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Durante el viaje de regreso, Mew me tomó de la mano sin que se lo pidiera.

Me pregunté entonces cómo serían las cosas entre él y yo ahora que volviéramos, si ya antes nuestra convivencia era intensa, ahora que sabía con seguridad de que estaba enamorado de él, no sabía cómo actuaría en su presencia.

Me habría gustado recostarme de nuevo contra él, que me acariciara el cabello hasta quedarme dormido. Sin embargo, después de todo lo ocurrido, yo ya no era el mismo que antes de viajar. No sólo porque estuve tan cerca de mi muerte, sino también porque no había olvidado todo lo que me había dicho Mew aquel día en el granero. Algo en mí se endureció entonces, me había hecho darme cuenta que si no cuidaba mi corazón, podía llevarme el peor amor no correspondido de la historia.

Ya no podía soportar un rechazo más. Al menos por orgullo.

Sabía que Mew intentaría actuar como si nada pasaba. Y eso me entristeció.

Cuando llegamos fuimos directo al parqueadero, en el camino me limité a apoyar mi quijada contra mi puño y a mirar los grandes edificios desde la ventana.

Tardé en darme cuenta que no nos estábamos dirigiendo a mi apartamento, sino cruzando el puente hacia Brooklyn. Pero confiaba lo suficiente en Mew como para ni siquiera preguntarle a dónde íbamos.

Lo volteé a ver justo hasta que aparcamos frente a un pequeño restaurante.

-¿Qué hacemos aquí?

Mew quitó las llaves del auto y me miró.

-Hemos venido a cenar las mejores hamburguesas de todo Nueva York.

Antes de que pudiera contestar, se bajó del coche y comenzó a caminar hacia la entrada. Me bajé deprisa y lo alcancé. Abrió la puerta y me dejó pasar primero.

-¿Me quieres engordar? -noté cómo mi humor empezaba a mejorar y poco a poco, incluso una sonrisa se asomó por mi rostro.

Mew me observó por unos segundos con los ojos entre cerrados.

-Te traje aquí, justamente porque quería volver a verte sonreír.

Empecé a sentir que mil mariposas bailaban en mi interior.

Él me dirigió hacia una mesa para que nos sentáramos. Era un lugar bastante sencillo, pero me sentía mil veces mejor que en aquel lujoso restaurante con Derek.

Ordenamos y cuando llegaron, abrí los ojos con espanto.

-Esto es demasiado, ¡Sólo somos dos!

-Yo como por cuatro. -contestó colocando los platos ordenadamente sobre la mesa. Me hacía gracia lo maniático que podía ser a veces.

De pronto me di cuenta que algo me faltaba, y me paré con intenciones de ir hasta el mostrador.

-¿A dónde vas? -preguntó Mew tomándome de la muñeca.

-A comprar algo. Ahora vuelvo.

Mew repasó el restaurante con la mirada antes de soltarme. Ese pequeño gesto me hizo volver a la realidad y comprender que mi vida ya no era normal, y quién sabe si un día lo volvería a ser.

Cuando regresé Mew ya iba por la segunda hamburguesa. Me miró muy serio cuando puse el pequeño bote de helado sobre la mesa.

-¿No has probado la hamburguesa y ya vas por el postre?

Lo ignoré. Tomé una papa frita y la mojé con el helado, para después comérmelo.

Mew me miraba con el ceño fruncido.

Como si fuera posible. [MewGulf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora