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Los árboles se sacuden de un lado a otro con la ventisca, lucen desafiantes ante un cielo cambiante, el césped era verde y estaba lleno de florecillas silvestres de diferentes colores. A lo lejos unas montañas nevadas hacían resaltar las hojas de tantos árboles primaverales cercanos.

­—Esto es hermoso —miro más a lo que me rodea y me sorprenden unas pequeñas haditas dando vueltas junto a mí —. Estoy en un maravilloso mundo de fantasía.

No puedo ocultar la sensación que todo esto ha provocado en mí, dando saltos comienzo a jugar con las pequeñas aladas.

—Bienvenida a Gwyndolin, Amber — una de las hadas posaba en mi nariz, estaba vestida como las demás; tenía ojos marrones saltones, cabello corto rosa pastel y orejas semi puntiagudas —. Mi nombre es Sofía.

—¿Sabes quién soy? —Quedo anonadada, mis ojos se cruzan en su dirección observando sus brillantes alas azules.

—Ven, síguenos —ella se une a las otras, quienes han pasado todo el tiempo jugando con mi cabello rojizo despeinado, mientras avanzamos por un sendero perfectamente arreglado a través del bosque colorido.

Sigo el brillo y las chispas que soltaban, dirigiéndome entre árboles con frutos maduros o flores abiertas, dejando un ambiente romántico en el aire y una hermosa panorámica a la vista.

Este mundo era la definición más acertada a la palabra perfección.

—¿A dónde me llevan? —el ser que guiaba el camino se detiene, al parecer para darle una respuesta a mi cuestión.

—Hay alguien que quiere verte —recoge sus manos entrecruzando sus dedos y vuela de arriba para abajo, simulando saltos de emoción, pero en el aire.

No pasó mucho tiempo para que tuviera sentimientos encontrados después de escuchar sus palabras. Mi semblante no hacía más que mostrar confusión hasta por las pestañas, sin embargo, por dentro estaba conteniendo lo fascinada que realmente me hallaba.

También estoy un poco nerviosa, ¿es normal?

Acabo de cruzar una puerta hacia otro mundo, hablando con personas diminutas del tamaño de mis dedos que vuelan con alas de mariposa en sus espaldas. Eso responde mi pregunta.

Los árboles comenzaron a hacerse más grandes y el color de las hojas ahora se había tornado dorado. Tanto las del camino como las de los troncos y arbustos. Frente a mí dividiendo el sendero, había una fuente gigante que no contenía agua, en su lugar estaba llena por una hipnotizante luz azul, no estoy segura de si era estado líquido.

Parecía algún tipo de energía mágica.

En los grandes árboles había casas, pero a diferencia de cualquier otra cosa, parecían surreales. Bueno, estar aquí ya es bastante irreal. Cada hogar se conectaba por escaleras y puentes que se cruzan de un tronco a otro. Los techos y las paredes eran sostenidas por columnas de cuarzo, con decoraciones profusamente detalladas.

El arquitecto del lugar era todo un artista.

Personas del porte de un adulto con vestidos dorados, conversando entre sí, fueron interrumpidos por mi presencia. Vi a los aldeanos cambiar de charlas a susurros molestos mientras me miraban, sin atreverse siquiera a esconderse para disimular. Tratando de no sentirme incómoda les presté más atención y noté un detalle interesante. Todos tienen orejas puntiagudas y cabello color violeta, al igual que sus ojos.

—¿Elfos? —suelto en voz alta sin percatarme, llamando la atención del hada guía.

—¿Todo bien?

—Sí, no pasa nada.

—Ya casi llegamos, Amira está por aquí —habla volando de un lado a otro —. Puedo sentirla —baja hasta mi mano y toma mi dedo índice jalándome de él.

Pasé más tiempo observando el lugar mientras la pequeña hada me arrastraba. Es realmente hermoso. Lo que más destaca de este sitio, son las hojas amarillas y luces azules, las cuales no sé si vienen de adentro de los hogares, de más fuentes de poder o si son hadas que dejan brillos al volar por la ciudad.

—¡Aquí! —el hada me suelta la mano y nos detenemos frente a un pequeño manantial. Doy una vuelta en el lugar buscando a quien me esperaba, sin ningún resultado.

—Entonces, ¿esperamos aquí o…? — mi pregunta quedó inconclusa, porque fue interrumpida por un armonioso sonido proveniente de las aguas dulces, originario de aquel encantador manantial frente a mí.

Una magnífica criatura resplandeciente emergió lentamente del agua, vistiendo un traje blanco con alas transparentes y una corona de cadenas sobre su cabello dorado, de rostro tan elegante como el de una diosa.

Una ninfa de manantial.

—Amber querida, me alegra tanto volver a verte, estábamos esperando tu regreso —me regala una sonrisa cordial y abre los brazos para un abrazo.

—¿Disculpa, te he visto antes? —cuestioné —. ¿Por qué me esperaba?

—Amira, recuerda que tan solo era una pequeña bebé, es obvio que no te recuerda —interrumpió Sofía. La ninfa alza una ceja ante el comentario del hada, pero rápidamente vuelve a sonreír.

—Entiendo, comencemos desde el principio entonces — la ninfa se sienta sobre el agua —. Tú, Amber, no eres solo una humana. Naciste en este mundo, pero fuiste enviada a La Tierra para protegerte. Sin embargo, siempre supimos que regresarías a nosotros y hemos vigilado cada día, esperando este momento.

Quedé boquiabierta, sorprendida por las palabras de la ninfa, quería decir algo, pero las palabras no salían de mi boca. Miré mi entorno, el resplandor del manantial y la magia que fluía a mi alrededor.

¿Todo empezaba a tener más sentido o a perderlo?

La ninfa extendió una mano hacia mí, invitándome a acercarme más.

—Ven, querida. Esta tierra te ha extrañado, es hora de que conozcas tu pasado para que reclames tu destino.

Mi mente se llenó de preguntas, era una mezcla de asombro y confusión.

—Pero... ¿cómo es eso posible? Siempre creí que era una simple humana.

La ninfa me tomó las manos y las cubrió con delicadeza.

—El origen se remonta a tiempos inmemoriales. En un mundo llamado Gwyndolin, donde los humanos se extinguieron hace muchos años; ya no se veía nacer, ni crecer, un ser que no fuera fantasioso —expuso la ninfa mientras se hundía en el manantial —. Hadas, sirenas, ninfas, elfos, hombres lobo y centauros se encuentran en paz en el norte; Cíclopes, trolls, vampiros y demonios viven en el sur.

—¡Yo vivo en el bosque! —soltó el hada revoloteando.

—Hace algún tiempo, nacieron dos seres sin raza con apariencia de humanos —continuó sus palabras —. Eran una niña y un niño, ambos crecieron en este mundo en el lado del norte, y aunque se desconoce aún como es que pudieron nacer sin pertenecer a una de las diez razas que nos reinaban, para criarlos eligieron a una ninfa de manantial y a un elfo de una de las cinco familias. Acabados de nacer, los habitantes notaron que los chicos parecían tener dones que no sabían controlar, pero que podían ser muy poderosos, lo que claramente fue una razón para la aversión de los sureños, que buscaban arrebatarnos tal poder para utilizarlo en nuestra contra.

—Esos desgraciados.

—Sofía, cuida tu lenguaje.

—Lo siento.

—Entonces, concluyeron que debían ser enviados a la Tierra para mantener la paz.

—¿Acaso yo? — cuestiono y me pongo de rodillas en las piedras húmedas —. ¿Soy esa niña?

Amira asintió a mi pregunta. La situación se me hace tensa, por lo que ahora el cansancio me atacó de golpe. La noticia hizo que mis piernas me traicionaran y lo último que recuerdo es a mi cuerpo tocando el suelo.

En el Sótano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora