Capítulo 34: Pequeño, ¿monstruo?

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Miedo, él siempre había vivido con miedo,
y su corazón nunca supo qué hacer.

Respirar

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Respirar. Hace tiempo había dejado de sentir como tan solo respirar.

Era el único en el despacho, además del personal de limpieza que iban por el pasillo con los incómodos y ruidosos carritos de aseo.

Me refugio en esta forma, como un pétalo de cristal en el aire oculto entre el campo. Por favor, enséñame a respirar, ¿puedes hacerlo mejor con las luces encendidas? Me recordarás cuando los vientos del oeste lleguen moviendo las espigas porque yo estaba allí.

Jungkook lo leyó tantas veces como pudo.

Y nunca sanaba las esperanzas rotas.

El último sueño que había tenido, la última pesadilla que lo había visitado, había hecho que su mente despejará varias dudas, y los últimos fantasmas del pasado se marcharon, sí, aquel fantasma que tanto extrañaba, aquel que tenía un nombre y quien le regaló el dije de zafiro. De todos los sueños que el pelinegro tenía, por más oscuros que fuesen, siempre hubo uno que deseaba tener, una pesadilla que deseaba abrazar. Lo llamaba, lo necesitaba, lo añoraba a gritos, y después de tantos años, su mente quizá le jugó a favor, el destino fue capaz de regalarle el sueño que tanto esperaba.

Su madre.

Su despedida.

Solo para él, y la podía abrazar, aspirar el aroma de su perfume. Verla a los ojos, esos ojos tibios tan oscuros como los suyos con una fina capa de llanto. Podía tenerla entre sus brazos, sus brazos que permanecieron vacíos tantos años, sus manos podían reposar en su espalda delgada, y su agitado corazón podía estar tranquilo al latir en compás del corazón materno que hace años había dejado de abrigarlo.

Su sueño.

Su madre estaba tan solo en sus sueños. Tan viva, como si nunca se hubiese ido. Tan real, con los recuerdos encapsulados en una habitación y aún así, ninguno era marchito. No despiertes, no despiertes, no despiertes... se repetía mientras se aferraba a la silueta de la mujer. No despiertes todavía, aún no te marches. Y en sus sueños deseó sentirse eterno, en medio de los brazos que lo abrigaban, porque solo en subconsciente podía encontrarse con su madre.

Solo en sus sueños.

Solo en sus recuerdos.

El recuerdo de esa caricia dulce, el recuerdo del perfume y la mirada serena que lo acogían al despertar de una pesadilla. Y esa sonrisa, la que tristemente Jungkook no había heredado del todo, pero le gustaba hacerse la idea de cómo se vería su madre. Un beso en la frente que le alcanzaría hasta morir, el último recuerdo de la primera persona que le enseñó a luchar contra las sombras.

Ayla

Park Ayla

Jungkook, por fin había logrado despedirse de su madre.

The flight of butterflies [KTH-JJK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora