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Salí de mi habitación descalzo y de puntitas, como si hubiera cometido algún delito.

Había pasado allí metido más de lo que mi personalidad inquieta me podía permitir.

Sentía curiosidad de volver a verlo, ¿Qué estaría haciendo?

Había silencio total, sólo una luz tenue que salía de debajo de la puerta delataba que seguía allí.

Fui hasta la nevera y comprobé que no tenía nada. Debí hacer la compra los días que estuve ausente. Me dirigí a mi cuarto para ponerme zapatos, haciendo una lista mental de todo lo que necesitaba.

Tomé mi billetera y estuve por salir cuando me detuve en seco frente a la puerta. ¿Debía avisarle si iba a la tienda? Estaba relativamente cerca.

Decidí que era mejor decirle.
Caminé hasta su puerta y la toqué.

Aquello me resultaba extraño.

Abrió unos momentos más tarde. Estaba con ropa mucho más relajada que la primera vez que lo vi.

Quería echar un vistazo más detenidamente a su cuerpo, pero me obligué a centrarme en lo importante.

-Necesito ir a la tienda.

Asintió.

-Dame un segundo, por favor.

Me dio la espalda y no pude evitar echar un vistazo adentro. Lo vi sentarse en un sofá y teclear algo en su laptop. Hizo unas cuantas muecas. ¿Había interrumpido algo importante?

Cuando finalmente salimos a la calle, noté que Mew caminaba junto a mí, como un acompañante cualquiera. Normalmente la seguridad de mi padre iba a unos pasos atrás o incluso unos pasos adelante.

-¿Esto siempre va a ser así? -pregunté mientras entrábamos en aquella pequeña tienda.

-¿Así como, Gulf?

Dios Santo, hubo un revuelo en mi interior con sólo el hecho de escuchar mi nombre salir de su boca.

-Tenerte pegado a mí incluso para ir a la tienda de la esquina.

-Sí.

Ash. Cuánto me molestaban sus respuestas simples.

Recorrí los pasillos de la tienda con mi carrito. Compré vino, cerveza, algunas frutas... al tener la comida en la mano, comprendí que Mew también debía comer y necesitar todas aquellas cosas básicas.

Volteé hacia él y lo observé con la mirada fija en la puerta.

-¿Quieres algo? -dije, llamando su atención.

-¿Qué?

-¿Quieres algo? -repetí. -En ese departamento no hay nada.

Negó.

-No te preocupes por mí, yo me encargo de mis cosas.

Me encogí de hombros y seguí comprando. Mientras estaba pagando, me di cuenta de que sus ojos escaneaban todo el lugar y la gente en él. Nunca bajaba la guardia. Imponía más seguridad que ninguno de todos los hombres de mi padre.

Aproveché su distracción para echarle un ojo con más calma. ¿Cómo demonios iba a pasar desapercibido en la facultad con esa actitud y aquel divino aspecto?

Tomó todas mis bolsas de compras dejando una de sus manos libres. Me preguntaba, ¿cómo diablos podía llevar todo eso con una sola mano? Me ofrecí a ayudarlo pero se negó.

Mi mente no se detenía, quería hacerle mil preguntas. No sabía cómo se podía estar junto a una persona sin hablar. Incluso desde niño, mis niñeras se turnaban para no tener que aguantarme, o al menos eso era lo que decía mi padre. -Gulf, ¿No te das cuenta de lo molesto que puedes llegar a ser? Solo cierra la boca cuando yo esté presente- había dicho.

Como si fuera posible. [MewGulf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora