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Carlos actuó de inmediato, desenvainando la espada de mi cintura con una increíble rapidez que me hacía dudar de sus heridas. Aunque podía notar que su mano temblaba ligeramente, no permitió que el dolor lo detuviera. Yo me mantuve a su lado cuando vi que, con un gesto firme, adoptó una postura de combate.

—Esto solo termina cuando acabemos contigo.

—¿Acabar conmigo dices? —cuestionó Kieran con un tono frío—. Al final, tu esfuerzo no valdrá nada. Yo obtendré el poder que busco, aunque tenga que sacrificarme a mí mismo para lograrlo.

La lluvia caía con mucha fuerza, intensificando el dramatismo del entorno. Percibí el peso de cada gota sobre mi piel, como si las nubes compartieran nuestros sentimientos de desesperación.

Su frialdad y desprecio me enfureció, pero también me hizo dudar por un instante.

—¡Nunca nos rendiremos! —respondí con seguridad, aunque sentía que mis palabras eran más frágiles que nunca.

El demonio se lanzó hacia nosotros. Carlos, sin vacilar, se interpuso en su camino. Dejando que la espada chocara contra sus garras y provocando que chispas volaran en todas direcciones. Era como si el metal y la oscuridad estuvieran en una batalla propia, cada uno tratando de dominar al otro.

—¿De verdad crees que puedes detenerme, Amber? —preguntó, mientras sus ataques se volvían más intensos—. ¿Crees que ellos realmente se preocupan por ti? Están aquí solo porque temen lo desgraciadas que se volverán sus vidas si fallas.

Carlos gruñó en respuesta mostrando su esfuerzo. Con sus pies clavados en el suelo que se hundían ligeramente en el terreno húmedo, empujó a Kieran hacia atrás. A pesar de eso la figura se mantuvo firme, y respondió con un golpe brutal, su garra oscura rasgando la piel del brazo izquierdo de mi hermano. La carne se abrió como si fuera papel, y un chorro de sangre salió a presión, manchando todo a su alrededor con un color carmesí vivo.

—No escucharemos tus palabras, todo esto terminará aquí y ahora —afirmé, yendo en dirección a Carlos para evitar que cayera al suelo apesar del miedo que sentía—. ¡No porque seamos más fuertes, sino porque nuestra voluntad es inquebrantable!

—Hoy luchamos no solo por sobrevivir, sino también —soltó Carlos, con la espada brillando a pesar de la lluvia —, ¡por un futuro en Gwyndolin libre de seres como tú!

Kieran se rió y con un movimiento rápido, me atacó. Sentí un dolor agudo y penetrante cuando su garra me alcanzó, como si mil agujas se clavaran en mí. El golpe me tiró al suelo, dejando una sensación de ardor que se extendía desde la herida.

Carlos gritó mi nombre, y en un arrebato de furia, se lanzó en un ataque feroz contra él. El demonio lo desvió con facilidad, contraatacando con una fuerza que hizo retroceder a mi hermano varios pasos. Viendo su oportunidad, Kieran levantó una mano y una esfera de energía oscura se formó.

Mientras tanto, luché por levantarme del suelo, mis músculos protestando con cada movimiento. Logré ponerme de rodillas, pero la molestia en mi costado hacía que cada respiración se volviera más complicada.

De repente, Kieran, utilizó su poder en mi dirección. Intenté esquivarlo, pero fui demasiado lenta. Su energía me golpeó en el hombro, el impacto envió una ola de tortura a través de todo mi cuerpo. Sentí como si un fuego helado quemara toda mi piel y caí nuevamente al suelo gélido.

—¿Saben dónde están parados? —dijo, mientras caminaba lentamente con los hombros caídos y las manos abiertas hacia nosotros—. Estas ruinas alguna vez fueron un próspero pueblo humano. Un lugar lleno de vida y ambiciones. Pero miren ahora... solo quedan escombros.

Carlos, herido, pero no derrotado, se colocó frente a mí, levantó la espada en una postura defensiva. Cada respiro era una lucha, pero no cedió terreno. Sangre goteaba de su herida, mezclándose con el agua de lluvia y tiñendo el lodo bajo sus pies.

—¡Tuvieron que irse por tu culpa! —chillé, esforzándome por mantenerme en pie.

—No dejaremos que destruyas lo que queda.

—Lo que les espera es el mismo destino que a este lugar. Sus esperanzas y sueños serán destruidos, y este sitio será su tumba.

Kieran soltó un grito, fue un sonido que reverberó por las ruinas y pareció sacudir los escombros a nuestro alrededor. Su figura oscura se proyectó sobre nosotros una vez más. Mi hermano bloqueó, aunque la fuerza recibida lo hizo arrodillarse.

Miré a mi alrededor en busca de algo, cualquier cosa que pudiera utilizar para ayudar. Mis ojos se posaron en una roca grande y parcialmente enterrada cerca de los escombros. Sin dudarlo, corrí hacia ella y con manos palpitantes levanté la roca. El peso era considerable, pero mi determinación me daba la fuerza necesaria. La agarré con ambas manos, haciendo una pausa breve para calcular el ángulo.

Cuando estuve lista, la lancé con toda la fuerza que pude reunir. El proyectil voló por el aire, cortando la lluvia que caía a chorros y avanzando hacia Kieran. El demonio, distraído momentáneamente por la inminente amenaza de la roca, desvió la vista de Carlos.

La roca lo golpeó, haciéndolo tambalear y apartando su atención de mi hermano por unos momentos precisos. Esa breve distracción, fue suficiente para que Carlos, aún arrodillado, usara el tiempo para recuperarse.

—¡Vamos, Carlos! —grité, mi voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta—. ¡Podemos hacerlo!

Él se levantó, su espada lista. Ambos sabíamos que estábamos en desventaja, pero no podíamos rendirnos. La lluvia caía con cólera, pero también estábamos conscientes de que este era nuestro momento.

No hay otra opción, es ahora o nunca.

Kieran se estabilizó y la batalla continuó. Carlos atacaba con rapidez. Cada golpe resonaba con fuerza, pero Kieran parecía estar siempre un paso adelante, sus movimientos eran fluidos y exactos, dominando la pelea.

Sentí otro golpe cuando intenté colaborar, esta vez en mi estómago. El sufrimiento en general era insoportable, pero no podía pararme a pensar en ello. Me incorporé lentamente con esfuerzo una vez más, observando a Carlos mientras luchaba con todo su ser, defendiéndose de Kieran y tratando de crear una apertura.

—¡Sí que sabes usar la espada! —logré decir entre jadeos.

—¡Aprendí en una de mis aventuras! —respondió Carlos, sin apartar ni la mirada, ni la espada de Kieran.

—Habrá mucho de qué hablar cuando salgamos de esta.

—¿De verdad creen que pueden detenerse a charlar? — Kieran, con un movimiento rápido, arrojó a Carlos contra una pared derrumbada, haciéndolo caer pesadamente en el pavimento —. No debiste distraerlo.

El demonio se volvió hacia mí, su sonrisa cruel iluminada por un rayo que justo en ese momento cruzó el cielo oscuro.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora