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Toda aquella situación de que ahora Derek nos controlaba, nos tenía a ambos en otro mundo.

Cuando llegó la noche, fui a buscar a Mew a su parte del apartamento. Abrí la puerta cuando me indicó que pasara y lo encontré dándole a su saco de boxeo que había colocado en el centro de la pequeña sala. No estaba usando guantes ni camiseta, y aún así lo que más llamó mi atención fue aquella rabia bastante obvia con la que golpeaba el saco.

Me hizo preguntarme si fue buena idea ir a buscarlo.

Tomó una toalla que tenía a un lado -sin quitarme los ojos de encima- se la pasó por la cara y vino a buscarme. Tuve su lengua en mi garganta en un segundo. Sus manos me tomaron con fiereza y me empujó contra la pared.

Estaba tan enojado y tan excitado, que sentí su dureza cuando se pegó a mi cuerpo.

Sus manos alcanzaron la parte baja de mi camisa y tiró de ella hacia arriba, luego bajó mi pantalón de chándal. Dejándome desnudo, bueno, a no ser por mis bóxer. Mi respiración se aceleró por completo.

-¿Que pasó? -pregunté entre jadeos, mientras su boca me llenaba de besos el cuello. -Mew. - susurré cuando su mano izquierda pasó por mi ropa interior ya apretada.

-No hables, Gulf. -habló callándome con un beso profundo.

Mis manos acariciaron todo su pecho hasta llegar a su cuello. Lo atraje más hacia mí y disfruté de la calidez de sus labios.

Me levantó y me llevó hasta el sofá. Se sentó conmigo encima y siguió besándome, aunque a un ritmo más lento; también sus manos bajaron intensidad para simplemente acariciarme con ternura.

-¿Puedo hablar ya? -pregunté y le besé la oreja, justo donde había susurrado.

Gruñó cuando le rocé con mi lengua, llevándome su sabor salado.

-Pues ahora soy yo quien no quiere darte tregua, elefante. -expuso enredando sus manos en mi cabello. -Sabes que pasaría los días haciéndote de todo, ¿verdad? -me interrogó moviendo sus caderas para que nuestros miembros se rozaran.

-Te doy permiso de que lo hagas. -no le bajé la mirada.

Me encantaba, me enloquecía ¡Ay, Dios!

Echó la cabeza hacia atrás, dejándola reposar en el respaldo del sofá y después clavó su mirada en el techo. La nuez se le marcaba desde aquella posición, me dieron ganas de morderla.

-¿Como está tu mano? -preguntó después de soltar un suspiro.

Bajé la mirada hasta mi mano y empecé a tocarla con la otra.

-Apenas duele.

-Ponte esto. -dijo tendiéndome su camiseta.

-¿Me desnudas y luego me vuelves a vestir? -pregunté mientras él me ponía la camiseta, ignorando mis intentos por detenerlo.

-Se me fue la cabeza, lo siento.

Lo miré y un deseo me embargó. Esta vez no fue el deseo carnal, si no el deseo de quererlo. Dios, lo quería. Lo quería para mí.

-¿Puedo preguntar algo?

Mew suspiró, pero asintió finalmente.

-¿Hace cuántos años te casaste con Jerry?

Mi pregunta lo tomó por sorpresa, a ambos para ser honesto, pero necesitaba saber aquella historia. Lo que había ocurrido...

-Yo tenía veinte.

Tenía la edad que yo en este momento.

-¿Por qué no funcionó?

Se pasó la mano por la cara, frustrado.

-¿A parte de que éramos muy jóvenes? No lo sé, Gulf... hice cosas. Tomé decisiones que afectaron a ambos, y todo se fue a la mierda.

Medité su respuesta.

-¿Por qué cree que eres peligroso?

-Ambos estuvimos en casas de acogida, así que pasamos por cosas... -hizo una pausa. -Se puede decir que yo hice cosas que no eran adecuadas para un niño de mi edad. Eso te marca... -mientras hablaba me acariciaba las piernas. -Tuve que hacer mucha terapia personal para llegar al dominio de mí que tengo ahora.

-Me cuesta imaginar aquello. El Mew que yo conozco es un amante del autocontrol.

-Aunque aveces lo pierdo y vuelva a...

-¿Dar miedo? -dije recordando la escena del coche.

Buscó mi mirada hasta encontrarla.

-¿Te doy miedo? -preguntó preocupado.

Negué con la cabeza, aunque quizá mentía un poco.

-Uhm... saber que puedes matar a alguien con una sola mano sí me da escalofríos. -sonrió -¡Podrías enseñarme! -su sonrisa se borró.

-Ahora me pregunto si eso es buena idea.

-¿Y si alguien vuelve a intentar hacerme lo mismo? -le mostré mi mano.

Mew apretó su mandíbula.

-Ve por los ojos. Métele los pulgares hasta que le perfores el cerebro.

Fruncí el ceño. No le quería perforar el cerebro a nadie. Mew lo notó y sólo sonrió.

-Deberías irte a la cama, es tarde.

Puse los ojos en blanco.

-Mañana es domingo. -pensé un poco... -¿¡Y si vemos una peli!?

Sé que Mew se preguntaba lo mismo que yo. ¿Cómo habíamos llegado a aquella situación? Estar sentado sobre él, a punto de ver una película...

Significaba un gran cambio.

-¿Y luego te vas a la cama?

-Sólo si no terminamos haciendo algo mejor.

Me bajé de su regazo. Me estiré para tomar su portátil, pero fue más rápido y lo tomó primero.

-Dame un segundo. -dijo cerrando algunas ventanas, apenas alcancé a ver un nombre: Emmanuel López. -¿Qué quieres ver?

Le quité la laptop y busqué lo que tenía en mente.

-Seguro te encantará...

Nos acomodamos en el sofá, sólo que él un poco lejos de mí. Así que fui yo quien invadió su espacio personal sin permiso. Puse bien el portátil en la mesa y luego lo abracé apoyando mi cabeza en su pecho.

-¿Es en serio, Gulf? -no pude evitar sonreír -¿El guardaespaldas?

-¿A poco no es divertido?- comenté.

Mew se quedó callado y comenzó a acariciarme el cabello. Cerré los ojos sintiendo la caricia en el centro de mi alma.

¿Qué pasaría entre nosotros? Odié que la cara de mi padre y Derek se aparecieran en mi mente cuando pensaba en él y yo.

Como si fuera posible. [MewGulf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora