CAPÍTULO 37

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Delicadamente Sergio abre un poco mis piernas para tener total acceso, sus dedos me torturan paseándose desde mi ingle hasta la entrada de mi húmeda cavidad, mi clítoris se endurece cada vez más con cada roce, los segundos me parecen eternos y ansío que me haga suya de una buena vez.

Sergio se ve realmente hermoso con esa gran sonrisa plasmada en su rostro, disfruta tocarme a su antojo, disfruta cada gesto que produce en mí y disfruta ver mi piel erizada ante su tacto.

Inevitablemente el deseo incrementa en los dos, Sergio comienza a frotar mi clítoris haciéndome contorsionar de placer, leves gemidos escapan de mi boca, ubica sus dedos en la entrada de mi vagina pero no los introduce.

-Abi...- Ante su llamado abro mis ojos y lo miro atenta. -Si me permitiste llegar hasta este punto por favor no me vayas a detener, ya no más, te necesito y me necesitas, no te niegues al deseo y al placer.- Me dice suplicante, con los ojos oscurecidos por las ganas del momento.

-No lo haré, tienes luz verde, haz lo que quieras conmigo.- Una sonrisa maligna y triunfal se dibuja en su rostro por mi consentimiento.

-No tienes que decírmelo dos veces.- Adentra dos de sus dedos en mi vagina antes de terminar la frase, se desliza hacia abajo y su lengua comienza a jugar con mi clítoris, el maldito debió acostarse con muchas porque sabe a la perfección lo que hace.

Sus dedos entran y salen de mí con firmeza y precisión mientras que con su boca continúa chupando, lamiendo y sacudiendo mi clítoris, la mano libre de Sergio se encuentra con mis senos y mis pezones se yerguen, los roza y pellizca levemente, tantas sensaciones juntas me llevan al borde del abismo y es cuando se detiene impidiendo que el orgasmo llegue.

Se levanta y se arrodilla frente a mí, abre más mis piernas y termina de quitar la toalla de mi cuerpo, quedando totalmente expuesta ante él, recorre desde mi rostro hasta mis pies con suaves caricias, aunque mi cuerpo no quiere ternura en este momento, todo en mí grita "Métemelo ya".

Se inclina un poco y de la mesa de noche de al lado de la cama saca un preservativo, lo abre y desliza el condón por toda la longitud de su pene, primera vez que lo veo y quedo fascinada, siempre creí que los negros eran los mejores dotados pero en este caso Sergio no tiene nada que envidiarle a Fabián, podría decir que su pene es del mismo tamaño solo que el glande es un poco más delgado, pero no es mucha la diferencia, es rosado y venoso, aunque de nada sirve tener un arma poderosa si no se sabe usar, eso estoy por averiguarlo.

Flexiona mis piernas hacia arriba abriendo un poco más la entrada a mi vagina, ubica la punta de su pene y no hace falta lubricante, estoy tan húmeda que se desliza con facilidad hasta el fondo, la introduce hasta que ya no da más, hasta que sus bolas chocan con mi ano un poco dilatado también.

Suelta un gemido liberador cuando ya está totalmente dentro de mí, desliza su pene hacía afuera y vuelve a introducirlo lento, yo también gimo al sentirlo nuevamente dentro, lo vuelve a sacar pero esta vez me penetra con rudeza y más rápido.

Se sujeta de mis piernas y comienza a penetrarme rápido y brusco, me sujeto de sus brazos y comienzo a gemir sin control, mi cuerpo se estremece por sus embestidas y retuerzo mis dedos de los pies por el placer que invade cada centímetro de mi cuerpo.

Atrapo sus antebrazos con mis manos y deslizo mis uñas por toda la zona, el dolor de los arañazos lo excitan más, suelta mis piernas dejándolas en la misma posición y me toma de la cintura, comienza a penetrarme como si de un animal salvaje se tratase, sus movimientos son tan violentos que siento que en cualquier momento me va a romper un hueso o que su pene va a atravesar el conducto y apuñalará algún órgano vital.

Sin importar cuan brusco sea debo admitir que me encanta lo que me está haciendo, llevo mi mano derecha a mi clítoris y lo comienzo a mover de forma circular con mi dedo medio y anular, uno a cada lado, mientras Sergio continúa entrando y saliendo de mí, no pasan ni dos minutos cuando el orgasmo llega, es intenso y hace que tenga espasmos en todo mi cuerpo.

Al sentir los espasmos de mi vagina Sergio llega al límite y se detiene con una gran sonrisa, ahora yo puedo sentir su miembro palpitar y el esfuerzo descomunal que hace para no venirse, sale de mí y con gestos me pide que me gire, me pongo sobre mis cuatro miembros reposando mi peso en mis codos y rodillas, ubico la vulva frente a su pene, con sus dedos busca el agujero, posiciona su pene y de una sola estocada vuelve a penetrarme.

Me toma del cabello con una de sus manos mientras que con la otra acaricia bruscamente mi espalda y golpea mi trasero, me siento extasiada por tan buen sexo, doy un respingo de repente cuando siento que uno de sus dedos se cola en mi ano, solo ha introducido la punta pero me incomoda ser invadida en esa zona.

-Relájate y no dolerá... No pienso meterte la verga por allí... Solo el dedo, para... Sentirte, no tardará mucho... Estoy que me vengo.

No siento dolor, solo incomodidad, se siente extraño, pero su pene en mi vagina hace estragos y le permito al intruso dedo quedarse donde está, poco a poco introduce más su dedo y aunque parezca extraño se siente bien, a pesar de que no lo mueve el placer se intensifica, tira de mi cabello haciendo que mi cabeza se doble hacia atrás, aprieta mi nalga izquierda con lo que queda de su mano libre, introduce más su dedo en mi culo y el movimiento de su cadera se vuelve más violento, gime fuerte a la par mía y gruñe.

Libera mi cabello y mi ano, me sujeta fuerte de la cintura con ambas manos, se adentra hasta el fondo de mi vagina y se detiene mientras que un último gemido sale de su boca. Ambos estamos acalorados, bañados en sudor, agitados y extasiados.

Saca su pene de mí y se acuesta en la cama, yo hago lo mismo, quedando al lado de él, por unos minutos ninguno pronuncia palabra alguna, solo se escuchan nuestras respiraciones batallando para volver a la normalidad.

Me acomodo de costado y comienzo a acariciar su pecho y su abdomen, deleito mis dedos sintiendo cada perfecto músculo, Sergio gira su cabeza y sonríe al verme absorta detallando su cuerpo.

-¿Te gusta lo que ves?- Su voz ronca me saca de la exploración, pero no pienso darle gusto y decirle que babeo de solo verlo y es en todos los sentidos.

Tan creído! ni que fueses una suculenta hamburguesa.- Sonríe y luego suspira bajo mi atenta mirada.

-Pues a mí me encanta lo que estoy viendo, eres realmente hermosa y...

-Y... ¿Qué?

-Nada, olvídalo.

-No seas así... Dime.

-Abi, yo no quería, por lo menos no tan pronto pero... Me estoy enamorando de ti.

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