«La vida es aquello que pasa como el paisaje al otro lado de la ventana».
Los colores se mezclan.
Algunas personas son como la primavera, pintadas con colores suaves, y alma frágil, tan frágil que prefieren soltar para enseñar a volar. Las personas que son como la primavera, cada uno tiene una flor de cerezo, que al crecer, dejarán en libertad, aceptando una soledad de perfume dulce.
Y, está bien.
Están quienes son como el verano. Su alma es un óleo ardiente, que también trae tempestades, pintadas de coraje que puede cansarse como un sol moribundo. De perfume y manos cálidas, con colores naranjas como el cielo antes de una puesta de sol.
Y, está bien.
Y el otoño. También hay quienes son como el otoño. Con el alma pintada de recuerdos y nostalgia. Llevando memorias impregnadas en el óleo de la vida que han dibujado. Con perfume de canela y hojas secas. De manos fuertes, pero que pueden romperse al sujetarlas con fuerza, como las hojas caídas.
Y, está bien.
También están quiénes son como el invierno. ¿Alma fría?, quizá es demasiado cálida para contenerla en el verano. Alma fría, manos frías y piel pálida. Quizás esas personas son la nieve. Pero hay más en el invierno, más que unos cuantos copos cayendo. Están quiénes son pintados de color azul, con una llovizna que no se detiene en su alma.
El frío puede dañar y a la vez reparar.
Y, está bien.
La estación que lleves, los colores que te han pintado, todos tienen un significado. Aunque algunos deseen llevar el otoño siendo verano, o la primera siendo invierno. Todos los colores designados han llegado al óleo de tu alma, porque son aquellos que toleras.
El frío no puede tolerar el sol, y aunque reniegue de ser azul, no podrá tocar jamás el calor, y quizá tendrá cicatrices por querer un color de verano, pero así recordará que la nieve no puede dejar el invierno.
El invierno no puede abandonar el frío.
El verano no puede abandonar al sol.
La primavera no puede retener las flores que van a caer, o las que van a salir.
El otoño no puede retener las hojas secas.
Un violinista no puede apartarse del violín.
Y el chico de los abrigos grandes no puede dejar al chico de los ojos negros.
Sin importar que Taehyung fuera azul, y Jungkook todos los colores en un solo óleo. Jungkook era su lugar seguro.
Taehyung creía que él era invierno.
Taehyung creía que él era azul.
—Siempre miras la ventana cuando vas de viaje, mi madre solía decir que una persona silenciosa tiene recuerdos ruidosos —resopló Jungkook mientras volteaba en una curva con la mano sobre el volante —. Siempre tienes una arrugita en la frente cuando frunces las cejas al mirar —le dijo mirándolo por unos segundos para después sonreír, asegurándose que no se le adelantara un auto.
Taehyung apartó la mirada de la ventana y relamió sus labios cuando se topó con la mano de Jungkook a su costado. Tan cerca de la palanca. Tan cerca de sus muslos.
—Justo aquí —le sonrió Jungkook cuando se acercó a tocarle la frente con suavidad.
El castaño cerró los ojos cuando la caricia de Jungkook se separó de su piel. Era cálido, era la calidez que necesitaba en su piel fría.
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The flight of butterflies [KTH-JJK]
Fanfiction¿Has sentido la suave brisa que deja una mariposa al volar? La muerte de la madre de Taehyung le enseñaría lo precioso del silencio, desde ese día se esconde en sus grandes abrigos o en el sonido de su violín. Jungkook quien quería que el mundo cami...