidad desconcertante.

Las llamas danzaron a su alrededor, reflejándose en sus ojos rojos y creando sombras en su rostro. Él se desplazó con una gracia oscura, sus alas de humo negro batiendo suavemente para mantenerlo en el aire. Cada vez que el fuego del dragón se le acercaba, se deslizaba a un lado, eludiendo el posible ataque. El demonio avanzó con prisa, situándose detrás de nosotros con una velocidad que era difícil de seguir incluso con la mirada.

Kieran parecía intocable.

Esmeralda se levantó. Comenzó a avanzar hacia el borde de Fayre, sus intenciones de atacar al demonio evidentes en cada paso que daba. Brom, al darse cuenta de lo que planeaba hacer, la sostuvo con firmeza. Sus manos se aferraron a sus pies con muchísima fuerza, temiendo que pudiera caer en su intento desesperado. A pesar de la turbulencia a su alrededor, el elfo no soltó a la vampira, y ella no retrocedió.

—¡No te arriesgues! —le gritó, su voz cargada de preocupación.

—¡Tengo que intentarlo! —respondió con violencia.

Con un grito de desafío, Esmeralda lanzó su magia hacia Kieran. Los proyectiles de energía mágica volaron hacia el demonio, cortando el aire con un zumbido electrizante. Las esferas de luz se movían rápidamente, dejando tras de sí un rastro brillante que iluminaba brevemente como un rayo.

Kieran, con una sonrisa mordaz en su semblante, apenas se inmutó. Con un movimiento fluido de sus alas, desvió el ataque. Las alas oscuras se extendieron y contrajeron en un patrón hipnotizante, creando una barrera impenetrable que absorbió su poder y lo devolvió con una potencia brutal.

El impacto fue inmediato y devastador. La energía reflejada golpeó a Esmeralda y Brom con una violencia despiadada, haciendo que se sacudieran por el choque. Ambos caían, rodeados por la ceniza del cielo, ahora cubierto de lluvia.

—¡Brom! ¡Esmeralda! —intenté extender mi mano hacia ellos, mi corazón se sintió presionado en mi pecho lleno de impotencia y rabia, sabiendo que no podía hacer nada para salvarlos en ese momento.

Mientras descendían en la caída libre, la desesperación y la gravedad unían a Esmeralda y Brom de una manera inesperada. Sus cuerpos se aproximaban el uno al otro por la fuerza del viento, y en un instinto de protección, se abrazaron. Esmeralda, con su rostro pálido, envolvió sus brazos alrededor de Brom, mientras él la sostenía con fuerza.

El aire helado cortaba sus rostros, y el rugido del viento parecía un lamento sin fin que se entrelazaba con sus gritos de angustia. Sus cuerpos se sacudían y se retorcían en el aire, pero el abrazo los mantenía unidos, una frágil pero poderosa muestra de su vínculo y valentía en medio del caos.

—¡Brom! —gritó Esmeralda, su voz apenas audible para mí sobre el estruendo del viento—. ¡No quiero morir aquí!

En el último momento, Brom estiró su mano libre tratando de agarrar cualquier cosa que pudiera detener su caída, pero el viento y la velocidad hacían que todo se viera casi imposible. Debido a la altura, sus cuerpos desaparecieron de mi vista. Fayre se dirigía hacia ellos, pero fue detenido por el demonio, así que decidió aprovechar la cercanía para lanzarle fuego.

Antes de que pudiera mostrar alguna reacción, Darkson, con una expresión determinada, se lanzó hacia Sasha.

—¡Vámonos! —exclamó, agarrándola del brazo con firmeza.

—¿Qué haces? —protestó Sasha, intentando zafarse—. ¡No te he ordenado esto! Suéltame.

—Mi prioridad es asegurarme de que mi amada esté a salvo —respondió Darkson, con un tono que dejaba claro que no aceptaría un no por respuesta.

—¡No es tu decisión! ¡Espera!

—¡Llévatela! —intervine pensando cuidadosamente en la situación.

Me niego a seguir perdiendo a mis amigos.

—¡¿Qué estás diciendo?! —discutió

—¡Darkson, protégela!

—Eso haré, gracias, Amber.

Sasha se resistió. Pero antes de que pudiera hacer algo al respecto, el demonio ciervo murmuró unas palabras y una sombra les envolvió a ambos, teletransportándolos lejos del caos que nos rodeaba.

—¡Tenemos que encontrar una ventaja! —grita Carlos, intentando mantener la calma.

Sofía, debilitada por el esfuerzo de mantener la ilusión, apenas podía mantenerse en pie. Zelly se colocó a su lado, ofreciéndole apoyo mientras Carlos se aseguraba de que ambas estuvieran seguras.

—Tenemos que encontrar una forma de alejarnos de Kieran —dijo Zelly —. No hay manera de que logremos derrotarlo. 

El dragón viró bruscamente, descendiendo rápidamente hacia el suelo en un intento de ganar velocidad y distancia. Podíamos sentir la tensión en sus músculos mientras luchaba. Nos aferramos con fuerza. De repente, Kieran volvió a atacar. Una oleada de magia negra nos alcanzó, haciendo que Fayre rugiera de dolor y perdiera el control. Sentí un golpe violento y el mundo se volvió un torbellino de colores y sonidos.

Caímos en las ruinas de un antiguo pueblo, las estructuras abandonadas que había visto en la distancia. El impacto fue brutal. Rodamos por el suelo, golpeándonos contra las piedras y los restos de casas derrumbadas. El polvo se levantó en el aire, cegándonos momentáneamente. Sin embargo, pronto se asentó, y la lluvia comenzó a intensificarse.

—¡Zelly! ¡Sofía! —grité, tratando de encontrar a mis amigos entre los escombros —. ¡Carlos! ¡Fayre!

Zelly estaba a unos metros de distancia, gravemente herida. Sangre brotaba de una herida en su frente. Sofía, diminuta y frágil, yacía a su lado, con un ala rota y varias contusiones visibles.

Fayre también estaba gravemente herido. El dragón se esforzaba por levantarse, pero sus alas estaban desgarradas, su cuerpo cubierto de laceraciones por los demonios y la caída.

—Únete a tu hermano —transmitió a pesar de su dolor, sus ojos se encontraron con los míos, antes de cerrarlos y caer inconsciente.

Carlos y yo, aunque magullados y doloridos, seguíamos en pie. Nos levantamos con dificultad, mirando a nuestro alrededor en busca de algún refugio o plan.

—Carlos, debemos hacer algo antes de que Kieran venga.

Y, como si mis palabras hubieran invocado su presencia, el demonio descendió de los cielos. Sus alas de humo negro se desvanecieron cuando sus pies tocaron el suelo y su mirada fija en nosotros irradiaba una malevolencia palpable.

—No tienen a donde escapar ahora —dijo —. Este es el final.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora