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Tuve la misma pesadilla de todos estos años. Mi madre yaciendo en un charco de sangre, los sesos de su cerebro esparcidos a su alrededor.

La última y única imagen que tenía de ella. Porque cuando la asesinaron frente a mí, sólo tenía cuatro años.

¿Me pasaría lo mismo a mí?

Según la policía aquello había sido por cometer un robo. Por un anillo de un millón de dólares.

Quizá esa era la razón por la cual no me gustaban las joyas y nunca llevaba ninguna.

Pero ahora me pregunto ¿Y si el asesinato de mi madre fue más que un simple robo?

Fijé mi vista en aquel sofá donde Mew había pasado gran parte de la noche.

Nunca hubiera creído que aceptaría velar mi sueño, pero fue lo último que vieron mis ojos al cerrarse, y quién sabe cuánto tiempo más se quedó allí.

No hubiese querido cerrar los ojos, quería seguir contemplándolo. Imaginar que alguien como él se podría enamorar de alguien como yo.

Sin duda la atracción que sentía de mi parte hacia él, era innegable. Pero de ahí a que mi corazón desconfiado se pudiera enamorar de él, también era una pregunta que me quitaba el sueño.

No lo vi cuando salí de mi habitación, listo para ir a la facultad. Ese día también tenía que dar clases particulares de ballet. Se las impartía a niñas y niños de aproximadamente unos doce años de edad que no podían permitirse pagar una escuela de verdad.

Mew salió de su salón.

-¿Listo? -asentí.

Ninguno de los dos mencionó el día anterior.

Mi padre se encargaría de ese asunto.

Por primera vez, Mew no se quejó en lo absoluto por sentarme adelante. Creo que había superado ese tema.

Aún no sabía cómo le diría a Mew sobre las clases. No era el barrio más seguro del mundo, lo mejor era tomar el metro y no llamar la atención.

Apenas presté atención a mis clases, mi mente vagaba muy lejos de ahí.

Luego de clases, crucé media universidad para ir hasta la facultad de Win porque él estudiaba bellas artes.

Lo encontré en un salón trabajando en una escultura. Al principio se mostró un poco serio conmigo por lo que había sucedido en el cine, pero una vez le conté lo mal que la había pasado con el paquete que me enviaron, él dejó su enojo y me mostró su preocupación y apoyo.

Íbamos camino hacia lo que Mew creía era el auto, cuando en realidad pensaba desviarme para tomar el metro.

-Mew... Los jueves doy clases particulares de ballet a unos niños en Brooklyn, será mejor que tomemos el metro.

Mew se detuvo para hablarme directamente.

-El metro es peligroso. Iremos en carro.

Hizo ademán de seguir caminando, pero lo detuve.

-No es conveniente ir en auto, sé lo que te digo. Lo creas o no, es más seguro.

-No.

Gruñí enfadado.

Era él quien tenía que seguirme a mi, no yo a él. Le di la espalda dispuesto a ir por el metro, pero me retuvo.

-Hazme el trabajo más fácil, Gulf.

-Te dije que no iba a cambiar mi vida por lo que había ocurrido. Soy todo lo que esos niños tienen para cumplir sus sueños, no pienso abandonarlos.

Como si fuera posible. [MewGulf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora